Ser Amigo del Museu Nacional d’Art de Catalunya, la historia de una amistad

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Toni Mata

Des de la Fundación de Amigos del Museu Nacional d’Art de Catalunya nos esforzamos para recopilar los testimonios que nos llegan de nuestros miembros. Nos gusta y a la vez estimula que valoren las actividades que organizamos, el trato que reciben, las acciones de micromecenazgo que ponemos en marcha puntualmente, y, sobre todo, qué representa para ellos ser Amigo de nuestra entidad. Publicamos hoy un texto que nos ha parecido particularmente motivador y fresco.

Comparto tres momentos de los últimos años

La visita a La Ricarda una mañana de sábado soleado con los aviones sobrevolando la casa cada pocos minutos. La ruta por las antiguas fábricas de indianas del barrio de Sant Pere bajo la lluvia. El paseo por las salas de arte moderno que delata la carencia de mujeres artistas en la colección permanente. Tres momentos que podrían ser trescientos, tantos como días he gozado de las actividades programadas. Pero ninguno de ellos es comparable al gesto anónimo de contribuir a un micromecenazgo o a los ratos de conversación con Vicenç, Montserrat, Laura, Ferran, Martí… y toda esa gente que he conocido entre las paredes del Palau Nacional. La amistad debe ser esto: saboréala, haz el bien y no mires a quien.

Los valores de los Amigos del Museu Nacional d’Art de Catalunya

No me he preguntado nunca qué puede hace el museo por mí, sino qué puedo hacer yo por el museo. El extenso y atractivo programa de actividades es un anzuelo para renovar el carnet cada año, pero sería demasiado débil basar la inscripción solo en la oferta trimestral. Si así lo hiciese, tendría con el museo una relación clientelar. Y no me interesa. Para mí, ser de los Amigos es pertenecer a un proyecto, a una idea, a unos valores. Cultura y ciudadanía. Civismo. Conocer gente, visitar lugares en compañía. No, no me pregunto qué me puede dar el museo, sino qué me aporta y qué puedo aportarle yo. La amistad es eso, ¿no es cierto?

Un sentimiento

Un día, unos quince años atrás, me hice socio del Barça. Y cuando lo explico, siempre me preguntan: ¿vas a ver los partidos? Y yo respondo: no tengo silla al Camp Nou. Entonces, ¿de qué sirve ser socio? No lo sé, no me lo he preguntado nunca. No me cuestiono la utilidad de ser del Barça. Tiene una dimensión sentimental y otra irracional. Con el museo me pasa lo mismo: no me pregunto qué puedo sacar de él, sino qué me aporta. Y qué le puedo aportar yo. Si mañana dejasen de programar actividades, continuaría renovando el carnet cada año. Se llama amistad.

Toni Mata
Periodista y Amigo desde 2005
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