Mariàngels Fondevila
Remodelar la colección es uno de los cometidos esenciales de los conservadores, al igual que incentivar que esta crezca y no se estanque como una laguna pontina. El Museo ha reabierto la sala Vida moderna: fotografía, publicidad, cine y diseño, añadiendo a las obras que allí se exhibían otras no expuestas y algunas novedades fruto de los nuevos ingresos.
El coleccionismo ha sido y es una semilla de nuestra riqueza patrimonial y, a este respecto, queremos agradecer muy especialmente la generosidad de aquellos particulares que se han desprendido de sus obras. Unas obras que se ofrecen a nuestros ojos como testimonios silentes de un tiempo y nos aportan la expresión y vitalidad creativa de los años veinte y treinta con ciertas reverberaciones epidérmicas de las vanguardias.
En este recorrido panorámico interaccionan las diferentes artes: pintura, escultura, cartelismo, artes decorativas y fotografía.
El recorrido se inicia con una escultura, Il Crociato, del inclasificable escultor italiano Adolfo Wildt, adquirida con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929 y no expuesta hasta ahora en el fondo del Museo. Representa un torso, a modo de estatua antigua y hallazgo arqueológico, en la plenitud de su belleza pero mutilado, privado de cabeza y extremidades. Un símbolo de los horrores y del clima tormentoso de los primeros decenios del siglo xx marcados por la Primera Guerra Mundial y la ascensión del fascismo en Europa. En sus resonancias clásicas exhibe un gusto por la deformación, perforaciones y cortes que atrajeron a un joven Lucio Fontana, discípulo de Wildt en la Academia de Brera de Milán.
Sin connotaciones trágicas y dentro de una estética art déco, se muestran la fotografía de un arquero desnudo, de Josep Masana, de calidad escultórica, como los atletas de Olympia captados por la cineasta y fotógrafa alemana Lenie Riefenstahl con claras referencias a la Grecia clásica, y un cartel publicitario de Emili Vilà, artista gerundense que se aclimató muy bien al París hedonista de los años veinte, sin olvidar el popular cartel de Josep Renau, lejos de su mirada política comprometida de años más tarde, que exalta los valores saludables del deporte y la vida al aire libre. Los baños han dejado de ser un remedio, una medicina, para pasar a ser un esparcimiento ‒recordaba la revista cosmopolita D’ací i d’allà en julio de 1928‒, mientras que la revista Imatges mostraba a Buster Keaton en bañador en las playas de Sitges y organizaba el concurso de la Reina de los Baños de Barcelona en la playa de Sant Sebastià.
Durante esos años, la industria de la aviación transforma las formas de vivir de la gente y las artes visuales se hacen eco de los nuevos avances tecnológicos. Uno de sus pioneros fue el brasileño Santos Dumont, el primero que logró despegar un avión, su histórico modelo 14-bis. Dumont, hombre del día y portada de todas las revistas, fue retratado por François Flameng, un pintor alejado de las tendencias experimentales que presentó esta obra en la Exposición de Arte Francés en la Barcelona neutral de 1917 y la donó al Museo.
Junto al retrato de Santos Dumont cuelga un gran lienzo, dentro del lenguaje del nuevo realismo, de la cosmopolita pintora madrileña Marisa Roesset (1904-1976), que causó sorpresa cuando fue presentado en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, momento en el que ingresó en el Museo y que desde entonces no se había expuesto. Retrata el reposo de una amazona, fumando y luciendo un gran sombrero mexicano con los cabellos a la garçonne. En su dietario, J. Renart escribió «Han caído bajo la tijera asesina cabelleras y peinados». Como telón de fondo aparece un cactus gigantesco, la planta de moda en aquellos días, cuyas formas geométricas se hermanaban con las sillas metálicas y las mesas de cristal y de níquel que reivindican los decoradores y fotógrafos del momento.
Mueble y interiores
Los decoradores y mueblistas modernos ya no priorizan la destreza artesana ni las pretensiones exhibicionistas reivindicadas por Francesc Vidal, quien quería convertir cada silla en un trono o un sitial. Triunfan los muebles metálicos por la calidad de su confort e higiene. Es un buen ejemplo de ello el modelo de silla de tubo de acero tipo Cantilever (sin travesaños), cuya autoría se disputaron Stam, Marcel Breuer y Mies van der Rohe y que ha ingresado en el Museo vía donativo. Una fotografía del popular establecimiento Salón Rosa del paseo de Gràcia, de Josep Sala, documenta la presencia de estos modelos de asientos.
