La lápida de las terciarias Geralda y María

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Alícia Cornet

El Museu Nacional d’Art de Catalunya conserva entre sus fondos lapidarios una losa dedicada a Geralda y María procedente del antiguo convento de Sant Francesc de Barcelona. Estas dos mujeres eran terciarias, es decir, laicas que seguían la tercera regla de la Orden de San Francisco. No hay documentación sobre ellas, todo lo que sabemos es lo que figura en la inscripción de la lápida:

“VI kalendas iunii anno domini Mo.CCCo.VIIo., obiit G(eralda), uxor Berenguerii de Palaciolo, quondam; et eodem anno VI kalendas madii obiit domina Maria, filia eiusdem Geralde, uxor quondam Petri de Civario quondam. Et iacent hic in terra, que prime receperunt terciam Regulam Ordinis Sanctii Francisci. Quarum anime requiescant in pace. Amen”

Gracias a esta inscripción, sabemos que Geralda y María murieron en 1307, que eran madre e hija, que habían estado casadas —Geralda con Berenguer de Palau y María con Pedro de Civario— y que eran mujeres terciarias.

Lápida de Geralda y Maria, 1307, Museu Nacional d’Art de Catalunya, (núm. registro 14347)

¿Quiénes eran las terciarias?

Entre los siglos xi y xiv se produjeron en Europa occidental una serie de transformaciones en los ámbitos social, cultural y económico. El desarrollo de las ciudades supuso la aparición de nuevas clases sociales, como los comerciantes, los artesanos y los banqueros. Nacieron las universidades y los centros urbanos se convirtieron en núcleos de cultura y libertad, con un aumento progresivo de movilidad de personas e ideas. Este contexto propició también un cambio espiritual. Surgieron una serie de movimientos religiosos, dentro y al margen de la ortodoxia, protagonizados mayoritariamente por hombres y mujeres laicos que se oponían a una Iglesia que percibían poderosa y corrupta. Dentro de estos movimientos espirituales podemos incluir a las terciarias, seglares que, bajo el cobijo de la Orden mendicante de San Francisco, llevaban una vida basada en la oración, la pobreza y el cuidado de los enfermos.

Cuando intentamos profundizar en la forma de vivir de las terciarias, detectamos en la documentación catalana de la época un hecho que provoca confusión: en los manuscritos se utiliza este término para designar a una beguina, y viceversa. Se empleaban los dos nombres, terciaria y beguina, indistintamente para referirse a unas mujeres que llevaban una vida muy similar. Ambas eran laicas que se dedicaban a la vida religiosa y que alternaban la oración con la atención y ayuda a los demás. No hacían votos religiosos, ni vivían en clausura. Podían vivir en soledad o en comunidad, y proceder de distintos estamentos sociales. Pero a pesar de compartir unas pautas comunes, beguinas y terciarias eran grupos religiosos diferentes: las primeras tenían su origen en la zona de Lieja (Bélgica) y, a diferencia de las terciarias, no disponían de la protección de la Iglesia, eran mujeres que vivían de forma autónoma y no seguían ninguna orden religiosa.

Grabado con la representación de una beguina, del libro Des dodes dantz, impreso por Matthäus Brandis en Lübeck en 1489

Grabado con la representación de una beguina, del libro Des dodes dantz, impreso por Matthäus Brandis en Lübeck en 1489

A la confusión a qué conduce la documentación de la época para saber cuándo se hace referencia a una beguina o una terciaria, se suma que a lo largo del siglo xiv un importante número de beguinas se vieron obligadas a adoptar la regla de la tercera Orden de San Francisco. La desconfianza de la Iglesia hacia estas mujeres que vivían independientes del control masculino y eclesiástico fue creciendo y, para protegerse de posibles acusaciones de herejía —como le ocurrió a Margarita Porete, una joven beguina francesa quemada en la hoguera por hereje— no tuvieron más salida que adoptar la regla de un tercer orden.

