Lluïsa Vidal, una mujer artista en un mundo de hombres

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Montse Gumà

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En el año 1905 se publica una serie de 25 postales de los artistas más importantes de la época, a juicio de su autor, Francesc Serra Dimas, que los retrata en su ambiente personal e íntimo. Entre los personajes retratados destaca Lluïsa Vidal. En 1915, ve la luz una segunda serie de 35 nuevas imágenes. Aunque el objetivo de Serra no era comercial, tuvieron eco en la prensa e incluso se llegaron a proyectar en el cine. Lejos quedaban las palabras de Serra cuando concibió el proyecto y pedía facilidades a algunos de los que tenían que ser sus modelos: «No me mueve a ello ningún interés comercial; únicamente deseo que sus nombres y figuras lleguen al gran público, y ése no me parece un mal camino para conseguirlo.» Estas palabras, dirigidas a los integrantes de la Peña Parés, de la que él formaba parte, y que diariamente se reunía en la Sala Parés entre las 7 y las 8 de la noche, constituían la defensa que Serra hizo de su idea delante del escepticismo de Modest Urgell, Joan Brull e Isidre Nonell, entre otros.

En 1954 reunió algunos de estos retratos, y otros inéditos, y los publicó en formato libro: Nuestros artistas. Reportaje gráfico, documental y anecdótico, Barcelona, 1954. De entre los 37 artistas retratados y glosados por Serra en esta publicación, sólo hay una mujer: nuestra artista.

¿Y quién era Lluïsa Vidal? De entrada, miremos qué nos dice el mismo Francesc Serra en su glosa:ón.

«Fué discípula predilecta del gran artista Mas y Fondevila, bajo cuya tutela aprendió a dibujar y pintar. Fué un caso singular: la única mujer que a principios del siglo XX se dedicará con entusiasmo a tan difícil y complicada tarea, logrando hacerlo bien, en un momento en que todas las chicas de familias acomodadas se entretenían tocando el piano. Fué una excepción.

»Hizo numerosos retratos, al lápiz y al óleo, de damas barcelonesas con notable empaque, suave colorido e impecable dibujo. También gustaba de pintar escenas al aire libre; “Niñas saliendo de la Iglesia en el día de su Primera Comunión”, “Bailando la Sardana”, etc., reflejando exquisita y refinada sensibilidad personal. Su nombre tiene sobradamente bien ganado el merito de figurar en la historia de la pintura catalana.

»Luisa Vidal era persona de exquisita amabilidad y encantadora cortesia: gustaba hablar de pintura sin hacer nunca alusiones personales que no fuesen elogiosas.

»En plena juventud y en pleno entusiasmo la muerte le salió al paso. Talento y sensibilidad no le faltaban.»

En esta glosa, personal y sentida, hecha por un amigo, hay detalles que que no se mencionan y que creemos importantes a la hora de contextualizar a la artista y ponerla en valor. Por ejemplo, Lluïsa Vidal fue de las pocas pintoras españolas de la época (hay quien dice que fue la única) que se instaló en París para completar su formación, en un momento en que esta opción académica era impensable para las mujeres. Llegó a primeros de junio de 1902 y permaneció poco más de un año. Allí asistió a la Académie Julian, bajo la maestría de Jean-Paul Laurens, y posteriormente, se forma con Eugène Carrière, primero, y Georges Picard, después, en la academia de Georges Humbert.

Aunque no todos los investigadores y conocedores de la vida y la obra de Lluïsa Vidal están de acuerdo, podría ser que también a ella le correspondiera el honor de ser la única mujer que hubiera expuesto en las famosas muestras que se celebraban en Els Quatre Gats. Si fuera así, esta sería su primera exposición y, en 1898, su obra habría formado parte de una de las muestras colectivas que tenían lugar en el famoso cenáculo modernista de Barcelona.

Fue también la única mujer de su época que se dedicó profesionalmente a la pintura y pudo vivir de su quehacer artístico, eso sí, diversificando el trabajo. Como buena retratista, recibía numerosos encargos de familias acomodadas y trabajaba como ilustradora para la revista Feminal y otras publicaciones. Para completar sus ingresos y ayudar a hacer frente a las dificultades económicas de la familia, daba clases de dibujo y pintura, y abrió una academia dónde impartía clases de arte.

Otra vertiente personal de Lluïsa Vidal la constituyen sus inquietudes de carácter “feminista”. Durante su estancia en París conoció el movimiento feminista europeo y, fruto de todo ello, la idea de colaborar e impulsar el aprendizaje de la mujer no la abandonó nunca. Así, ya en Barcelona, entró en contacto con Carme Karr, líder de la corriente feminista burgués a la que Vidal se afilió y fundadora de la revista Feminal en la que colabora regularmente, con Francesca Bonnemaison y con Dolors de Monserdà, figuras importantes en este contexto ideológico. Participó en el Institut de Cultura i Biblioteca Popular per a la Dona, fundado por Bonnemaison en 1909, en el Patronat d’Obreres de l’Agulla, fundado por Monserdà, en la Llar, residencia de estudiantes y profesores impulsada por Karr y en el Comité Femenino Pacifista de Cataluña, impulsado por Monserdà y Karr en 1915.

No en vano, Lluïsa Vidal había nacido en el seno de una familia culta que se movía en los círculos modernistas de la época. Era hija del gran mueblista modernista Francesc Vidal i Jevellí, también formado en París, que había trabajado como mueblista, decorador e interiorista para las principales familias del país, y partidario de la educación de los hijos en lo que hoy diríamos igualdad de género, cosa casi insólita para la época. Dio a todos ellos una formación artística profesional y les dio la oportunidad de desarrollar sus talentos y adquirir autonomía. Es el artífice de algunos de los muebles que se conservan en las colecciones del museo.

Lluïsa era la segunda de doce hermanos, de entre los cuales destaca Frederic Vidal, formado en Londres en la técnica del vitral cloisonné, seguidor del taller del padre. Se adaptó a los nuevos gustos de la clientela y a las nuevas técnicas. De Frederic el museo conserva gran número de creaciones, algunas muy conocidas por el imaginario popular.

Este otoño os invitamos a descubrir la exposición Lluïsa Vidal. Pintora del modernismo, comisariada por Consol Oltra. Podréis disfrutar de su arte como retratista de talento, y como pintora de género y de plein air, sin olvidar su vertiente de ilustradora, y podréis adentraros en su faceta más íntima ante pequeñas obras que pintaba para ella, y que nunca pensó que saldrían de su taller.

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