Ricard Bru i Turull
Debió de ser el año 2010 cuando conocí a Joan Gardy Artigas, hijo de Josep Llorens Artigas, en la masía El Racó de Gallifa. Recuerdo que en esa primera visita a su casa le comenté que acababa de trabajar en una exposición en el Museu Picasso de Barcelona en la que se había dado a conocer la colección, hasta entonces desconocida e inédita, de estampas eróticas japonesas propiedad de Picasso. Su respuesta, discreta y nada ostentosa, fue fulminante para mí: no eran en absoluto desconocidas, las recordaba perfectamente: Picasso se las había enseñado en una visita a La Californie con Joan Miró. De hecho, cinco años más tarde fue el propio Joan Gardy Artigas quien propició que Miró y Llorens Artigas cruzaran la ciudad de Tokio en lo alto de tres limusinas negras para visitar secretamente la colección de arte erótico japonés de Kiyoshi Shibui, la más importante de Japón.
Visto así, tampoco debería sorprender la naturalidad inquietante con la que explica cómo reaccionó Dalí a que, con la insolencia de sus veintidós años, le cortara de un tijeretazo el bigote pulido que lucía en la inauguración de una exposición de Antoni Tàpies en la Martha Jackson Gallery de Nueva York. Y le explicó el motivo: “Era necesario. Si no lo hubiera hecho yo, lo habría hecho otro”. A pesar de ver mutilado su tirabuzón, Dalí reaccionó rápidamente con una sentencia de las suyas: “Fíjate en mis antenas cósmicas. Ahora tengo una larga y una corta, como mis testículos”. En otras palabras, mi primer impacto fue descubrir a un artista sorprendente capaz de hablar con naturalidad y voz propia de su relación, amistad o colaboraciones con creadores de la talla de Miró, Giacometti, Braque, Chagall, Picasso o Hamada.
Joan Gardy Artigas cortando el bigote de Salvador Dalí. Nueva York, 1961. Fundació J. Llorens Artigas
Joan Gardy Artigas, sin embargo, no es un tertuliano ni alguien que viva del pasado. Es un creador libre y apasionado, un hombre de humor sano y un artista infatigable pero silencioso, que calla de él todo lo que cuenta de los demás. Efectivamente, se pueden encadenar sobremesas sin fin escuchando las mil y una experiencias de una vida larga y plena y, sin embargo, rara vez se le oye hablar de sí mismo, de sus obras o de su recorrido como artista. Todo en él, en Joanet, es discreción y amabilidad, la de un hombre para quien los valores esenciales son la honestidad y la verdad. Sin embargo, y a pesar de su humildad, su dilatada trayectoria le ha permitido trazar un itinerario propio, sugerente a la vez que vigoroso y contundente, lleno de carácter y ampliamente reconocido en el extranjero.
Joan Gardy Artigas, a los 80 años de edad, enseñando una de sus primeras obras cerámicas. ©Ricard Bru.
En la exposición dedicada a Hamada Shōji y Josep Llorens Artigas, Joan Gardy Artigas ocupa un lugar discreto aunque fundamental, lo que también queda patente en su catálogo. No debemos perder de vista que la amistad entre Llorens Artigas y Hamada pudo fructificar, en parte, gracias a la estancia formativa de Gardy Artigas en Japón en 1962 financiada por la Fundación Juan March. Mientras estuvo allí se casó con Mako Ishikawa, y Hamada actuó como padrino de boda con la presencia de sus padres, Josep Llorens Artigas y Violette Gardy, que aprovecharon la ocasión para visitar el país, con atención especial hacia el taller de Hamada en Mashiko.
Joan Gardy Artigas junto a un jarrón de Josep Llorens Artigas y los retratos del padre y el abuelo pintados por Francesc Domingo. Gallifa, 2014. ©Ricard Bru.
Además, la estancia de Gardy Artigas en Mashiko le permitió estudiar el horno noborigama que Hamada tenía en su taller con la voluntad de construir uno similar en Gallifa. Padre e hijo deseaban contar con un horno de llama directa, de gran capacidad y de tradición oriental, para responder a la demanda de piezas de gran formato fruto de su colaboración con Miró, y también para que Gardy Artigas pudiera crear con libertad sus esculturas cerámicas, imposibles de introducir en los pequeños hornos en los que hasta entonces su padre había cocido los jarrones y cuencos de gres. Pasada una década desde el primer encuentro entre Hamada y Artigas en Dartington Hall en 1952, a partir de 1962 la amistad entre ambas familias se consolidó con encuentros recurrentes.