Terciarias y beguinas en la ciudad de Barcelona

Geralda y María son las terciarias más antiguas documentadas en Cataluña. Como ya se ha comentado, toda la información que se conoce es la que se puede leer en la inscripción de la lápida. Afortunadamente, sí disponemos de documentación de otras beguinas y terciarias que vivieron en la ciudad de Barcelona durante los siglos xiv y xv. Sor Inés, sor Sancha, la portuguesa Inés y Brígida Terré son solo algunas de esas mujeres que dedicaron sus vidas a ayudar y cuidar a los demás.

  • Sor Inés

En un documento fechado en 1328 y conservado en el Archivo de la Corona de Aragón, el rey Alfonso el Benigno hace referencia a sor Inés como una mujer dedicada a la vida contemplativa que vive cerca de un hospital de leprosos de Barcelona, donde posiblemente la beguina cuidaba a los enfermos. En este documento el rey ordena al alcalde de la ciudad que expulse del barrio a todo aquel que moleste a sor Inés mientras reza. Con esta reseña se pone de manifiesto la consideración en la que se tenía a las beguinas en la ciudad.

  • Sor Sancha

Fue una terciaria franciscana documentada a finales del siglo xiv en Barcelona. En 1393, el rey Juan I dio licencia a sor Sancha para enterrar o hacer enterrar en lugar sagrado los cuerpos y los huesos de los presos colgados por la justicia una vez estos hubieran caído de las horcas de la ciudad. Un privilegio real que de nuevo nos constata la labor social que realizaban estas mujeres y lo valorada que era, incluso por la realeza.

  • Sor Inés, la portuguesa

Fue otra de las beguinas que gozaron de gran prestigio entre los habitantes de Barcelona. Documentada en una casa cerca del Monasterio de Montalegre a principios del siglo xv, sor Inés fue consejera de miembros de la corte, mediadora en conflictos y se encargó de la educación de niñas expósitas.

  • Brígida Terré o Brígida Terrera

Fue una joven de la burguesía barcelonesa que dirigió la casa de beguinas de Santa Margarida, situada junto al hospital de leprosos de Sant Llàtzer.

Brígida Terré entró a vivir en Santa Margarida muy probablemente hacia el año 1418. El beguinado fue creciendo a lo largo del siglo xv y se convirtió en una comunidad femenina, conocida con el nombre de las terreras, dedicada a asistir a los leprosos del hospital de San Llàtzer, instruir a niñas pobres y expósitas y enterrar —o hacer enterrar— los cadáveres de los colgados en las horcas de Barcelona después de que la terciaria sor Sancha consiguiera esta licencia del rey Juan I.

Al servicio del difunto

Una de las principales labores que llevaron a cabo estas mujeres, y por la que fueron más reconocidas, fue la de atender al difunto. Realizaban una serie de actuaciones relacionadas con la muerte: cuidaban al moribundo, velaban, lavaban y amortajaban al difunto, custodiaban el ataúd hasta el cementerio e incluso hacían de lloronas. Estaban presentes en las misas por el alma del difunto y acompañaban en todo momento a la familia.

En la Edad Media existía gran temor a morir sin salvar el alma. Por este motivo, burgueses y nobles dejaban en sus testamentos un donativo generoso a los sacerdotes para que oraran por sus almas. En el momento en que las beguinas y terciarias también participan en estas tareas, pasan a ser destinatarias de numerosos legados testamentarios. Así, por ejemplo, Inés de Portugal, citada anteriormente, fue beneficiaria de varios donativos testamentarios a cambio de rezar por las almas de los testadores.

Historia de la lápida

La lápida proviene de uno de los claustros del convento de San Francesc de Barcelona. Inaugurado en 1276, el cenobio fue un gran conjunto arquitectónico que se extendía desde la actual plaza del Duque de Medinaceli hasta la Rambla.

El convento de San Francesc fue incendiado, junto a otros, la noche del 25 de julio de 1835, festividad de Santiago, y dos años más tarde lo derribaron totalmente.

