Coleccionistas que han hecho museos

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Jornada «Coleccionistas que han hecho museos». Foto: Marta Mérida

Si por algo destacan los museos en Cataluña es por ser fruto, no de antiguas colecciones reales como es el caso de los museos reales belgas o, más cerca, del Museo del Prado, sino de colecciones privadas que han sido adquiridas, legadas, donadas o cedidas a la Junta de Museos o a los propios museos. Acabamos de celebrar en el museo una jornada con un título muy sugerente: Coleccionistas que han hecho museos. No se trata solo de un título sugerente, sino también de una reflexión muy adecuada si pensamos en clave de museos en Cataluña.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la ciudad de Barcelona gozaba de gran riqueza cultural, acentuada gracias al buen trabajo de la Junta de Museos de Cataluña (nacida en 1902 y con la incorporación dela Diputación de Barcelona en 1907) y la Asociación de Amigos de los Museos de Cataluña (de 1933).

Fue en ese marco que empezó a destacar el papel de los coleccionistas privados, mecenas que, después de la revolución industrial, adquirieron un poder económico que les permitió reunir grandes colecciones. Algunos de ellos son parte de los nombres de los que se habló durante la jornada: Enric Batlló, Lluís Plandiura, el político Lluís Cambó, y artistas, alejados de los círculos económicos y de poder, como Eusebi Valldeperas o el propio Josep Pascó, a quienes les movía seguramente un sentimiento más erudito.

Fuere como fuere, sus colecciones, reunidas a lo largo de los años, ya fuese por un sentimiento patriótico y de servicio al país, o un ideal artístico o un interés monetario, o incluso por necesidades económicas del propietario, acabaron, en la mayoría de ocasiones, formando parte de los fondos de los museos catalanes.

La colección Plandiura en el museo

El Museu Nacional no sería la institución que es actualmente, sino fuese por la adquisición por la Junta de Museos en 1932 de las más 2.000 piezas de la colección Lluís Plandiura.

Plandiura responde al perfil del hombre industrial, y sin duda uno de los coleccionistas catalanes más importantes del siglo XX. Reunió a lo largo de su vida miles de objetos artísticos de todas las épocas, hasta crear un museo propio en su casa. Mireia Berenguer comenta que quiso hacer de su colección privada un museo público, rompiendo con el recelo habitual de algunos coleccionistas de arte y su intimidad. Se enorgullecía y alegraba de poder abrir sus puertas para que todo el mundo pudiese disfrutar del arte, hasta que en 1932 vendió esta colección a la Junta de Museos.

Juego visual de una sala de arte moderno con y sin las obras de la colección Plandiura

Berenguer destacó la gran importancia de esta colección, no solo por su magnitud, sino por la calidad de sus obras. “Si vaciáramos las salas del museo de obras procedentes de la adquisición Plandiura, quedarían las paredes medio vacías”, no en vano, en el museo hay más de 1.300 obras de esta colección que, como hemos dicho, no es solo un fondo numeroso, sino variado, que enriqueció tanto la colección medieval como la de arte moderno y, especialmente, la de carteles.

De medieval, destacan los únicos frontales “firmados” que se conservan en el museo: el Frontal de altar de Chía y el Frontal de altar de Cardet, ambas obras de Iohannes, realizadas en un taller de la Ribagorza, y como dato curioso una Virgen que una norteamericana quería comprarle sí o sí al propietario.

También obras tan emblemáticas del museo y, a la vez icónicas, como La pereza, de Ramon Casas, o Pueblo escalonado, de Joaquim Mir, formaron parte de la colección de Lluís Plandiura.

Frontal de altar de Cardet, segunda mitad del siglo XIII

Joaquim Mir, Pueblo escalonado, hacia 1906-1909

Merece una mención especial su fondo de carteles que, conjuntamente con los que ingresaron en el museo de la colección de Alexandre de Riquer, constituyen los pilares fundamentales de esta colección. Dos ejemplos a mencionar son Nestlé’s Condensed Milk, de Théophile Alexandre Steinlen, y Thé Rajah, de Henri Meunier.

