Joan Yeguas
En la donación Enric Batlló hecha en 1914, aparece referenciada una “Alegoría de la Santísima Trinidad (tres caras en una). Siglo XVII”. Se trata de un óleo sobre tela (45,5 x 38 cm) que representa un busto de Cristo, vestido con una túnica de color carmesí, que aparece con tres rostros iguales yuxtapuestos; cada rostro tiene sus respectivas nariz y boca, pero los ojos centrales están compartidos por las caras de los extremos. En cuanto a la datación, se podría delimitar entre 1600 y 1650. La autoría es anónima y la escuela es difícil de precisar.
Lo más interesante de la pintura no es su calidad artística, que más bien flaquea, sino el argumento teológico que representa. El tema iconográfico se conoce con el nombre de “Trinidad trifacial” o “Trinidad trifrontal”, porque tiene tres caras idénticas de Jesucristo (en latín también se denomina vultus triformis o vultus trifons). A veces se ha de hablar de “Trinidad tricéfala”, pero en este caso sería erróneo, ya que no tiene tres cabezas, sino tres rostros). Este tipo de imagen fue usado para explicar el dogma de la Trinidad, una creencia cristiana que afirma que Dios es el único ser que substancia de forma individual en tres personas, en concreto, la tríada formada por Dios padre, Hijo y Espíritu Santo. La creencia se oficializa en el Concilio de Nicea I (el año 325); ha provocado muchas controversias a lo largo de la historia.
Iconografía cristiana de la Trinidad
Trinitat trifacial. Anónimo, siglo XVII. Museo del Folklore en el Palacio de Hellbrunn (Salzburg); y Trinitat trifacial. Anónimo de escuela mejicana, s. XVIII. Museo Nacional del Virreinato
La representación de la Trinidad en el arte cristiano ha sido un tema complejo y cambiante. Circunstancialmente se ha simbolizado a través de una figura geométrica, como por ejemplo el triángulo (incluso con el ojo de la providencia en el interior).
Trinidad trifacial con el triángulo. Anónimo de escuela cuzqueña, s. XVIII. Museo de Arte de Lima; y Trinidad trifacial con triángulo. Gregorio Vásquez de Arce, 1680. Museo Colonial, Bogotá
En otras ocasiones se ha plasmado a través de la figura humana: la encarnación del Verbo es el Hijo. En cambio, según los textos bíblicos, la manifestación de Dios padre y el Espíritu Santo siempre fue indirecta; a pesar de todo, existen referentes iconográficos donde Dios padre aparece como un hombre con pelo y barba blanca y el Espíritu Santo en forma de paloma. Siguiendo este hilo, la Trinidad antropomorfa se ha representado de diferentes maneras. Una ha sido la yuxtaposición horizontal de tres figuras iguales, las cuales se inspiran en la supuesta apariencia de Jesucristo; la idea de tres figuras idénticas surge en el episodio de la hospitalidad de Abraham (Genesis 18, 1-22), donde el patriarca ve tres hombres. Otra variante ha sido la superposición vertical del “Trono de Gloria”, donde Dios padre está sentado y el Hijo, en la cruz (o yacente en la falda del Padre, por influencia de los grupos de la Piedad); a veces, también aparecen asociada con la Coronación de Madre de Dios, formando un grupo triangular.
Para evitar el triteísmo (la doctrina que hace tres dioses de las tres personas de la Trinidad), se empleó la Trinidad trifacial, o sea, tres rostros que compartían un mismo cuerpo.
