Cristina Riera
Estos últimos meses, las imágenes y los testimonios que nos han llegado desde Ucrania con el estallido de la guerra nos han golpeado terriblemente. Ha sido dramático ver cómo sobrevivían las personas que habían quedado atrapadas en sus poblaciones. Paralelamente, seis millones y medio de refugiados han tenido que huir de las bombas desde el inicio del conflicto, unas bombas que están provocando incontables pérdidas humanas y la devastación de ciudades enteras.
Por un lado, vemos continuamente familias separadas por el éxodo de mujeres y niños, hogares en llamas, hospitales y escuelas destruidos, mujeres que tienen que dar a luz en búnkeres donde se curan de los bombardeos, gente mayor que no puede bajar a los refugios subterráneos cuando suenan las sirenas o personas enfermas que no pueden seguir con sus tratamientos. Además, hay ciudades sin agua corriente, luz o calefacción con temperaturas bajo cero y falta de comida y medicamentos.
Por el otro, las obras de arte tampoco han escapado de la guerra y corren peligro por los bombardeos. Estos últimos meses, hemos visto imágenes de cómo se trasladan obras de arte de iglesias o cómo se protegen los monumentos con sacos de arena. Muchos museos han reclamado ayuda para salvaguardar el patrimonio cultural que conservan. La mayoría de sus salas y galerías se encuentran vacías, ya que las obras de arte, embaladas deprisa y corriendo, se han tenido que esconder en búnkeres secretos o, incluso, se han llegado a trasladar a países extranjeros para asegurar su supervivencia. La UNESCO está trabajando con las autoridades locales y los directores de museos para marcar monumentos y sitios de interés histórico con el Escudo Azul, emblema fijado en 1954 durante la Convención de La Haya para indicar lo que hay que proteger en conflictos bélicos.
En definitiva, se mire por donde se mire, solo se percibe un panorama desolador.
El Museu Nacional y sus trabajadores, involucrados siempre con la temática social, estamos en contra de la violencia que representa la guerra de Ucrania. Por este motivo, tan pronto estalló el conflicto, el personal del museo inició una campaña solidaria de recogida de ayuda humanitaria para la población ucraniana. Nos informamos sobre qué se necesitaba y preparamos un cartel en el que se especificaban los productos aconsejados.
Como veréis a continuación, la respuesta fue espectacular. Mucha gente participó. Clasificamos en cajas todo el material según la tipología y las rotulamos en inglés y ucraniano para facilitar la labor de los voluntarios que participan diariamente en la clasificación, traslado y distribución de todo este material.
Este es el equipamiento que conseguimos recoger:
- 25 cajas de comida (galletas, comida enlatada, cacao en polvo, harina, te, aceite, arroz, leche, chocolate y legumbre)
- 9 cajas de ropa (sacos de dormir, mantas, guantes, gorros de lana y chaquetas)
- 2 cajas de productos de higiene (pañales, compresas y mascarillas)
- 1 caja de medicamentos y otros productos de farmacia (gasas estériles, paracetamol, ibuprofeno, amoxicilina y alcohol)
- 1 caja con pilas y linternas
- 1 caja con calzado
En Barcelona, había diferentes sitios de recogida habilitados. Nosotros llevamos el material a la iglesia de Santa Mònica, donde quedamos maravillados por su buena organización. Nada más llegar, se acercó un grupo de voluntarios a descargar las cajas de los coches y entrarlas en las instalaciones, donde otras personas estaban clasificando el material que traía la gente.
Ivan y Taras, dos colaboradores ucranianos, nos contaron cómo hacen llegar el material a Ucrania. Primero, seleccionan los medicamentos y los llevan hasta Cracovia (Polonia), donde cambian de vehículo para entrar en Ucrania. Los traslados se realizan en furgoneta, ya que es mucho más rápido y consiguen llegar a Cracovia en 24 h. Cuando se realiza en camión, se tardan 3 o 4 días. En cuanto al resto del equipamiento (comida, ropa, etc.), el traslado se hace en camión. Si las personas que conducen son ucranianos, el viaje se hace directamente desde Barcelona hacia el interior de Ucrania. Pero si los transportistas son de otras nacionalidades, por miedo a los bombardeos, a menudo prefieren no cruzar la frontera, y por esta razón se cambia el material a otros camiones en ciudades polacas limítrofes. Las poblaciones a las que se lleva todo este material para ser repartido entre la gente son las más castigadas por las bombas, como por ejemplo Járkov, la segunda ciudad más grande del país.
En conclusión, queremos transmitir nuestro apoyo a la población ucraniana que está sufriendo enormemente y que, en muchos casos, lo ha perdido todo. El sentimiento unánime es que ha sido gratificante participar en una campaña solidaria como esta y poner nuestro granito de arena para ayudar. Nuestro deseo principal es que esta guerra termine lo antes posible.
Departament de Comunicació