Toni Mata
¿El cielo o el infierno?
Éramos poco más de una veintena y cada uno de nosotros llevaba desde el inicio de la visita una piedrecita que teníamos que guardar hasta el final. El destino de no sabíamos bien qué dependía de nuestra fidelidad al juego que nos proponían Natàlia y Martí. Durante una hora larga, hicimos uso de nuestro derecho a decidir en varias ocasiones, eligiendo A o B ante un cuadro o una escultura hasta que, en la última parada, la pareja sacó unas balanzas caseras. ¡Ostras! Ahora se entiende el capricho de las bolitas. Uno a uno, fuimos llenando los dos platillos para ver qué pesaba más: las rojas a un lado y las azules al otro. ¿Qué creéis que ganó, el cielo o el infierno?
Doce meses de experiencias fuera y dentro del museo
La escena es de un sábado cualquiera de este 2018 que nos ha regalado infinidad de experiencias a los Amigos del Museu Nacional. Desde los viajes a Flandes, Escocia y la Toscana hasta las excursiones por el país para conocer el Empordà de Gala y Dalí, el Mont-roig del Camp de Miró, la Lleida del arte contemporáneo y el Camp de Tarragona de Jujol. Viajes instructivos y, a la vez, placenteros, como las rutas por Barcelona para conocer por dentro la Casa Vicens de Gaudí y el Palau de la Música de Domènech i Montaner, las nuevas galerías del barrio de Sant Pere y todas las maravillas que descubrimos en el centro de la capital catalana cuando levantamos la vista.
Todo eso y mucho más lo hemos vivido durante los últimos doce meses siguiendo la estela del arte y la cultura por toda la ciudad, por la geografía de Cataluña y por el continente europeo. Pero de puertas adentro del Palacio Nacional también se nos han revelado sorpresas y emociones. Y en la memoria de 2018 no pueden faltar, claro está, las Aventuras Artísticas que nos han invitado a acercarnos a las colecciones del museo desde un punto de vista innovador. Tal y como si penetrásemos en aquellos libros de tapa azul y roja encabezados por el antetítulo ‘Elije tu propia aventura’, cada trimestre hicimos una inmersión en los múltiples relatos que nos proponían los dos ‘culpables’ de la idea. Una mecánica divertida: después de cada explicación de una obra de arte, se nos planteaba un dilema y una votación, la responsabilidad de decidir la ruta estaba en nuestras manos. Caminos de horizonte incierto que podían acabar de una forma tan inesperada como lo es ponerse a pesar piedrecitas en una balanza para dirimir si el recorrido por las salas de románico nos enviaba directos al azul nítido del cielo o al rojo intenso del infierno.
¿Qué pasa en el museo cuanto lo miras con otros ojos? Lo mismo que experimenta el visitante que llega por primera vez: todo un universo de detalles que no se acaban nunca se desarrollaba ante ti para obligarte a volver una y otra vez. En un retablo, un óleo, un capitel o un busto caben miles de historias, como las que se han explicado en la visita Ius arte, que ha buscado elementos del mundo jurídico en las colecciones del centro.
¡Tres mil!
En la última Noche de los Amigos, antes de oír el recital del pianista Evgeny Konnov, la presidenta nos hizo saber que ya somos 3.000. ¡Tres mil! Una comunidad activa que contribuye poderosamente a incrementar los fondos y a divulgar las colecciones del Museu Nacional. Y a menudo pienso: ¡no los conozco a todos! Pero sé que están allí siempre que se les necesita. Cuáles son los intereses e inquietudes de cada uno de ellos es un misterio. Pero mejor que sea así, porque… ¿qué sería de la amistad sin secretos por descubrir?
Ah, por cierto, ganó el cielo, claro está.
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