130 aniversario de la llegada de Torres-García a Barcelona (1892-2022): Torres-García en las colecciones del Museu Nacional/2

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Eduard Vallès

Este texto es la continuación del artículo inmediatamente anterior y completa la visión sobre la colección de obras del artista Joaquín Torres-García presentes en el Museo Nacional. Este año se cumple el 130 aniversario de la llegada y establecimiento del artista uruguayo en Barcelona, ciudad en la que residió —y donde se formó como artista— durante casi tres décadas. El texto analiza sumariamente las obras de Torres-García a partir de un criterio cronológico con el objetivo de establecer un cierto correlato vital. En la primera parte del texto se hacía referencia a sus inicios como artista en Barcelona pertenecientes al período de formación bajo la égida del Modernismo y, posteriormente, se analizaba su período neoclásico. La segunda y definitiva parte del texto sigue a continuación.

Obras de Joaquim Torres-García en la sala 72 de Arte Moderno del Museu Nacional.

Programas decorativos destruidos y truncados

Como testigo indirecto de la pintura al fresco destaca una composición de carácter religioso de 1908. Se trata de un esbozo al óleo que pintó con motivo del encargo de decorar la capilla del Santísimo Sacramento de la iglesia de Sant Agustí, en el barrio del Raval de Barcelona, ​​concretamente un total de seis grandes pinturas. 

Joaquim Torres-García. Projecte de decoració mural de la capella del Santíssim Sacrament de la parròquia barcelonina de Sant Agustí. 1908. Óleo sobre lienzo. 36,5 x 70 cm

Desafortunadamente, este conjunto fue destruido, como tantos otros de carácter religioso, justo al inicio de la guerra civil española en 1936. Gracias a este esbozo, a varias fotografías y al propio testimonio del artista, tenemos una idea del conjunto y sabemos, por ejemplo, que las pinturas seguían modelos procesionales y representaban escenas como la institución de la eucaristía o el viático, e incluso el artista aparecía autorretratado en una de las composiciones. Como curiosidad de esta obra cabe destacar la dedicatoria, nada menos, que a Enric Prat de la Riba quien, como presidente de la Mancomunitat de Catalunya, le encargó la decoración del Salón de Sant Jordi del actual Palau de la Generalitat: «A D. Enrich Prat de la Riba / Cordialmente / J. Torres García». Esta obra es un depósito de la Generalitat de la dación Prat de la Riba Aymamí (2000).

Desde 1913 trabajó en los murales del Salón de Sant Jordi de acuerdo con un programa decorativo muy pensado y trabajado por el artista, pero el proyecto quedó interrumpido a raíz de la muerte de Prat de la Riba en 1917. En el año siguiente Josep Puig i Cadafalch, su sucesor, decidió dar por terminado el proyecto que había ocupado al artista durante aproximadamente un lustro, con el consiguiente descalabro para el pintor, sobre todo de orden anímico. Precisamente de ese período, hacia finales de la década de 1920, data otro par de obras de las colecciones del museo. Destacamos el único autorretrato de la colección, una tinta sobre papel de hacia 1917 del Gabinete de Dibujos y Grabados procedente del Legado Rossend Partagàs (1945). En este retrato a tinta, esquemático, Torres se representa visiblemente envejecido, una circunstancia que no puede desligarse de una situación que le había afectado intensamente.

Joaquim Torres-García. Autorretrato. Cap a 1917. Tinta a la ploma sobre paper. 8,7×7,6cm

De la ordenación rural a la ciudad industrial

Pero la obra más relevante es Ciudad, un óleo sobre cartón elaborado en 1918 y adquirido ese mismo año. Esta obra pertenece a un momento clave en su carrera, con un giro en clave vanguardista, más en consonancia con propuestas coetáneas más modernas. Su obra evoluciona desde unos códigos visuales clásicos —generalmente rurales y arcádicos— hacia otros abiertamente urbanos e industriales. La ciudad como espacio dinámico y cambiante se convierte en motivo de sus creaciones, y en esta pintura muestra el puerto de Barcelona en una visión frontal con varias escenas que se producen a la vez pero en un mismo espacio, aún sin el atrevimiento de los planos fragmentados y simultáneos que veremos también en su obra. 

Joaquim Torres-García. Ciudad. Hacia 1918. Óleo sobre cartón. 52 x 72,2 cm

Todas las pinturas comentadas hasta ahora tienen como común denominador que se elaboraron en Cataluña, donde residió aproximadamente la mitad de su carrera artística. Las tres piezas finales pertenecen a períodos posteriores a esta estancia y también responden a registros completamente alejados entre ellos. De mediados de los años veinte data la tabla Construcción arquitectónica con figuras, una obra en depósito desde 2004 perteneciente a la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Se trata de la única tabla de este artista expuesta en las salas del museo, donde replica con un nuevo material, la madera, los modelos clásicos que protagonizaron su obra de principios del siglo XX. En este caso se trata de pintura al temple sobre madera, otro elemento que singulariza esta obra. 

Joaquim Torres-García. Construccion arquitectónica con figuras. 1925 o primera mitad de 1926. Temple sobre tabla. 50x 52cm.

Aproximadamente del mismo periodo es el óleo Española, un depósito de la Generalitat de Catalunya procedente de la Colección Riera (1995). Es una pintura oscura, en la línea de muchos retratos que pintó durante su madurez, de tonalidades normalmente negras y marrones, a menudo representando rostros deformados o alargados, o composiciones de resonancias primitivistas. En este caso estamos ante una figura femenina con ornamentación folclórica, un abanico y una mantilla, una iconografía no muy habitual en la producción de Torres-García. 

Joaquim Torres-García. Española. 1926. Óleo sobre lienzo. 46x56cm.

La obra más tardía de la colección es una pintura del año 1939 que ya llevó a cabo en Uruguay. Torres-García había vuelto a su país de nacimiento en 1934, donde fue recibido con todos los honores y tratado como una verdadera institución. La obra forma parte de la Colección Nacional de Arte –un depósito de la Generalitat de Catalunya (1995)– y representa un tren sobre un puente con su clásica fragmentación y de gran fuerza cromática. El título de la obra, muy elocuente, destaca en color blanco sobre el negro de la locomotora: Uruguay. El tren de Torres-García se aproximaba al final, y sería en ese mismo país donde moriría en 1949, solo diez años después de terminar esta obra.

Joaquim Torres-García. Uruguay. 1939. Óleo sobre lienzo. 46,6x64cm.

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