En este contexto, la exposición organizada por el Museu Nacional d’Art de Catalunya incluye varios jarrones realizados en París por Joan Gardy Artigas entre 1959 y 1960, y también hace referencia a la construcción en Gallifa del horno llamado Mashiko, precisamente cuando se empezaban a definir los intereses del joven artista y en el momento en que se cambió de nombre, pasando de Joan Llorens Gardy a Joan Gardy Artigas. También se puede ver en la exposición una amplia selección de los pequeños jarrones que modeló a principios de 1963, de regreso de Japón, para ser decorados con los esmaltes de su padre y las formas de Miró, en cuya decoración también intervino en algunos casos. Este fue el inicio de una trayectoria en solitario que la exposición no presenta y que se desarrolló con plenitud y éxito a partir de 1963.
Joan Gardy Artigas. Esculturas de epoxi, 1965. Fundació J. Llorens Artigas / Dos esculturas de epoxi monumentales, actualmente perdidas, en el taller de Joan Gardy Artigas en Vitry-sur-Seine, 1976. ©Fundació J. Llorens Artigas.
Joan Gardy Artigas se dio a conocer por primera vez en solitario en la Sala Gaspar en 1963. A partir de entonces empezó a trabajar como escultor y a explorar técnicas diversas, inicialmente modelando tanto la arcilla como la resina epoxi para experimentar, poco después, con todo tipo de formas y materiales. Así, emprendía un nuevo camino en la creación de un mundo propio de formas femeninas a las que se fueron sumando líneas orgánicas, peces, animales y monstruos que han construido una estética personal bien definida. Torsos y cuerpos en epoxi en los años sesenta, puños y formas orgánicas en bronces en los años setenta, relieves y platos de cerámica refractaria, murales cerámicos que encontramos en Atlanta, El Cairo, Chicago o Granollers, o bien esculturas monumentales en Vitry-sur-Seine, el Lac Vert de Chamonix, el túnel del Montblanc, la AP-7 o la Diagonal de Barcelona, son únicamente la punta de lanza de las muchas caras de la obra de Gardy Artigas.
Joan Gardy Artigas, Anillo en el dedo, 1973. Bronce, 34 x 52 x 30 cm. Fundació J. Llorens Artigas / Joan Gardy Artigas, La Puerta Azul, 1973. Bronce y cemento, 8 x 1,60 x 1,50. Chamonix, Francia.
Personas como el arquitecto norteamericano Bruce Graham, para quien Gardy Artigas creó mosaicos cerámicos, murales e incluso vidrieras, o bien Joan Miró, con quien colaboró durante tres décadas, apreciaron y admiraron el talento y la libertad del artista, por lo que quisieron trabajar con él, como lo hizo Braque o, más recientemente, otros artistas como Frederic Amat o Xavier Vilató. Porque, desde la modestia y el silencio, Gardy Artigas ha hecho mucho más que tornear, esmaltar, moldear y proyectar. Lo que pocos esperan de un artista que a menudo es presentado sencillamente como ceramista colaborador de Joan Miró, es descubrir la intensidad de su obra cerámica y escultórica y la desbordante creatividad expresada también con el lápiz y el pincel en obra sobre lienzo y sobre papel. Quedan aportaciones relevantes como sus libros de artista, series de dibujos y pinturas como Apocalipsis (1976) y Tauromaquia (1988) o la serie Retratos (1986), donde pintura y escultura se fusionan en un diálogo lleno de humor e ingenio. A pesar de su silencio, los cientos de dibujos, acrílicos y las muchas litografías que, acompañando a la obra cerámica y escultórica, han ido surgiendo de su taller, son un testimonio inequívoco de la versatilidad de Gardy Artigas en su expresión, algunos expuestos en 1996 en el Centre Cultural Tecla Sala de L’Hospitalet de Llobregat y otros muchos presentados en muestras individuales en ciudades como Atlanta, Barcelona, Dallas, Girona, Grenoble, Los Ángeles, Madrid, Nueva York, Osaka, París o Tokio.
Joan Gardy Artigas, Sin título 1967. Litografía, 61,5 x 77 cm. Fundació J. Llorens Artigas / Joan Gardy Artigas, Litografía del cartel de la exposición del Ibero-Club en Bonn, 1969, 42×61.
Aún hoy, los talleres de Gallifa están siempre llenos de obra reciente, de piezas a medio definir o a punto de concluir, así como de dibujos, notas e ideas que lo impulsan a seguir creando. En este sentido, si bien es evidente que la exposición que presenta el Museu Nacional d’Art de Catalunya ha sido pensada para convertirse en un homenaje a la trayectoria de su padre, Josep Llorens Artigas, y de uno de sus referentes, Hamada Shōji , no queríamos dejar pasar la ocasión para hablar también del presente y el talento de un gran artista, Joan Gardy Artigas, que se convirtió en un eslabón esencial de la relación entre Hamada y Artigas, y que aún hoy une pasado y presente desde una mirada única y privilegiada.
Uno de los talleres de Joan Gardy Artigas en el Mas El Racó. Gallifa, 2017/Joan Gardy Artigas trabajando en los talleres de la Fundació J. Llorens Artigas. Gallifa, 2021. ©Ricard Bru.
Professor del Departament d'Art i Musicologia.
Universitat Autònoma de Barcelona