Adela Laborda y Francesc Quílez
El periodista, empresario y coleccionista Miquel Agell Nadal (Granollers, 1892-Barcelona, 1949) adquirió más de 16.000 obras que enriquecen, con nombres capitales de la historia del dibujo catalán,el fondo del último tercio del siglo xix y primero del xx que conserva el Gabinete de Dibujos y Grabados del Museu Nacional d’Art de Catalunya.
Desconocemos las circunstancias que pusieron en las manos de Miquel Agell tal volumen de obra gráfica. La colección, adquirida en 1963, está formada sobre todo por los originales que se reprodujeron en dos de las revistas satíricas catalanas más longevas y populares de todos los tiempos: La Campana de Gràcia (1870-1934) y L’Esquella de la Torratxa (1872-1938) y sus respectivos almanaques.
El primer editor de ambas publicaciones fue Inocencio López Bernagossi, propietario de la Llibreria Espanyola, situada en la rambla del Mig de Barcelona, en los bajos del Hotel Oriente. Librería y editorial al mismo tiempo, era un lugar muy pequeño y céntrico de reunión de artistas, escritores, políticos, actores, cantantes… locales o de paso por la ciudad —como la divina Sarah Bernhardt—, con el que obtuvo notables éxitos comerciales.
López Bernagossi transmitió, tanto en La Campana de Gràcia como en L’Esquella de la Torratxa, su ideología republicana y su tendencia anticlerical. Lo mismo hizo su hijo y sucesor, Antoni López Benturas (Barcelona, 1861-1931), gran amigo de Santiago Rusiñol y también editor de su obra literaria. Además de contertuliano habitual de la librería, Rusiñol publicó en L’Esquella de la Torratxa cerca de novecientos artículos con el seudónimo de Xirau y, curiosamente, nació y murió en los mismos años que su amigo.
Lo cierto es que López Benturas murió arruinado. Así lo indica, entre otros testimonios, el de su hijo Antoni López Llausàs, quien se ocupó del negocio familiar hasta que, enfrentado a su padre, se estableció por su cuenta y fundó la Llibreria Catalònia en Barcelona y, ya exiliado en Buenos Aires, la Editorial Sudamericana.
En torno a la venta de la Editorial López
Parece poco plausible, pues, que Miquel Agell adquiriera su espléndida colección de dibujos a Antoni López Llausàs. Y es que el heredero de Antoni López Benturas no fue, como a veces se ha dicho, su hijo mayor, Antoni, sino el pequeño, Rafael ( ?, 1892-Barcelona, 1949).
Así lo refiere el obituario aparecido en La Nostra Revista, publicada en Ciudad de México bajo la dirección y gerencia de Avel·lí Artís Gener, llamado Tísner, que fue protagonista destacado de la recuperación de L’Esquella de la Torratxa durante la Guerra Civil junto al escritor Pere Calders.
Por su parte, en 2002, el periodista y crítico de arte Josep Maria Cadena precisa, en el artículo del catálogo dedicado a Josep Bartolí, que ante el declive de los asuntos empresariales de López Benturas, Rafael López Llausàs fue el artífice de la venta de La Campana de Gràcia a un grupo de dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya, así como del cierre, en 1934, de la Llibreria Espanyola:
[…] una vez vendido a pilas —tal como lo recuerda el dibujante Antoni Roca en Tot fent memòria (1973)— su fabuloso archivo histórico de originales de dibujos publicados por La Campana de Gràcia y L’Esquella de la Torratxa bajo los porches de la plaza Real [ …].
Después de que La Campana de Gràcia desapareciese como consecuencia de los denominados Hechos de Octubre de 1934, en 1938 lo hizo L’Esquella de la Torratxa, que había sido requisada dos años antes por el Sindicato de Dibujantes Profesionales de la Unión General de Trabajadores (UGT) y desde febrero de 1937 pertenecía a la Célula de Dibujantes del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC).