El Museu d’Antiguitats en el convento de San Joan de Barcelona. La ilustración española y americana, núm. XLVI, 8 de diciembre de 1873, p. 744

El Museu d’Antiguitats en el convento de Sant Joan de Barcelona. La ilustración española y americana, núm. XLVI, 8 de diciembre de 1873, p. 744

Próspero de Bofarull, presidente de la Real Academia de Buenas Letras y jefe del Archivo de la Corona de Aragón, impulsó la recogida de los restos arqueológicos provenientes de los conventos quemados y abandonados con el propósito de fundar un museo de antigüedades. A estos objetos, entre ellos la lápida de Geralda y María, se sumaron otros procedentes de colecciones particulares. En octubre de 1844 se inauguró el museo en el convento de Sant Joan de Barcelona. Su fondo, que en un inicio estaba formado por lápidas romanas y medievales, elementos arquitectónicos y sepulcros, fue aumentando con los años. La devolución del convento a las monjas en 1853 hizo necesario buscar un nuevo espacio donde ubicar el museo. Por último, el fondo se trasladó a la capilla gótica de Santa Àgata.

Capilla de Santa Ágata, Barcelona, 1915-1925, Arxiu Nacional de Catalunya. Autores: Ramon Claret / Joan Bert

Capilla de Santa Àgata, Barcelona, 1915-1925, Arxiu Nacional de Catalunya. Autores: Ramon Claret / Joan Bert

El equipamiento se inauguró al público el 15 de marzo de 1880 con el nombre de Museu Provincial d’Antiguitats. Las tareas de conservación y catalogación del fondo, que ya había iniciado el historiador Josep de Manjarrés en el convento de Sant Joan, culminaron con la publicación de un catálogo en 1888 por parte de Antoni Elias de Molins, director del museo. En este catálogo, la lápida de las dos terciarias figura con el número de registro 924 y tiene la siguiente descripción:

Lápida de mármol. En los lados tiene dos escudos cuartelados en cruz primera y cuarta con un castillo y segunda y tercera con una concha. En el centro de la parte inferior tiene el signo agnus dei.

La lápida permaneció en el Museu Provincial d’Antiguitats hasta 1932, cuando ingresó, junto con el resto de fondo, en el Museu d’Art de Catalunya, instalado en el Palau Nacional de Montjuïc.

La finalidad de este artículo es dar a conocer y poner de relieve la figura de estas mujeres que llevaron a cabo labores sociales muy importantes en todas las ciudades europeas a lo largo de la baja edad media. Acogían a los pobres, cuidaban de los enfermos, de los moribundos, de sus cuerpos difuntos y de sus almas. Fueron consejeras, mediadoras en conflictos y formadoras. Mujeres que dedicaron su vida a auxiliar a los demás y de las que, desafortunadamente, no sabemos casi nada.

En recuerdo de mi gran amiga Esther Torres.

Enlaces relacionados

Catálogo del Museo Provincial de Antigüedades, Antonio Elias de Molins, Barcelona, 1888. (pdf)

CLAUSTRA. Atlas de espiritualidad femenina en los Reinos Peninsulares. Institut de Recerca en Cultures Medievals, IRCVM, Universitat de Barcelona.

Les beguines: llibertat en relació, Elena Botinas Montero i Julia Cabaleiro Manzanedo (DUODA, Centre de Recerca de Dones)

Botinas i Montero, E., Cabaleiro Manzanedo, J., Duran i Vinyeta, M. dels À., Vinyoles, T., Les Beguines: la raó il·luminada per amor, Barcelona: Publicacions de lʼAbadia de Montserrat, 2002

Sant Antoni i Santa Clara de Barcelona: origen d’un monestir i configuració d’un arxiu monàstic (1236-1327), Núria Jornet i Benito, Universitat de Barcelona, tesis doctoral, 2005 (pdf)

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