Lina Ódena, la leyenda de la miliciana suicida y el alcalde del Prat

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Eduard Vallès


18 de noviembre de 1939. Camp de la Bota, Barcelona

A las seis menos cuarto de la mañana es fusilado en el Camp de la Bota Lluís Serra Giribert (Manresa, 1903 – Barcelona, 1939), a la edad de 36 años. Había nacido en Manresa y, al morir su madre durante el parto, fue adoptado por una familia acomodada de Horta de Sant Joan (Terra Alta). En la escuela del pueblo conoció a Dolors Sancho, con quien se casó y tuvo dos hijos, Lolita y Lluís. Con la mayoría de edad se trasladó a El Prat de Llobregat para trabajar en la Papelera Española, donde entró en contacto con el movimiento sindical para acabar afiliándose a la UGT y, empujado por los acontecimientos políticos, al PSUC. Serra fue elegido alcalde de El Prat de Llobregat y dimitió para alistarse voluntario al frente, aunque posteriormente se incorporó al aeródromo de Reus. Una vez perdida la batalla del Ebro, le propusieron exiliarse desde Reus, pero escogió quedarse con su familia, confiando en que no lo podrían acusar de nada que no fueran sus ideas. Calculaba que le podría caer una condena de 30 años que quedaría reducida, a lo sumo, a 10 o 12 años. Pero, tras un consejo de guerra sumarísimo en el que se lo acusó de “rebelión militar” —acusación que recibieron miles de soldados—, fue condenado a muerte. Fue fusilado después de tres meses de tortura en La Model de Barcelona, y dejaba a su esposa Dolors y a su hijo Lluís de solo 19 meses, pues su hija Lolita había muerto poco antes.

Lluís Serra Giribert, llevando la gorra con la insignia de la aviación, en el Campo de Aviación de Reus.

14 de septiembre de 1936. Frente de guerra, Granada

La joven Paulina Ódena García (Barcelona, 1911 – Granada, 1936), nacida en el pasaje de Pellicer de Barcelona, se alistó como voluntaria a la Guerra Civil, que la pilló en Andalucía. Se unió a una columna integrada, sobre todo, por soldados de la aviación procedentes de la base aérea de Armilla. Ódena, a pesar de su juventud, estaba plenamente activa en política desde hacía unos años y era militante del partido comunista. Tomó las armas durante el levantamiento de octubre de 1934 y, con motivo de las elecciones generales de 1936 que ganaría el Frente Popular, acompañó a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, en algunos mítines que dio por el Estado.

Ficha policial abierta a Lina Ódena durante la sublevación de octubre de 1934.

Parece ser que, durante los primeros momentos de la guerra, Ódena acabó teniendo un papel relevante, y de esos días se conservan algunas fotografías en que se la ve vestida de miliciana, luciendo en el pecho la insignia de la aviación.

Lina Ódena en dos fotografías tomadas poco antes de su muerte, entre julio y septiembre de 1936, con la insignia de la aviación en el pecho.

En ese momento también trabajaba, en paralelo, como corresponsal del diario El Mundo Obrero, a causa de su proximidad con el frente de guerra. El 14 de septiembre de 1936 —no hacía ni dos meses que había empezado la guerra—, cuando circulaba en coche a la altura del pantano de Cubillas, cerca de Granada, su chófer se dirigió hacia un control del ejército. Cuando estaban a punto de tomar contacto se dieron cuenta de que eran soldados falangistas; fatalmente se habían equivocado de camino. Intentaron huir, pero era demasiado tarde. Al sentirse a punto de ser apresada, y sabiendo perfectamente lo que le esperaba, la joven miliciana se disparó en la cabeza. Tenía solo 24 años. No fue una muerte ni mucho menos anónima. El diario Ideal de Granada enseguida se hizo eco de la noticia, e incluso publicó la fotografía del coche en el que viajaba la joven con el rótulo de El Mundo Obrero y, en el lateral, las iniciales “U. H. P.” (sigla de la expresión “Uníos hermanos proletarios”).

Coche en el que viajaba Lina Ódena poco antes de su muerte. Fotografía del diario Ideal de Granada.

Pero la proyección de su muerte fue aún mucho más potente: su condición de mujer y joven fallecida en la guerra fue utilizada como elemento de propaganda. Se realizaron tarjetas con su efigie, calendarios y sellos, e incluso se creó un batallón integrado únicamente por mujeres con el nombre de Batallón Lina Ódena. Pero es menos conocido que su memoria estuvo presente ni más ni menos que en el pabellón español de la Exposición Universal de París de 1937, más conocido como Pabellón de la República. La obra más icónica del pabellón fue sin duda el Guernica de Picasso, al margen de El segador de Miró (desaparecido hoy en día), pero también estaba La Montserrat de Juli González, la Fuente de mercurio de Alexander Calder y la escultura de gran formato El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella de Alberto Sánchez.

La Montserrat, de Juli González, El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella, d’Alberto y El segador, de Joan Miró. ©España. Ministerio de Cultura y Deporte. Centro Documental de la Memoria Histórica. PS-FOTOGRAFIAS, 42-13; 42-11; 42, 28; / Roness-Ruan. © Alberto Sánchez, VEGAP, Barcelona, 2022

Se conoce todavía menos que también se enviaron cientos de obras de artistas menos conocidos, o directamente ignotos, que también fueron expuestas, en general de calidad muy desigual debido a la combinación de prisa y voluntarismo; en ese contexto se imponía dar una respuesta con eco internacional por parte del gobierno de la República. Entre este segundo nivel de obras se envió un retrato al óleo de Lina Ódena con su mono de miliciana, empuñando una pistola, y en el que era claramente visible la insignia de la aviación. La obra aparece firmada como “J. Pons” y forma parte de las colecciones del Museu Nacional.

