Todo es un pararrayos, excepto un rayo

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Antonio Ortega

Las indicaciones a un dibujante novato para que traslade nociones de perspectiva a la composición de un dibujo son muy simples e intuitivas: cerca de la línea de horizonte es lejos, lejos de la línea de horizonte es cerca; grande es cerca, pequeño es lejos, y podríamos continuar con multitud de consejos similares. Así, de forma similar, deducir la jerarquía de los diferentes elementos arquitectónicos a partir de su situación en el espacio también es muy sencillo e intuitivo.

Lo que sorprende, en el caso del edificio del Museu Nacional d’Art de Catalunya, es que la percepción que tenemos de cuál es el elemento arquitectónico más relevante no coincide si miramos al museo desde dentro o desde fuera.

Desde el exterior, podemos consensuar que lo más destacado es la cúpula de la fachada. Para darle máxima visibilidad e imponer el perfil imponente desde la ciudad, el edificio se construyó a partir de una planta de inspiración basilical que se rotó 180° para ofrecer a la ciudad la perspectiva de la cúpula que corona el ábside, en lugar de la del pórtico.

Así, el visitante del museo no accede por la puerta de entrada , sino que lo hace por una apertura que, en una verdadera construcción basilical, correspondería al presbiterio, un espacio tradicionalmente limitado por muros ciegos que tienen la finalidad de acoger el altar con toda solemnidad. Sus paredes suelen estar abundantemente decoradas con tallas o pinturas, como la que seguramente es la más icónica de todas las obras del museo: la representación de Cristo en majestad de Sant Climent de Taüll.

Este giro del edificio provoca que la parte que corresponde al pórtico sea ahora la fachada posterior. Por otro lado, la verja que limita los jardines de la residencia real del Palauet Albéniz ha restado dignidad a la perspectiva original al disminuir el espacio de paseo y la vista. Hoy es la puerta de entrada a las oficinas.

El elemento que domina cuando contemplamos y entendemos el edificio desde dentro es el ámbito destinado a las recepciones, que siempre ha tenido esta función, un espacio de dimensiones generosas que se nos presenta perpendicular al eje natural del edificio. Se trata de la Sala Oval —equivalente a la nave central—, que discute el protagonismo a la cúpula de la fachada en importancia jerárquica.

©Juan Eduardo De Cristófaro, 2013

El museo habilitó años atrás el acceso a las azoteas del edificio y su visita ya forma parte del recorrido habitual. Dominan el tejado varias cúpulas de estilo churrigueresco que contrastan, por frívolas, con la central de la fachada, que se construyó tomando como referencia formal la Basílica de San Pedro del Vaticano y también la cúpula del Capitolio de Estados Unidos en Washington. Las tres comparten una apariencia similar, pero son extremadamente distintas en cuanto al elemento que se sitúa sobre las linternas. Si bien, como era de esperar, la cúpula de San Pedro está coronada por una cruz sobre una bola dorada, la del Capitolio lo está por una estatua, llamada de la Libertad, sobre un pedestal con la inscripción «E pluribus unum» (‘De muchos, uno’).

Cúpula del Capitolio en Washington / Cúpula de San Pedro del Vaticano en Roma

Debemos añadir que tanto la cruz como la representación de la libertad tienen un enorme valor simbólico y que, en ambos casos, mantienen una relación muy connotada respecto al sentido y la función del edificio que completan: el Vaticano se define a sí mismo como el centro de la cristiandad y, de alguna manera, el Capitolio lo hace como el de la libertad.

En todo caso, el elemento que encumbra la linterna de la cúpula de la fachada del Museu Nacional es un pararrayos. Y no es el único desplazamiento de sentido que encontramos en el edificio. Los nueve haces de luz que iluminan el cielo por la noche y recortan el contorno del Palacio Nacional, como rayos que salen del edificio, están generados por reflectores antiaéreos dispuestos sobre la parte baja de cúpula de la Sala Oval.

Instalación Mano pararrayos en la cúpula del Museu Nacional. ©Museu Nacional d’Art de Catalunya-Marta Mérida

Cabe decir que ésta, por la propia forma que le da nombre, no remata en un punto, sino en una línea, en cuyos extremos hasta hace poco se situaban dos pararrayos más. En noviembre de 2021 se añadió otro en el centro de la cúpula de la Sala Oval, acabado con la reproducción en metal de la mano del Cristo en majestad de Sant Climent de Taüll en la parte superior.

Recordemos que esta pintura reproduce, en un lado, la letra griega alfa y, en el otro, la omega , y de las dos salen rayos como los de los reflectores. Quizás esta mano tenga la capacidad de desafiar el cielo y, más que detener los rayos, mandarlos de vuelta.

Instalación Mano pararrayos en la cúpula del Museu Nacional. ©Museu Nacional d’Art de Catalunya-Marta Mérida

En todo caso, la Mano pararrayos se apropia de la carga jerárquica del espacio que ocupa convirtiendo el edificio que la soporta en su peana necesaria, a la vez que lo interroga por su sentido, igual que lo hacen la cruz de San Pedro del Vaticano y la  estatua de la Libertad del Capitolio.

Antonio Ortega

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