Miquel Agell Nadal, un coleccionista carismático
Hijo de Esteve y Teresa, Miquel Agell Nadal nació en Granollers el 10 de febrero de 1892, en el seno de una familia de convicciones católicas e ideario tradicionalista dedicada a la venta minorista de granos. Cinco años después, la familia Agell se trasladó a vivir al actual distrito barcelonés de Sants, donde abrió una tienda de comestibles y pastelería.
Con estudios realizados en la Escuela Superior de Comercio de la ciudad, todo apunta a que antes de la Guerra Civil Miquel Agell compaginó el trabajo en el establecimiento de sus padres con la actividad política carlista y el ejercicio del periodismo en diarios afectos a esta causa como, entre otros, El Correo Catalán, del que fue redactor durante quince años.
Según nos ha confiado la familia, Miquel Agell era una persona carismática, con don de gentes, sentido del humor y talento para los negocios. Además del fondo que hoy custodia el Museu Nacional d’Art de Catalunya, cultivó un coleccionismo de tipo ecléctico, que incluía el acopio de diarios, revistas, antigüedades y pinturas. Interesado por la cultura, su inquietud lo llevó a practicar el dibujo, escribir poemas e incluso a ser actor, con cierta fortuna, en el Centro Católico de Sants.
En 1925 inició la edición, junto a sus hermanos, de la Gaseta de Sans. Periòdic de sabor local. Se trataba de una revista de periodicidad anual que pregonaba las exquisiteces que se vendían en el negocio familiar, la Casa Agell, durante las fiestas navideñas. Los textos, que en general elogiaban el establecimiento, se complementaban con ilustraciones de Gaietà Cornet, Miret, Joan, Malloz, Castanys, Llaverias, Abel o Moreno, entre otros dibujantes.
El negocio más famoso de Miquel Agell, fundador de varias empresas, fue sin duda el desaparecido Mesón de las Golosinas Españolas, que abrió en la céntrica avenida del Portal de l’Àngel de Barcelona apenas terminada la Guerra Civil.
El Mesón de las Golosinas Españolas
En este establecimiento, Miquel Agell supo introducir el arte como reclamo publicitario. El emblema de este paraíso de los golosos era El mesonero, obra de Joan Garcia Junceda: un señor regordete y risueño que iba en mangas de camisa y delantal, llevaba calzones y zapatos del siglo xviii y repartía caramelos que sacaba de una gran bolsa. Joan Bazan Castro trasladó con algunas modificaciones el dibujo de Junceda al exlibris «MIQVEL / AGELL / NADAL» que tiene por leyenda «PREVENISTI [sic] / EUM IN BENEDIC / TIONIBUS / DULCE / DINIS».
El Mesón de las Golosinas Españolas aparece citado asiduamente en la prensa. En el reportaje fotográfico que figura a toda página en La Vanguardia del 15 de abril de 1943 se muestran los paneles de cerámica que flanqueaban la entrada. En uno se puede leer: «Se sirven buenas meriendas / en los bajos del Mesón / a los que han apetito / y en la bolsa algún doblón». En otra imagen se pueden ver expuestos «[…] bartolillos de Madrid, «chuchos» de Gerona, tortas de Alcázar, mantecados de Astorga, y otros apetitosos dulces que nos vuelven la boca agua».
También sabemos a través de noticias de prensa que el polifacético artista de Sarrià Pere Queraltó (Barcelona, 1889-1967) instaló en los salones del Mesón de las Golosinas un panorama de la ciudad de Zaragoza en 1943, un diorama de Montserrat en 1944 y, en 1945, un pesebre que se iluminaba por la noche y tenía como fondo la población vallesana de Palau-solità.
Entre otras informaciones sobre los encargos artísticos de Miquel Agell consta que el ceramista de Sants Salvador Sunet Urgellés (Barcelona, 1891-1949) participó en la ornamentación del Mesón con un plafón cerámico que representaba jinetes de la comitiva de los Tres Tombs de Sant Andreu con roscones en brazos. Pero seguramente la obra más espectacular que este autor realizó para Agell —con la colaboración de su hijo Salvador Sunet Pahissa (Barcelona, 1918-1997)— fue el soporte cerámico de un tema bastante estimado por el dueño del Mesón, la procesión del Corpus de Barcelona en el siglo xviii, del que se dice que medía catorce metros.