J. Pons. Lina Ódena, 1937. Óleo sobre lienzo, 100 × 75 cm. Procedente de la Exposición Internacional de París, 1937. Museu Nacional d’Art de Catalunya.

En esta dialéctica propaganda/contrapropaganda, en el Pabellón de la República también se expusieron varios fotomurales realizados por Josep Renau, uno de los cuales representaba a una miliciana en acción, también con mono, probablemente de la misma edad que Lina Ódena.

Fotomural del Pabellón de la República de París realizado por Josep Renau con la imagen de una miliciana.

Por tanto, la presencia de la pintura de Lina Ódena en el pabellón era del todo pertinente dentro de esta dinámica, pero es que la lectura de la obra —y su marco, muy definitorio— acaba de confirmarlo. El marco es austero, de color verdoso, y en la parte superior lleva inscrito el nombre de la miliciana en grandes caracteres. No está en la parte inferior en una pequeña placa, como suele hacerse, sino que es deliberadamente visible; en realidad, funciona a modo de altar laico de una joven mártir que había luchado por el gobierno legítimo contra el levantamiento militar. En esta pintura, el carácter documental se impone sobre el artístico, es una creación hecha a toda prisa con un único objetivo: ser expuesta en el Pabellón de la República. La iconografía remite a la célebre fotografía de Gerda Taro de la miliciana haciendo prácticas de tiro en una playa, en la que se habría inspirado el autor de la obra.

Gerda Taro. Miliciana recibiendo instrucción en la playa, afueras de Barcelona, 1936. Gift of Cornell and Edith Capa, 1986. International Center of Photography

Al fondo, en pleno campo de batalla, se ve a un soldado negro, seguramente en referencia a las tropas africanas que lucharon junto a Franco. En cuanto al cromatismo, presenta unos colores de lo más estridentes, con la joven muy bien vestida y luciendo zapatos de tacón, de modo que desde un punto de vista estético se acerca más a un cartel que no a una pintura convencional. Cuando la obra regresó a Barcelona, después de ser expuesta en el pabellón, quedó escondida en el edificio del Palau Nacional —sede del actual Museu Nacional— durante casi cinco décadas, hasta el año 1986, en que fue expuesta en motivo de un par de exposiciones temporales consecutivas sobre el Pabellón de la República, una en Madrid y la otra en Barcelona. En 2017 fue escogida por el artista Francesc Torres para figurar en la extraordinaria exposición La caja entrópica, que se celebró en el Museu Nacional, y fue reproducida en el catálogo homónimo. En el año 2021 fue expuesta por primera vez de forma permanente en las salas de arte moderno con motivo de la reordenación y ampliación de las salas de Guerra Civil, donde se encuentra actualmente.

Fotografía de la sala de arte moderno en la que se expone el retrato de Lina Ódena.

19 (?) de novembre del 1939. Presó La Model, Barcelona

19 (?) de noviembre de 1939. Prisión La Model, Barcelona La mujer de Lluís Serra, Dolors, fue a verlo a La Model el día que le tocaba visita, y se encontró con la trágica noticia de ver el nombre de su marido en la temida lista de ejecutados. Se dirigió a recoger los efectos personales de su marido —la mayoría los había repartido entre los compañeros de celda—, y encontró una carta de despedida dirigida a ella y a su hijo Lluís, en la que le pedía expresamente que nunca odiara a quienes lo habían matado. Escondida entre los pliegues de la ropa descubrió una tarjeta con la imagen de Lina Ódena con la leyenda “Herois de la joventut” (‘héroes de la juventud’) y el himno de La Internacional en catalán en el reverso. Sin embargo, esta tarjeta le fue devuelta con una mancha de sangre —aún visible a pesar de los años— que no se sabe a quién pertenece.

Anvers i revers d’una targeta amb la imatge de Lina Ódena i el text de La Internacional en català. Col·lecció Lluís Serra Sancho

10 de septiembre de 2021. El Prat de Llobregat

Su hijo Lluís, que ha conservado este documento toda la vida, el 10 de septiembre de 2021 pudo ver como se inauguraba un paseo en El Prat de Llobregat con el nombre de su padre, “Passeig de Lluís Serra Giribert, alcalde republicà afusellat al Camp de la Bota” (‘Paseo de Lluís Serra Giribert, alcalde republicano fusilado en el Camp de la Bota’). En el acto de descubrimiento de la placa, en un gesto lleno de simbolismo, Lluís Serra hijo entregó al actual alcalde de El Prat, Lluís Mijoler, la vara de alcalde que había pertenecido a su padre. En cuanto a Lina Ódena, su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Granada, Patio de la Ermita, en la fosa 122, pero con el paso del tiempo no fue reclamado por nadie y acabó en el osario común. A pesar de todo, su memoria está muy presente en la ciudad de Barcelona: no solo lleva su nombre un Casal Popular (pasaje de Batlló, 4 bis), sino también unos jardines en la calle de Sardenya.

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