Francesc Quílez
Con su actitud inconformista, Ramon Casas suscitaba un sentimiento de empatía y complicidad con un público que contemplaba sus obras como un espejo que reflejaba un sistema de valores compartido. Con independencia de su indiscutible condición de pintor canónico, Casas se ha transformado en un icono popular, un símbolo cultural que se ha convertido en un emblema de la educación artística y sentimental de diferentes generaciones catalanas, especialmente la de la posguerra. La familiaridad del público con su obra se debía a cómo era percibido: como un niño travieso, un pequeño burgués que jugaba a la provocación, afortunadamente, inofensiva, ya que sus gesticulaciones no alteraban el orden social.
Hijo de familia acomodada, decidió un camino diferente al que le correspondía socialmente y adoptar un modelo de vida bohemio. Dotado de un talento y unas facultades innatas, Ramon Casas ejerció un rol de liderazgo en la pintura catalana de finales del siglo XIX, y contribuyó a desplazar la mirada de la mayoría de pintores catalanes de la época hacia un nuevo horizonte de expectativas más ambicioso y cosmopolita.
En París, donde Casas buscaba un contacto fecundo con el centro pictórico más vanguardista y dinámico de Europa, encontró estímulos que incentivaron su necesidad de reinventarse y adoptar una actitud provocativa d’épater le bourgeois. Esa actitud cristalizó en la aparición de acciones bohemias, nutridas por una cultura abierta, amplia y muy receptiva a la introducción de nuevas formas de entender el arte. Una de las aportaciones más singulares y originales de Casas al nacimiento del primer episodio de modernidad agremiada que surgió en Barcelona, a raíz de la apertura de la taberna de Els Quatre Gats, el 14 de junio de 1897, fue la concienciación que era necesario superar la tradicional separación entre alta y baja cultura.
Els Quatre Gats, escenario de prácticas heterodoxas
El ambiente de Els Quatre Gats propició la aparición de prácticas heterodoxas, que visibilizaron tradiciones culturales de carácter popular, que, como por ejemplo el teatro de sombras chinescas o el de guiñol, estaban muy arraigadas en el imaginario popular. Las sombras chinescas gozaban de una gran fortuna en Barcelona, tal y como corrobora un gran número de material gráfico que documenta la difusión de este repertorio por parte de los editores barceloneses. Se trata de hojas sueltas en las que aparecen impresas las siluetas de figuras que conforman un amplio abanico de personajes, que configuran un modelo de narración popular semejante al de las aleluyas, inicialmente pensada para ser transmitidas oralmente.
Las sombras chinescas en Els Quatre Gats
Las sombras chinescas que han sido depositadas en el Museu Nacional d’Art de Catalunya configuran un conjunto único y muy singular. Se reúne el talento artístico de quien las diseñó, Ramon Casas, y el ingenio técnico de quien supo crear esas criaturas articuladas, el médico Josep Meifrèn, con quien Casas siempre mantuvo un fuerte vínculo de amistad.
Ramon Casas i Josep Meifrèn. Sombras chinescas para el teatro Els Quatre Gats. Depósito de Pere Jiménez-Meifrén Caralps
Aunque no deja de tratarse de una mera especulación, podría ser que Casas, con la complicidad de Meifrèn, decidiera crear estas sombras para perpetuar la memoria de algunas de las figuras más icónicas del entorno del núcleo duro que se reunía en la taberna de la calle Montsió. También podríamos pensar en una actuación destinada a una acción de reclamo publicitario del espectáculo que se representaría en el local. Del mismo modo que en los carteles de Els Quatre Gats o en el de las sombras chinescas utilizaba los rostros de los parroquianos más conocidos, asiduos y líderes de las iniciativas culturales que organizaban, podemos pensar en una estrategia similar, en este caso centrada en la utilización, como marca publicitaria, de alguno de los miembros más destacados del grupo.
Hay que pensar que las figuras deberían adoptar una forma fácilmente identificable para el espectador y que se deberían de vincular a la temática de la función. El hecho de que muchas de ellas representen a algunos de los «parroquianos» que formaron parte de la historia del local dificulta la tarea de identificación, ya que presentan características tipológicas caricaturescas y estereotipadas. Formalmente, Ramon Casas acentúa los rasgos físicos más característicos de cada uno de los modelos, y adopta un registro excesivo y a menudo cómico. La exageración de los defectos nos ha permitido identificar a algunos de los protagonistas y, en otros casos, plantear una hipótesis que nos parece plausible, si comparamos las sombras con dibujos, algunos del propio Casas, o fotografías; hemos podido identificar en algunas de las imágenes los posibles retratos de Pompeu Gener, Àngel Guimerà, Pere Romeu, Miquel Utrillo, Maurici Vilomara o un autorretrato.
El grupo constituye una síntesis que reúne las formas de diversión popular con una larga tradición en la Barcelona decimonónica. Se combinan la creatividad de Ramon Casas y la influencia de nuevos lenguajes, nuevos movimientos artísticos que, como el cartelismo o la estética japonesa, también ejercerán una influencia visual en la evolución del teatro de sombras chinescas y en las figuras que se utilizan en él. El diseño de las figuras, con características muy sintéticas, ejemplifica el proceso de asimilación de estos modelos.
Ramon Casas constituye un ejemplo paradigmático del artista moderno. La crítica y la historiografía han potenciado una visión unívoca de la obra y la figura de Casas y han destacado su condición de gran pintor y autor de algunas de las producciones más emblemáticas e icónicas de la historia del arte catalán. Pero tras esa aparente adhesión a lo que convencionalmente ha sido definido como cultura canónica, emerge una personalidad contradictoria, receptiva al contacto con fórmulas artísticas más populares, por las que Casas y, por extensión, todo el círculo de la bohemia barcelonesa, sintió predilección.
Su producción pictórica es un ejemplo del proceso de influencia y asimilación de otros medios que, como el arte publicitario, irrumpieron en el escenario artístico europeo durante las últimas décadas del siglo XIX. Mostró una abierta empatía por un tipo de obras en las que supo encontrar recursos figurativos, un repertorio gráfico y unos modelos compositivos que le permitieron construir una poética de hibridación, caracterizada por la utilización de fórmulas combinatorias que superaban la habitual supremacía de la pintura sobre el cartel.
Enlaces recomendados
Muestra temporal de Sombras chinescas
Monografia Ramon Casas. Les ombres xineses d’Els Quatre Gats (Pdf, 4’1Mb)
Gabinet de Dibuixos i Gravats