La Guerra Civil española en el Museu Nacional: nuevas obras, nuevos artistas

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Eduard Vallès y Elena Llorens

La Guerra Civil española es, sin duda, uno de los conflictos bélicos más sangrientos de la historia europea del siglo xx y como tal no únicamente abrió una herida profunda en la sociedad española, sino que también dejó una huella indeleble en la producción artística del momento, determinándola formalmente y temáticamente.

Debido a circunstancias históricas diversas, las colecciones del Museu Nacional reúnen un fondo importante de obras realizadas durante la guerra, en el que destaca un contingente muy relevante en cantidad y calidad procedente del Pabellón de la República de la Exposición Internacional de París del año 1937, un dato poco conocido por el gran público.

Interior de la sala dedicada al Pavelló de la República de l’Exposició Internacional de París de 1937. D’Esquena, la Banyista de Francisco Peréz Mateo; a la dreta Al·legoria de l’afusellament de García Lorca de Fernando Briones, i Ciutat bombardejada d’Eduardo Vicente.
Interior de la sala dedicada al Pabellón de la República de la Exposición Internacional de París de 1937. De espalda, la Bañista de Francisco Peréz Mateo; a la derecha Alegoría del fusilamiento de García Lorca de Fernando Briones, y Ciudad bombardeada de Eduardo Vicente. Foto: Marta Mérida

En el año 2014, con motivo de la renovación de las salas permanentes de arte moderno, se apostó por finalizar el recorrido expositivo con un espacio de nueva creación titulado «Arte y Guerra Civil», en lo que era toda una declaración de intenciones de la institución y una puesta en valor de una parte, pequeña pero representativa, del fondo artístico de este periodo.

Transcurridos siete años, desde el Museu Nacional hemos considerado que este espacio podía potenciarse a varios niveles: en cuanto al discurso, en cuanto al número de obras y en cuanto al espacio expositivo, tanto más teniendo en cuenta que uno de los ejes de la programación de este 2021 gira en torno a la Guerra Civil a partir de una serie de exposiciones, intervenciones artísticas y actividades de signo muy diverso.

Así, la renovación de las salas dedicadas al arte de la Guerra Civil ha supuesto, en primer lugar, destinarle tres espacios más, hasta cinco salas, lo que permite exponer 43 artistas distintos y un total de 108 obras entre pintura, escultura, dibujo, fotografía, grabado y cartel, en la línea de combinar varios registros artísticos al margen de jerarquías, como en el resto de la colección de arte moderno. Además, también permite dar visibilidad al papel moneda emitido durante la Guerra Civil que se conserva en el fondo del Gabinete Numismático, y se sigue contando con el cine, de nuevo con la colaboración de la Filmoteca de Catalunya.

En cuanto a los espacios expositivos, estos responden, en términos generales, a grupos temáticos definidos por la iconografía, que en gran medida monopolizan escenas, personajes y situaciones propias del conflicto bélico. Como dato relevante, cabe destacar que la mitad de las obras nunca habían sido expuestas en las salas permanentes, lo que por sí mismo indica que estamos ante una nueva y radical apuesta que pone el cierre a la colección permanente de arte moderno.

Los bombardeos y el papel de la mujer durante la guerra

Andrés Fernández Cuervo, Bombardeig, 1937
Andrés Fernández Cuervo, Bombardeo, 1937

El recorrido empieza con un espacio (sala 76) dedicado a los bombardeos y a las mujeres en tiempos de guerra, en que conviven pinturas de barrios bombardeados y visiones de aviones en pleno bombardeo, unas imágenes de gran modernidad. Por ejemplo, un dibujo de Enric Climent o un grabado de Andrés Fernández Cuervo, ambos de gran economía cromática, muestran el horror de la población civil huyendo bajo la visión amenazante de unos aviones negros. Esta imagen se replica en varias obras de la época debido precisamente a su carácter inédito hasta entonces, el ataque aéreo indiscriminado contra civiles indefensos, que enseguida fue captado por los artistas.

Fotomural del Pabellón de la República realizado por Josep Renau con la imagen de una miliciana. Imagen. RMN; y J. Pons [?]. Lina Ódena, 1937. Procedente de la «Exposició Internacional» de París, 1937

Las mujeres artistas ocupan un espacio combinado con representaciones de las mujeres como víctimas o heroínas, destacando el caso de las célebres milicianas. Por primera vez se exponen dos artistas muy desconocidas, Juana Francisca Rubio y Àngela Nebot, con sendas obras que participaron en la Exposición Trimestral de Artes Plásticas de 1938. Ambas obras son impresionantes, y especialmente cruda es la representación de una maestra de escuela que acaba de ser fusilada dentro del aula en la tela de Nebot. La figura de la miliciana centra la iconografía de un par de obras: el retrato de Lina Ódena por parte de un desconocido J. Pons y la gran tela de Celso Lagar que ha sido depositada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ambas, más allá de cualquier consideración formal, tienen un indudable valor histórico y documental. Recordemos que Lina Ódena fue una joven militante comunista que se alistó voluntaria a las milicias y que prefirió quitarse la vida a caer en manos de los insurrectos.