Théophile Alexandre Steinlen, Nestlé’s Condensed Milk, 1894 o 1985

Henri Meunier, Thé Rajah, 1897

Enric Batlló, industrial textil, que da nombre a una majestad del museo

Batlló fue un industrial miembro de la familia que fundó en Barcelona la fábrica textil Can Batlló, que posteriormente se convirtió en la Escuela Industrial, y un coleccionista y mecenas muy generoso y de perfil muy ecléctico. Por eso, con la organización de las colecciones del museo de Barcelona, hay piezas de la colección Batlló en el Museu del Disseny, en el Museu de la Música y en el Museu Nacional, entre otros.

La donación desinteresada de este coleccionista en 1914 a la Diputación de Barcelona, tal como nos comentó Bonaventura Bassegoda, fue de más de 900 piezas, 118 de las cuales forman parte actualmente de los fondos del Museu Nacional. Comprende obras de artistas tan destacados como Ramon Amadeu, Joaquim Vayreda o Manuel Pereira, entre otros. La mayoría de piezas de la colección Batlló, en el museo, enriquecen las colecciones de Renacimiento y Barroco.

A pesar de eso, la pieza más conocida es la Majestad Batlló, una majestad románica de mediados del siglo XII que ha tomado como nombre el apellido del coleccionista que la depositó en 1914 a la Diputación de Barcelona.

Majestad Batlló, mediados del siglo XII

Maties Muntadas, otro representante del mundo industrial

Muntadas era propietario de La España Industrial, pero como mucha de la burguesía de la época, también era un aficionado al arte que conocía los pintores más reconocidos del momento.

No se puede hablar de la colección de Muntadas y no entrar en el trabajo de salvaguarda del patrimonio artístico por parte de la Generalitat Republicana durante la Guerra Civil Española (1936-1939), tal como hizo Yolanda Pérez Carrasco, en su comunicación. En ese momento, muchas de las colecciones privadas fueron confiscadas rápidamente por la Generalitat Republicana al inicio del conflicto, que las trasladó para su conservación. La colección Muntadas viajó desde Barcelona a Olot, Darnius y Ginebra, acompañando las obras del museo, que también fueron alojadas en Olot y Darnius. Acabada la contienda, la colección quedó fragmentada y solo se pueden realizar hipótesis sobre el numero original de piezas que conservaba la colección. En esa época, mucha de la documentación se perdió o, directamente, ya no existía, puesto que muchas de las obras no se consideraron suficientemente importantes como para ser documentadas.

Pese a estas vicisitudes, el Museu Nacional conserva en sus fondos unas 200 obras de la colección Muntadas. Aunque su mayor aportación es en Gótico, e incorpora nombre de artistas tan relevantes como Bernat Martorell (Martirio de santa Eulalia), Bernat Despuig (Retablo de santa Ana) o Jaume Huguet (Virgen), algunas de las piezas más conocidas del arte del Renacimiento y Barroco del museo proceden también de esta colección.

Destacan piezas como el San Cándido de Ayne Bru o el Tríptico con Calvario, san Antonio Abad y santa Catalina, del Maestro de la Adoración von Groote, que lucirán con todo su esplendor en la nueva presentación de la colección de Renacimiento y Barroco, que se podrá ver a finales de año en el museo.

Ayne Bru, San Cándido, 1502-1507

Jaume Huguet, Virgen, hacia 1450

Francesc Cambó, el autor de uno de los legados más valiosos para el museo

El político y mecenas Francesc Cambó legó al museo 50 pinturas de los grandes maestros europeos de entre los siglos XIV y XIX. Pese a que no es ni de lejos la aportación más numerosa de las que venimos hablando hasta el momento, sí que es la aportación desinteresada de más valor que ha recibido el museo.

