Nacho Granero
El Museu Nacional d’Art de Catalunya celebra su buena sintonía con el mundo de las viñetas con la nueva exposición dedicada al gran Osamu Tezuka. Inaugurada durante la última edición del Salón del Manga de Barcelona, la muestra ofrece un increíble paseo por las páginas originales que salieron de los lápices del maestro japonés.
Osamu Tezuka © Tezuka Productions
La producción de Osamu Tezuka está inevitablemente ligada al Japón contemporáneo. Cuando comienza a dibujar de manera profesional, en 1951, el país nipón está ocupado por el ejército estadounidense, que ejerce de garante de la paz. La cultura norteamericana, por tanto, entra con una enorme fuerza a un Japón en reconstrucción después de la devastación bélica que supuso la Segunda Guerra Mundial para el país nipón. Osamu Tezuka queda fascinado con las películas de Walt Disney, reconociendo que había visto más de 50 veces algunos de sus títulos. También llegaban cómics estadounidenses a la isla, como las aventuras de Superman, un superhéroe a quien también admiraba el joven Tezuka.
La renovación del manga por Osamu Tezuka
Con estos mimbres, Osamu Tezuka renueva un género: el manga. Si bien ya existía el manga en Japón, estaba más relacionado con la ilustración que con contar historias con dibujos. También había tiras de cómic en el país nipón, pero Tezuka les añade una nueva forma de explicar la narración, con efectos tomados directamente del lenguaje cinematográfico. Los planos, los zooms, el movimiento entre las escenas: son elementos que Osamu Tezuka incluye en sus viñetas para fascinarnos con las narrativas. Y puso a las figuras ojos grandes y brillantes, que se asocian con las compañías de actrices femeninas del Gran Teatro Takarazuka, a las que su madre era muy aficionada.
Con esta estética, Tezuka puso las bases para el manga y el anime que reconocemos hoy en día. Su trabajo obtuvo una veneración a partir de la generación posterior a la suya, la de millones de japonenses que leyeron sus historias con fruición. Entre todos, los dibujantes elaboraron su producción a partir de las enseñanzas estéticas y temáticas de Osamu Tezuka, como veremos tras repasar la producción del maestro.
Las creaciones de Osamu Tezuka, el dios del manga
La exposición del Museu Nacional muestra la obra de Osamu Tezuka de manera cronológica. Comenzó siendo un gran autor de historieta infantil, dibujando aquellas tiras que le hubiera gustado leer de niño y adolescente, cuando él mismo creaba obras para alimentar su imaginación. Su primera gran obra, conocida internacionalmente como Kimba, el león blanco (1950-1954), presenta una historia que, irónicamente, plagiaría Disney de forma descarada en la década de 1990: la influencia de Ozuka se materializaba definitivamente en el estudio que tanto contribuyó a su obra, cerrando un círculo de la creatividad.
Kimba, el león blanco, Osamu Tezuka © Tezuka Productions
Kimba, el león blanco, Osamu Tezuka © Tezuka Productions Foto: Marta Mérida
Japón se levanta como potencia económica a partir de los años 50. Por un lado, el desarrollo editorial permitía la concentración de dibujantes en Tokyo, con una nueva generación de artistas. Por otro, la industria local conoce un extraordinario crecimiento, con un gran protagonismo de la robotización. En este contexto, nace Astroboy (1952-1968), un niño-robot que se convirtió en un auténtico fenómeno de masas. Se trata de una obra de ciencia ficción donde la lucha del bien y el mal se mezcla con el humor y unas dosis pequeñas de drama. En 1963 Astroboy dio el salto a la animación, primero en Japón, después en el resto del planeta.
Astroboy, Osamu Tezuka © Tezuka Productions Fotos: Marta Mérida
El cerebro creativo de Tezuka seguía yendo más allá: La princesa caballero (1953-1956) presenta a la Princesa Zafiro en una inventada Europa medieval. Su familia noble la ha reconocido como un hombre, a pesar de que es una mujer, para que pueda vencer la ley sálica imperante en su reino. La figura de la mujer aparece rompiendo todos los roles de género, mucho más presentes en la sociedad japonesa.
La princesa caballero, Osamu Tezuka © Tezuka Productions
Mientras el manga crecía en Japón, también lo hacían sus lectores. Tezuka lucha para ser reconocido como un autor novedoso, que sabe adaptarse a un nuevo público que no solo es infantil. Así aparecen títulos que revisan la historia: Fénix, Buda y Adolf. La primera está considerada la obra maestra de su producción. Son 12 volúmenes, cada uno ambientado en un periodo histórico de Japón, de la prehistoria hasta el futuro más lejano. El nexo es la búsqueda de la inmortalidad de los hombres a través de la sangre del Fénix, un pájaro místico.
Dibujos de Fénix y Buda, Osamu Tezuka © Tezuka Productions
En Adolf se explica la convivencia de dos niños que comparten ese nombre y que conviven en Japón en los años 30: uno pertenece a una familia judía y otro es hijo de unos diplomáticos alemanes. Un tercer Adolf condicionará, primero su pensamiento y después su actitud ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esta magnífica obra se comenzó a publicar en 1982. Curiosamente, dos años antes, otro autor, Art Spielman, iniciaba otra historieta en la que la Segunda Guerra Mundial se veía a través de los ojos de personajes anónimos que también luchan por sobrevivir a las decisiones de los dirigentes nazis. Hablamos de Maus, basada en hechos reales.
El legado de Osamu Tezuka
Los dibujos originales de las historietas de Osamu Tezuka se pueden disfrutar hasta el 6 de enero en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. En ellos se explica cómo Tezuka es el gran responsable de construir el género del manga. Y de llevar esta muestra de la cultura propia del Japón contemporáneo a todo el mundo, de manera masiva, trascendiendo todas las fronteras, incluso antes que otros productos nipones tan internacionales como los videojuegos, el karaoke, el sushi o el ramen.
Para señalar el enorme del legado del dios del manga, basta mencionar la historia de un creador magistral como Miyazaki, fundador del Estudio Ghibli y responsable de obras maestras como La princesa Mononoke o El Viaje de Chihiro. Este afirmó que de joven había copiado tanto el estilo de Tezuka que tuvo que destruir toda su obra temprana. Tampoco Arale, la niña-robot del Doctor Slump, que lanza al estrellato a Akira Toriyama, padre de Goku, no sería posible sin la existencia previa de Astroboy. Igual que otros fenómenos del género de ciencia ficción, como el popular Mazinger Z, o los robots guiados por niños de la serie de Evangelion.
Sin las creaciones de Osamu Tezuka, millones de niños y niñas no hubiéramos pasado las tardes de nuestra infancia en los mundos de Goku, Candy Candy o los Pokemon. Y los adultos no nos habríamos maravillado con Mi vecino Totoro, Akira, Your Name o Full Metal Alchemist.
¡Gracias por el manga, sensei Osamu Tezuka!
Enlaces relacionados
Página web oficial de Osamu Tezuka
Guía tematica de la exposición
Nacho Granero