La primera venta de la Colección Agell
Con cuarenta y cinco años y dos hijos —Miquel Lluís y Josep Oriol—, Miquel Agell estuvo recluido en la cárcel Modelo de Barcelona entre el 26 de marzo y el 13 de julio de 1937.
Jesús Alturo i Perucho dedica un capítulo de su libro El calze i la lira entre reixes (2008) al poema sobre la celebración del día de Corpus, el 28 de mayo de 1937, que Agell escribió en catalán y debió de traducir él mismo al castellano.
En el archivo de la familia Agell hay dos noticias que se pueden asociar a la colección que hoy se encuentra en el Museu Nacional. Por un lado, un aviso que afirma: «La mitad del importe de la venta de estos dibujos se destina a fines benéficos para los reclusos a criterio del presidente del Comité de Presos de esta galería». Por otro, una hoja escrita a mano por las dos caras en la que figura una relación de 74 obras. Incluye números de registro, nombres de artistas, una tasación de entre 1 y 15 pesetas para cada ejemplar y algunos apellidos. Hay una suma total en cada cara: en una «100 pts», «12/4/37 55 pts á Gavin» y en la otra «54 pts», «á Gavin 27 pts 9/5/37».
Estos datos expresan que Miquel Agell donó la mitad del dinero obtenido por la venta de dibujos –que realizó en dos tandas—, al presidente del comité de la galería donde estaba encarcelado, Miquel Gavín Sagàrdia, católico y miembro como él de la facción jaimista, partidaria del pretendiente carlista Jaime de Borbón y de Borbón-Parma. Se trata de obras de Marià Foix, Ricard Opisso, Baldomer Gili Roig, Feliu Elias Apa, Jaume Juez Xirinius y un buen número de producciones de Josep Costa Ferrer (Ibiza, 1876 – Palma, 1971), conocido como Picarol, que debieron de adquirir personas distintas —anotó el apellido de algunas—. Entendemos que estos dibujos pertenecían al fondo de la Editorial López, que Miquel Agell había comprado no sabemos a quién ni cuándo, y que tal vez formaban parte de lo que podríamos llamar la primera venta de la Colección Agell.
Paradójicamente, las afinidades políticas y creencias religiosas de Miquel Agell no podían estar más alejadas del republicanismo y el anticlericalismo que proclamaban a los cuatro vientos los textos y chistes de La Campana de Gràcia y L’Esquella de la Torratxa y sus respectivos almanaques. Aun así, reunió y custodió casi 17.000 obras.
La segunda venta de la Colección Agell
Fue Montserrat Puigdomènech, viuda de Miquel Agell, quien ofreció a la Junta de Museos de Barcelona la compra de la colección de dibujos procedentes de la Editorial López, adquirida por su esposo.
El 12 de abril de 1962, la Junta acordó nombrar una ponencia formada por el periodista y catedrático de Historia Alberto del Castillo (Oñati, 1899 – Barcelona, 1976), el entonces director del Museu d’Història de la Ciutat y del Arxiu de la Corona d’Aragó, Frederic Udina (Barcelona, 1914-2011), el historiador Josep Maria Garrut y el director general de los Museus d’Art de Barcelona y director del Museu d’Art de Catalunya Joan Ainaud para que dictaminaran sobre el interés y valor de la colección.
Según nos ha comentado la familia Agell, Frederic Udina era conocido de Miquel Lluís Agell Puigdomènech. Es posible, pues, que Agell hijo hablara a Udina del fondo familiar y Udina se prestara a realizar las gestiones oportunas ante el Ayuntamiento, lo que favoreció el ingreso de la colección en una institución pública.
En la sesión de la Junta de Museos celebrada el 9 de junio de 1962 se informó favorablemente sobre la adquisición de los originales —considerados insustituibles para el conocimiento del arte barcelonés de la ilustración— por un mínimo de 250.000 pesetas.