Lucas Cranach (el Viejo), Pareja amorosa desigual, 1517

Los primitivos italianos muestran el paso del arte medieval gótico al Renacimiento. La perfección técnica del Cinquecento se expone en las pinturas de Sebastiano del Piombo y Tiziano. Entrontramos grandes momentos en la exuberancia de Rubens con la obra Lady Altheia Talbot, condesa de Arundel, la sátira protestante de Lucas Cranach, «el Viejo» con la obra Pareja amorosa desigual, y el humor en las escenas carnavalescas de Tiepolo, de entre las que destaca El minué.

Finalmente, los detalles de modernidad llegan con los dos retratos de Fragonard, Jean-Claude Richard, l’abbé de Saint-Non, vestido a la española, y Quentin de La Tour, Pierre-Louis Laidequieve, y de Goya, con la Alegoría del Amor, Cupido y Psique y Manuel Quijano.

Cambó configuró casi toda su colección en menos de diez años, de 1927 a 1936, con el asesoramiento de expertos como Bernard Berenson o Joquim Folch i Torres. Pero, aunque sabemos muchos de los aspectos tanto del personaje como de su colección, Imma Socias nos lanza un guante y nos invita a seguir investigando: donde compró, quienes eran sus vendedores… aún hay muchos interrogantes por responder que no agotan el tema.  

Camil Fabra, el coleccionista “de las buenas maneras”

Laia Alsina habló de Camil Fabra, miembro de la burguesía catalana, de tradición comercial y banquera, y también político. En la joyería “Can Masriera”, recordaban a la marquesa de Alella como una de sus clientas habituales, y los bailes en casa de los marqueses eran noticia en los periódicos, no en vano Camil Fabra es el autor de un Código o deberes de buena Sociedad y uno de los personajes más destacados de la vida social barcelonesa del momento.

La pasión por Barcelona, le llevó a legar su colección de 120 cuadros a los museos de la ciudad, obras de algunos de los autores más importantes de la época. Así, las cerca de noventa obras que se conservan en el Museu Nacional, mayoritariamente, han enriquecido los fondos de pintura de arte moderno.

Destacan nombres como Josep Benlliure, Modest Urgell y Romà Ribera, y dos obras singulares, recientemente incorporadas en la nueva presentación de arte moderno: La mujer con los zancos y Pescadora, de Jan van Beers.

Jan van Beers, Pescadora y La mujer con los zancos, 1878

Coleccionistas y artistas al mismo tiempo: Eusebi Valldeperas y Josep Pascó

Del legado de Valldeperas en los museos de Barcelona, 600 objetos arqueológicos, solo se han localizado 3. El resto lo conocemos por los dibujos que forman parte de un álbum conservado en el Gabinete de Dibujos y Grabados.

En el Museu Nacional se conservan 200 dibujos de tipo académico, que ilustran su proceso de formación artística, tal y como expuso Francesc Quílez.

“Quería estudiar un coleccionista y descubrí a un excelente dibujante”, sentenció Quílez.

Eusebi Valldeperas, Cerámica romana, 1874

Eusebi Valldeperas, Figuritas de bronce y Mercurio, 1874

Pascó, dibujante, cartelista y decorador, fue también un eminente coleccionista de arte, especialmente textil, y brillante profesor de arte. Llegó a enseñar a artistas como Miró.

Era uno de los habituales ofertantes de la Junta de Museos y, como hombre detallista, en sus ofertas siempre ofrecía una carta de presentación de la obra con tanta información como disponía, así como fotografías de la obra.

Desgraciadamente, en el museo no tenemos ninguna de las obras de su colección privada.

Sí, pero, que tenemos reflejada su vertiente artística, con 14 de sus obras, que llegaron en el museo en 1911, de las manos de otro de los coleccionistas que han sido capitales para la formación de los fondos: Raimon Caselles.

A modo de conclusión, vemos que hay mucho trabajo de investigación y de documentación. Desde el museo queremos rendir homenaje a estos coleccionistas que han sido clave para la riqueza patrimonial de nuestro país.

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