Albert Estrada-Rius
El peso correcto de las monedas, un asunto de orden público
Los gobernantes se han atribuido desde siempre la potestad de garantizar el orden público metrológico en beneficio del bien común. Esto quiere decir que las autoridades han sido tradicionalmente las que han fijado el sistema de pesas y medidas vigente de manera obligatoria en las transacciones. Esta tutela se ha llevado a cabo con unas disposiciones normativas materializadas en unos patrones que, guardados en manos del municipio, eran los modelos originales y oficiales a partir de los cuales se tenían que fabricar las medidas, los ponderales y las balanzas a utilizar en la vida cotidiana. Además, había que controlar la calidad y castigar los infractores; de hecho, el fraude en balanzas y pesos ya está condenado con reiteración como una práctica perniciosa en los textos bíblicos. Con cuyo objeto existía el oficio municipal de afinador de las pesas y medidas en las principales ciudades medievales y modernas.
El alcance de la metrología es vastísimo y también ha tenido una importante aplicación específica en el campo monetario. No en vano, las monedas en sí mismas han constituido tradicionalmente un sistema de medida al ser un medio oficial de intercambio y de pago, además de una convención de fijación del valor de bienes y servicios y una manera de acumular riqueza.
La fabricación de balanzas y ponderales para pesar la moneda es muy antigua. Hay que saber que las balanzas ya eran usuales para verificar los lingotes o piezas de oro y plata utilizados como medida de valor desde la antigüedad, antes de la invención de la moneda. La misma alegoría romana de la Moneda –la diosa Juno Moneta– se representaba con unas balanzas en la mano, las cuales, a parte, también se han convertido símbolo y atributo de la Justicia.
El metal valioso de las monedas ha hecho que a lo largo de la historia el peso sea un elemento constitutivo fundamental que hay que verificar. El uso de balancitas y ponderales monetarios para hacer esta verificación está bien testimoniado, sin ir más lejos, en la tradición medieval catalana que las denominó ponderales. Así, documentamos balanzas y ponderales monetarios en inventarios notariales, en algunas representaciones plásticas y, por supuesto, en el registro arqueológico. Incluso consta que en la Barcelona bajomedieval había un pesador público de los florines de oro en la Llotja de Mar, al alcance de aquellos que no disponían de balanzas o ponderales propios.
Este uso se extiende a lo largo de los siglos de la edad moderna para contrarrestar el azote del cercén monetario de las monedas de oro y plata y lo vemos en las numerosas representaciones de los cambistas en la pintura flamenca y holandesa de los siglos XVI y XVII. Incluso en el más grave de la crisis de falsificación y manipulación monetarias que sufrió Cataluña en el reinado de Felipe III se dieron a la imprenta el 1611 unas rimas, literatura de caña y cordel, en honor a las balanzas utilizadas para verificar el buen peso de las piezas en circulación.
La Barcelona borbónica, centro productor de balanzas y ponderales monetarios
Si nos centramos en el contexto de las piezas ingresadas con la donación Tarradell al museo, tenemos que partir de las reformas borbónicas posteriores al Decreto de la Nueva Planta (1716). Como consecuencia de la abolición de la moneda propia y la introducción del sistema monetario castellano, surgió una forzosa y destacada producción de balanzitas y ponderales nuevos, a raíz, sobre todo, de la pragmática monetaria de 1734.
A partir de este momento podemos reseguir la aparición de una serie de apellidos, entre los cuales pronto surgirá el de Farriols, que reúnen un grupo de maestros cerrajeros que se especializan en la fabricación de estas piezas tan peculiares dentro de una producción muy amplia de romanas y otros tipos de balanzas. Los cerrajeros utilizaban en su trabajo latón, hierro forjado, cordones de seda, cajas de madera y etiquetas impresas en castellano con el modo de empleo de las balanzas. El resultado final lo tenemos en las cajas que venían y que los afinadores contrastaban con un punzón. En esta época las balanzas de Barcelona se exportaban en todo el Principado y más allá. Esta producción se alargará hasta el último cuarto del siglo XIX. La producción fue tan elevada que todavía hoy no es raro que muchas familias catalanas conserven un juego de balancitas legado por sus antepasados.
El orden público metrológico permaneció competencia del nuevo municipio borbónico o ayuntamiento que, en este aspecto, seguía el modelo anterior al Decreto de Nueva Planta. En Barcelona, los encargados de la fabricación de pesas y medidas se incardinaban en el gremio de los cerrajeros. En la ciudad el gremio reunía y regulaba el acceso a la profesión y la producción a la cual se dedicaba, y fijaba los precios de fabricación. Además, el municipio nombraba unos afinadores que eran los competentes en verificar y contrastar las piezas fabricadas. Estos, como testigo y garantía de su verificación, punzonaban los pesos o las balanzas verificados con una marca estampada junto al escudo de la ciudad. El modelo seguirá a lo largo del siglo XIX todo y la transformación del sistema gremial en ares a la libertad de acceso a la libertad económica y profesional.
En la Barcelona de los siglos XVIII y XIX había varias casas que fabricaban, entre otros tipos de piezas –romanas, ponderales y balanzas de todo tipo–, las balancitas o ponderales, destinados específicamente al pesaje de las monedas. Los apellidos Barbarà, Crusats, Deops o Farriols aluden a los afinadores de medidas, pero también a los cerrajeros con taller de fabricación y tienda abierta en la ciudad. Se trataba de familias de menestrales con obradores en los cuales producían las balanzas y los pesos que después vendían a las tiendas, que también tenían tiendas propias, que acontecían auténticos escaparates de su producción. Además, fruto del sistema gremial del antiguo régimen, muy endogámico, muchos de ellos acababan emparentados a través de alianzas matrimoniales.
La conservación en el fondo del taller Tarradell de algunas piezas y documentos procedentes del antiguo taller Farriols, como por ejemplo libros de patrones, libros de cuentas y otros materiales, permitirá reconstruir y evocar con detalle un sistema de producción y unos usos hoy olvidados. La progresiva extinción de la circulación de oro sustituida por los billetes de banco y la extensión de la moneda fiduciaria hicieron caer en desuso las viejas balancitas hasta dejar de fabricarse y caer en el olvido.
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Barcelona, fábrica de balanzas / 1
Gabinet Numismàtic de Catalunya
One comment
Hola,
com es sap que la balança en forma de mitja lluna és de 1779? La balança no ho indica a l’etiqueta, crec veure en la imatge. És pel llibre manuscrit de Farriols? M’interessa la dada per saber si és extrapolable a altres balances en forma de mitja lluna.
Vaig fer el curset sobre Balances Farriols (i molt satisfet) i m’interessa molt el tema. Ja concec bibliografia com el llibre de pesals de CRusafont i el de Mateu Llopis. Publicareu algun estudi?
Gràcies!