Un decreto del alcalde de Barcelona del 27 de mayo de 1963 autorizaba dicho gasto para atender la adquisición del fondo. Desde entonces, la singular y fascinante Colección Agell —de la que hoy, después de una revisión reciente, nos atrevemos a decir que está formada por 16.698 obras de más de quinientos autores diferentes— se conserva en el Museu Nacional d’Art de Catalunya.
Valoración del contenido de la Colección Agell
A grandes rasgos podemos afirmar que estamos ante un fondo que manifiesta los condicionantes históricos que determinaron su gestación. De entrada, fue el resultado de un proceso de acumulación, casi azaroso, sin que por parte de su propietario hubiera una voluntad programada de construir una colección con unos objetivos definidos. Por lo tanto, no sorprende que uno de sus principales elementos distintivos sea la heterogeneidad, a la que hay que sumar la irregularidad.
En cualquier caso, estas limitaciones no le restan valor ni mérito, dado que estamos ante un conjunto de gran relevancia artística y gran interés histórico que refleja la importancia del dibujo humorístico vinculado a la eclosión de las publicaciones periódicas en la prensa catalana, en un período de una gran efervescencia política y gran conflictividad social. En este contexto, como ya se ha indicado, tanto La Campana de Gràcia como L’Esquella de la Torratxa se convirtieron en dos semanarios de carácter político fundamentales para entender la tarea desarrollada por un gran número de dibujantes —ilustradores reconocidos, en términos populares, como ninotaires (dibujantes de monigotes)— que con su imaginación y talento contribuyeron al éxito de las publicaciones.
Más allá de las vicisitudes o los avatares formativos, queremos valorar algunos aspectos de su contenido y principales características. El primer aspecto que debemos destacar es la importancia cuantitativa. Con anterioridad ya hemos mencionado que se trata de un conjunto formado por más de 16.000 dibujos originales, lo que lo convierte, con gran diferencia, en el fondo más importante del Gabinete de Dibujos y Grabados del Museu Nacional d’Art de Catalunya. Tan solo hay que recordar que el segundo lugar, con relación al volumen de obras, lo ocupa la colección formada por el escritor y crítico de arte Raimon Casellas, integrada, mayoritariamente, por un grupo de más de 4.000 dibujos de época antigua.
La tercera posición la ocupa la colección del polifacético artista Apel·les Mestres, que también reúne un número de obras superior a los 4.000 ejemplares. En este caso, a diferencia de las dos anteriores, no se trata de un repertorio formado por un amplio abanico de artistas ni tampoco permite efectuar un recorrido por un segmento cronológico muy extenso, que en el caso de la Colección Casellas va del siglo xv al xx. En cambio, la mayoría de las composiciones que forman el fondo Apel·les Mestres son creaciones del propio autor y presentan un alcance cronológico limitado, básicamente el que dibuja la vida artística de su autor.
Para valorar la dimensión real de la Colección Agell conviene recordar que representa casi un tercio de la totalidad del fondo de dibujos del Gabinete de Dibujos y Grabados (un conjunto aproximado de 50.000 obras). Sin duda, este criterio cuantitativo ya es un indicador ilustrativo de una colección que nos acerca a la eclosión del fenómeno del humor gráfico en Cataluña. Es cierto que la colección del Gabinete también incluye algunos episodios que se enmarcan en esta misma temática y que se documentan por parte de otros artistas como, por ejemplo, Ramon Casas, Feliu Elias, llamado Apa, Xavier Nogués, Modest Urgell, Apel·les Mestres, Xavier Gosé, Isidre Nonell o Ismael Smith, por mencionar solo a algunos de los que cultivaron el chiste visual, ya fuera en forma de caricatura o, incluso, de colaboración puntual con publicaciones periódicas de la época. Sin embargo, ninguno de estos episodios se puede comparar, por su entidad y relevancia, con lo que representa una colección que, desde este punto de vista, forma un bloque monolítico y sin ninguna interferencia temática.
Incluso la Colección Partagás, formada por un grupo de más de 900 dibujos, no presenta la misma homogeneidad, a pesar de los elementos de contacto, dado que buena parte del fondo también tiene una relación directa con la práctica del dibujo de ilustración.
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