Trinidad antropoforma triple. Anónimo de escuela cuzqueña, s. XVIII. Museo de Arte de Lima; y Trinidad antropoforma triple. Anónimo, s. XVIII. Vinseum (Vilafranca del Penedès)
A principios de la baja edad media también se hizo servir la Trinidad tricéfala, pero rápidamente fue marginada, porque el monstruo de tres cabezas hacía las delicias de los bestiarios. A partir de finales del siglo XIV se consolidó la cabeza trifacial, una solución a medio camino entre el politeísmo grecorromano y el monoteísmo judío, fundamentado en referentes visuales de la antigüedad. Por ejemplo, la diosa Hécate de la mitología griega, asociada con la luna, solía representarse con tres cuerpos o tres cabezas correspondientes a tres fases lunares (puede que, por ese motivo, sus estatuas presidían los cruces). A menudo, las divinidades con rostro estaban relacionadas con su triple dimensión temporal (pasado, presente y futuro=, de una manera similar al dios romano Jano, con la cara que mira hacia atrás (pasado) y la otra hacia delante (futuro). También se puede rastrear una fuente lejana al arte asiático, con el “Trimurti” o imagen triple de Bramá (el creador), Vishnu (el preservador) y Shiva (el destructor o transformador). Hasta se busca el origen en divinidades galas, germánicas o celtas de la alta edad media. Asociadas al culto solar, un astro que todo lo observa; deidades que recibían diferentes nombres, según la religión, y que se representaban con múltiples cabezas.
Diosa Hécate. Anónimo, s. II. Galería Nacional de Praga; y Trimurti. Anónimo indio, s. IX-X. Illa Elephanta (cerca de Bombay)
La solución del vultus trifons o trifacial fue apreciada por los artistas del Renacimiento italiano, ya que permitía coger de modelo el arte antiguo. Encontramos este tipo de representación en diferentes ejemplos: una pintura mural en la catedral de Atri, llevada a cabo por Antonio Martini di Atri hacia el 1400; el tabernáculo del Tribunale della Mercazia, hecho por Donatello entre 1423 y 1425, en el exterior de la iglesia de Orsamichele de Florencia; el arco del Cenáculo de Andrea del Sarto, pintado entre 1511 y 1527 al lado de la iglesia florentina de San Salvio, o la pintura de la vuelta de capilla de Eleonora del Palazzo Vecchio de Florencia, realizada por Agnolo Bronzino entre 1540 y 1545.
Trinidad trifacial. Donatello, 1423-1425. Iglesia de Orsanmichele, Florencia; Trinidad trifacial. Andrea del Sarto, 1511-1527. Iglesia de San Salvi, Florencia; y Trinidad trifacial. Agnolo Bronzino, 1540-1545. Palazzo Vecchio, Florencia
En el ámbito hispánico, también se conocen algunos ejemplares: uno de los más conocidos es la Trinidad que remataba el retablo mayor del templo del monasterio de Santa María de la Caridad, a la población de Tulebras (Navarra), ahora conservado en el museo del mismo cenobio, atribuida al pintor Jerónimo Cosida hacia el 1570. Posteriormente, en los siglos XVII y XVIII, esta tipología iconográfica se difundió por la América central y la del sud.
La Trinidad trifacial, de mal vista a prohibida
La Trinidad trifacial y la tricéfala estuvieron mal vistas por los teólogos y otros vigilantes del canon cristiano, siendo consideradas como monstruosidades de la naturaleza. Esto llevó al rechazo por parte de Jean Gerson (canciller de la Universidad de París), san Antonio (arzobispo de Florencia) o Joannes Molanus (profesor de la Universidad de Lovaina), entre otros. En la época medieval, esta tipología artística también chocaba contra la imagen policéfala del demonio, que era, evidentemente, totalmente antiética y que, en el siglo XVI, fue motivo de escarnio entre los protestantes.
Finalmente, la oposición a la representación llegó a las autoridades eclesiásticas, y estuvo condenada en diferentes ocasiones: primero, en la sesión del Concilio de Trento dedicada al culto de las imágenes, realizada el 4 de diciembre de 1563; y después en una bula del papa Urbano VIII, publicada el 11 de agosto de 1628, donde afirmaba que estas representaciones heréticas se tenían que quitar y quemar. Este hecho explica la conservación de pocos ejemplares de este tipo de iconografía, a pesar de que no impidió su supervivencia en ambientes rurales y lejanos de los centros de poder. En 1745, el papa Benedicto XIV lo prohibió mediante un breve apostólico (escrito pontificio donde se dictan resoluciones relativas al gobierno y la disciplina de la Iglesia), un documento conocido como “Sollicitudini nostrae”.
Trinidad trifacial. Anónimo alemán, hacia 1600. Museo de Arte Popular Tirolés, Innsbruck; y Trinidad trifacial. Anónimo holandés, hacia 1500. Sotheby’s New York, 9 de junio de 2011, lote 56
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