Àngela Nebot, Santa Cultura, màrtir del feixisme, 1937
Àngela Nebot, Santa Cultura, mártir del fascismo, 1937
Afusellaments a la plaça de toros de Badajoz de Martí Bas i l’escultura en guix d’El Madriles, de Josep Viladomat
Fusilamientos en la plaza de toros de Badajoz de Martí Bas y la escultura en yeso de El Madriles, de Josep Viladomat. Foto: Marta Mérida

En esta dialéctica víctimas-héroes (Lina Òdena tiene esta doble condición) destacan la pintura de gran formato Fusilamientos en la plaza de toros de Badajoz, de Martí Bas, y el retrato escultórico a tamaño natural que Josep Viladomat realizó del miliciano madrileño Ramón Vía, más conocido como El Madriles. Ambos están en la sala 77, en diálogo con los carteles republicanos presentes en este espacio desde la renovación de 2014, firmados por algunos de los nombres más célebres de la historia del cartelismo de guerra, como Josep Renau, Carles Fontserè o el propio Martí Bas. Próximamente, estos carteles republicanos tendrán su réplica con la presencia de carteles del bando insurrecto, lo que permitirá reproducir la dialéctica propagandística que se produjo en ese momento histórico.

El Pabellón de la República de París. Ejércitos y evacuaciones

El siguiente espacio está dedicado íntegramente al Pabellón de la República (sala 79), donde se combina el elemento didáctico con el patrimonial: se proyectan fotografías de este edificio y en algunas de ellas se pueden ver en contexto obras de la col colección del Museu Nacional que estuvieron allí presentes, como la escultura Bañista, de Francisco Pérez Mateo, que, junto con Montserrat, de Julio González, y algunas esculturas de Picasso, estuvo expuesta en el exterior del edificio proyectado por Josep Lluís Sert y Luis Lacasa; o de Ciudad bombardeada, de Eduardo Vicente, y Espigadoras, de Miguel Prieto.

Exterior del Pabellón de la República. Rampa de acceso al primer piso, al fondo la escultura Bañista de Francisco Pérez Mateo. Imagen: Centro Documental de la Memoria Histórica ; Francisco Pérez Mateo, Bañista, hacia 1935

A pesar de que no salga en ninguna de las fotografías de época que se conservan, la pintura Alegoría del fusilamiento de Federico García Lorca, de Fernando Briones, da testimonio del homenaje que el Gobierno de la República rindió explícitamente al poeta fusilado en el magnífico escaparate de propaganda que fue el Pabellón. A pesar de contar con este espacio específico, hay otras obras con esta misma procedencia repartidas por las cinco salas, casi una cuarentena entre esculturas, pinturas, dibujos y grabados. Entre estos últimos destacan las series satíricas de Francisco Mateos y Ramón Puyol, de gran fuerza expresiva y que permiten unas sugestivas lecturas en clave sociológica de los distintos agentes del conflicto bélico.

El cuarto espacio (sala 78) está dedicado a una de las iconografías más habituales en cualquier guerra: los soldados, el ejército. Con un lenguaje cercano al realismo social, incluso al muralismo mexicano en algunos casos, se exponen pinturas de soldados descansando o en las trincheras, que en la sala aparecen confrontadas, deliberadamente, a pinturas que muestran el drama de las evacuaciones masivas de la población civil. Destacan la Evacuación, de Helios Gómez, y la tela Cautivos, de Antoni Costa; esta última saca a la luz una iconografía mucho menos explotada por las artes plásticas: los prisioneros de guerra (en este caso, de las filas insurrectas).

Helios Gómez, Evacuación, 1937; y Antoni Costa, Barcelona, Cautivos, cap a 1937

Fotoperiodismo y cine en tiempos de guerra

El último espacio (sala 80) está dedicado a la fotografía en su variante de fotoperiodismo, con instantáneas emblemáticas de nombres como Agustí Centelles o Antoni Campañà, de quien por primera vez se exponen fotografías en la colección permanente del museo, concretamente el Fusilero, depositado recientemente por la familia Campañà, y seis fotografías cedidas en préstamo por la familia que datan de julio de 1936, cuando en Barcelona estalló la revolución y se profanaron, entre otras, las tumbas del convento de las Salesas en el paseo de Sant Joan.

En confrontación con estas imágenes, el museo presenta un dibujo de Pere Pruna, de adquisición reciente, que representa una miliciana contemplando el cadáver de una de estas monjas. En un espacio contiguo se proyectan varias filmaciones de época, entre ellas Le martyre de la Catalogne (Cataluña mártir), de Laya Films, la productora cinematográfica del Comisariado de Propaganda de la Generalitat de Catalunya, que muestra los efectos devastadores de los bombardeos sobre la población civil, especialmente en Barcelona y Lleida. También se proyecta un fragmento de una filmación del Movimiento Revolucionario (CNT-FAI) con imágenes que corresponden al mismo episodio de profanación de las tumbas del convento de las Salesas. El juego visual entre dibujos, fotografías y cine forma parte de un planteamiento museográfico que permite establecer diálogos e interacciones entre los diferentes registros artísticos de las salas.

Pere Pruna, Encuentro de una miliciana con la muerte, hacia 1936-1939; y Antoni Campañà, Sin título [Exhibición de las momias de les monjas, convento de las Saleses], 1936. Depósito família Antoni Campañà

El diseño expositivo ha sido obra de Anna Alcubierre, que ha mantenido perfectamente el equilibrio entre los criterios museográficos que impone la colección permanente y varios elementos nuevos que ayudan a potenciar la atmósfera del espacio expositivo. De ahora en adelante, estas salas serán sin duda un espacio de referencia del arte producido durante la Guerra Civil española, en la medida que ofrecen una mirada sobre el conflicto con toda su complejidad y ponen en valor un número importante de obras del fondo del Museo Nacional, la mitad de las cuales nunca habían sido expuestas en la colección permanente.

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La guerra infinita. Antoni Campañà

Antoni Campañà. Las tensiones de una mirada (1906-1989) [Exposición online]

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