Ro Caminal
En presencia del Señor, Francesc Masriera, 1891
Mirar implica forzosamente hacer uso de nuestra herencia cultural, socioeconómica y personal al ver. La mirada actúa como una tecnología que nos disciplina al interpretar aquello que vemos.
El espectador, en primera instancia, no puede mirar despojado de ese lastre que condiciona aquello que ve. El museo, no solo como contenedor de obras, sino como hacedor de discursos, debería ejercer su responsabilidad incitando a mirar y, por tanto, a ver de otro modo.
Polvos de arroz Sultana. Perfumería Bianchi, Málaga. Archivo E. Martín Corrales
Sala 48. Los orientalistas
Oriente evoca en nosotros todo un imaginario exótico y exuberante, nos trasporta a otros lugares, a esos lugares lejanos que Europa se dedicó a someter y explotar bajo el eufemismo de misión civilizadora de la colonización.
El Apóstol Santiago a caballo Francisco Camilo. Museo Nacional del Prado | El general Prim en la batalla de Tetuan, Francesc Sans Cabot, 1865
Cada país europeo generó su propio oriente en base a sus intereses territoriales de ultramar, convirtiendo así a los habitantes de estos lugares en la encarnación de la alteridad. No se puede someter bajo el prisma de la igualdad. Así, la máquina orientalista puso en marcha sus engranajes productores de diferencia. Su tarea, producir un corpus de saber a la medida de los intereses occidentales. Bajo la objetividad de la ciencia, se observó a los autóctonos del mismo modo que se observaba y catalogaba la fauna y la flora.
Fillettes bédouines. Ed. Lehuert et Laudrock. Archivo E. Martín Corrales
Oriente era, a los ojos occidentales, una mujer. Una mujer hiperbolizada en su deseo y también en su solicitud, que se ofrecía, casi demandaba lascivamente ser tomada, poseída y ocupada. Un oriente y una alteridad que respondían más a la fantasía occidental que a la realidad existente.
Revisar la historia debería significar también revisar sus producciones culturales, contextualizar y evidenciar las circunstancias en que se produjeron y los intereses a los que sirvieron.
Las conquistas del soldado español. Archivo E. Martín Corrales
España y su tradición imperialista, provisora de materias primas ricas y abundantes, estaban al borde el naufragio. Tocabam pues, buscar nuevos horizontes para que la empresa colonial no se detuviera. España estaba al borde de la ruina y la expansión lógica ante estas circunstancias era la cercana. Se debían seguir los pasos de Francia, quien desde 1831 ocupó el puerto de Argel, desde donde empezó a expandirse. Marruecos se convirtió en el Oriente español.
España disfrazó sus ansias coloniales apoyándose en el pasado y los lazos comunes que le unían al norte de Marruecos con el ambivalente uso del Al-Ándalus.
Fotos de estudio. Madrid Rápido. Archivo E. Martín Corrales
En presencia del señor, Masriera, 1891. La Penetración Pacífica
Los burgueses y sus contradicciones. La re-presentación de la supuesta híper sexualidad fue un atractivo para la burguesía catalana, gran financiadora de las campañas africanas, de la penetración pacífica (de raíz comercial) e impulsora de la modernidad local. La burguesía veía en los cuadros orientalistas un modo de encajar sus deseos sexuales y económicos en la vida diaria, en su contexto de férrea moral católica. En contraposición a las orientales, sus mujeres pertenecían al imaginario de castas esposas y buenas madres. Así, el orientalismo encontró un buen mercado entre ellos, igual que ahora curiosamente lo está encontrando en los coleccionistas de arte de los países del Golfo. El patriarcado no tiene fronteras.
Portada Almanach de la Campana de Gracia, 1894
Masriera, de familia de joyeros acaudalados, viajó profusamente por Europa, pero nunca salió de ella, por eso elegí esta obra. Representa el cuadro orientalista perfecto, solo en competencia en la sala 48 con El descanso del guerrero (Antoni Fabrés, 1978), que simbólicamente completa el ciclo de feminización del oriental.
Descanso del guerrero, Antoni Fabrés, 1978
Me preocupa la función del museo, su papel en la actualidad y su transparencia al mostrar sus colecciones por la inmediatez de la imagen en la transmisión de estereotipos. Un museo comprometido con el presente, con la sociedad actual, debe esforzarse en mostrar al espectador los entresijos de la imagen, en mostrar su engaño, en tanto que re-presentación, para no perpetuarlos.
Bajo esta motivación se inicia mi proceso de trabajo en la sala 48, sobre En presencia del señor. Sí, señor en minúscula, señor traducido al inglés por Master, por amo. Señor desprovisto de sus connotaciones místicas.
El proceso ha combinado el trabajo del equipo de mediación y el mío propio.
El equipo de mediación incorporó esta obra a los itinerarios Hablemos de arte donde se dialoga con los visitantes a partir de obras de arte utilizando, entre otros, la metodología de las Estrategias de Pensamiento Visual (VTS), una metodología donde el facilitador se mantiene neutro. Su tarea es estimular y facilitar el diálogo directo del espectador con la obra, que analiza la imagen a partir de sus propios referentes, hasta poder sacar conclusiones en diálogo con las personas participantes.
Por mi parte mantuve numerosas conversaciones individuales con los visitantes de la sala. Conversaciones que se iniciaban con la misma metodología, pero que luego incorporaban la entrega al espectador de nueva información para ver cómo esta afectaba a su percepción sobre la obra, obligándole a reformular su mirada o a mantenerla a pesar de todo, si así lo deseaba.
Las conversaciones con los visitantes fueron, a la vez, decepcionantes y muy interesantes. Decepcionantes al comprobar cómo los visitantes creían que la situación re-presentada era real, era posible, es decir podía darse en la realidad fuera del lienzo, no solo en 1891, sino también en la actualidad. Todos sabemos que las musulmanas son sumisas, los musulmanes las subyugan, y nosotros somos mucho mejores. Interesantes razonamientos que me empujan a considerar, aún más si cabe, como es de necesaria la tarea de realizar una revisión crítica desde la institución y sus discursos.
La fantasía oriental está tan vigente hoy como hace dos siglos. El oriental, nuestro oriental: el marroquí, no es ya alguien lejano, pero continúa siendo un objeto inferiorizado, feminizado, sexualizado, violento y arcaico. Desafortunadamente, el señor continuamos siendo todos nosotros.