Pero a mediados de los años treinta, muy pronto se levantan voces críticas contra el mueble de tubo de acero por su funcionalismo frío, poco humano y propio de hospitales. Frente a la estética de la máquina, se reivindica el mobiliario popular mediterráneo, sin pretensiones estilísticas. Es buen ejemplo de ello esta butaca que ha ingresado últimamente en el Museo. Aunque desconocemos el momento en el que fue producida, parte de un modelo del año 1936 del GATCPAC que comercializaba la tienda MIDVA. Es bien sabido que varias de estas butacas se encontraban, entre otras, en el patio del Pabellón de la República Española de la Exposición Universal de París de 1937. El visitante, cómodamente sentado en ellas, podía contemplar el Gernika de Picasso y la Fuente de Mercurio de Calder.
Nuevos materiales como, por ejemplo, los recubrimientos de goma, la nitrocelulosa, la parquelita ‒ideal para ahuyentar a los parásitos‒, o la baquelita hacen acto de presencia en los interiores y en el mundo de los objetos como el frasco de baquelita Suspiro de Granada, de Myrurgia. Años atrás, el Museo ya recibió un generoso donativo de frascos y fotografías publicitarias, dedicando una monográfica a esta exitosa empresa de perfumería y belleza dirigida por el escultor novecentista Esteve Monegal. Uno de sus lanzamientos estrella fue la nueva presentación del extracto Maderas de Oriente, a base de efluvio de cedros del Líbano, sicomoros de Arabia, terebintos de Persia y sándalos de Indonesia, con un frasco ergonómico y plano ‒no fuera a resbalar‒, y unas formas escalonadas inspiradas en las fuentes luminosas de Carles Buïgas de Montjuïc de 1929.
Gracias al alumbrado eléctrico, durante la noche las calles se convierten en enormes escaparates donde el eslogan es: «La luz llama a la gente». Tiendas, teatros, bares y cines hacen uso de la luminotecnia, incluso los muebles-escaparate, como el que diseñó el arquitecto racionalista Josep Lluís Sert, ejecutado por los talleres de J. Ribas para el establecimiento de Rogeli Roca, que fue donado por sus descendientes al Museo. En su interior se exponen ahora las joyas de Rogeli Roca, orquestadas con platino, diamantes, coral y cristal de roca, que han sido depositadas en el Museo.
El arte del reclamo
El cartelismo, el arte de la calle, la fotografía publicitaria y el cine, que seduce a las masas, se alían asimismo con las principales empresas retroalimentándose mutuamente. El Museo conserva fondos de esta época dorada de la publicidad que ha incrementado con donaciones y adquisiciones.
En otro orden de cosas, tal como aseveraba Pere Català Pic en sus escritos, la fotografía debe regirse por un nuevo concepto de belleza que exprese la vida moderna, y ya no tiene que interesarle como modelo un rebaño que pace tranquilo bajo el ojo de un pastor, ni una composición modernista con una ninfa vestida de tul bajo la sombra de un chopo.
Manuel Capdevila, Broche: Iris, París, 1937
Josep Granyer, Ramon Sarsanedas, Laca Sakura, Hombre de circo, hacia 1930
Laques Sakura, Josep Granyer, Ramon Sarsanedas, Cantaora, hacia 1930
Enriqueta Benigani, Biombo Mercado de Calaf, hacia 1929. Museu Nacional d’Art de Catalunya
Artes del objeto
Nuevos ingresos han permitido contar con la presencia de la laca en el fondo de la colección, con esculturas de la manufactura Laques Sakura provistas de un nuevo concepto de belleza más geométrico y depurado de ornamentación, en correlación con la nueva tendencia estética dominante déco. También ha ingresado un biombo de Enriqueta Pascual Benigani que traslada un diseño de Xavier Nogués procedente de La Catalunya pintoresca, obra merecedora de un estudio más profundo. Años atrás, el joyero Manuel Capdevila ya donó un conocido conjunto de broches lacados que han dado la vuelta al mundo y que actualmente se exponen dentro del ámbito de la Guerra Civil.
Jaume Mercadé, Juego de café, c. 1925
Ramon Sunyer, Juego de cubertería, hacia 1918-1920
Jaume Mercadé Queralt, Pulsera, 1930
Los descendientes del orfebre Ramon Sunyer donaron asimismo objetos de uso cotidiano ‒un juego de cubiertos y un espejo‒ de estética depurada y funcional, sin olvidar el mobiliario déco procedente de la tienda de la Gran Via. Celebramos la incorporación de nuevas piezas de joyería y platería de Jaume Mercadé, en especial el juego de café de plata con asas de madera de palisandro en el que el pintor-joyero abandona las nostalgias de los estilos del pasado y se entrega plenamente al espíritu de los nuevos tiempos modernos. Mercadé, como gran parte de los artistas mencionados, participó en la Exposición de Artes Decorativas de París de 1925, una muestra que deseaba olvidar el pasado dando el adiós definitivo al modernismo, considerado por algunos como la pandemia estética de fin de siglo.
Art Modern i Contemporani