Ruth Bagan
La ciudad de Turín acogió en septiembre el congreso internacional del IIC (International Institute for Conservation of Historic and Artistic Works), una de las instituciones de mayor peso en el terreno de la preservación del patrimonio cultural. El congreso se celebra cada dos años desde 1961, y en esta ocasión la conservación preventiva ha sido la protagonista, con el título Preventive Conservation: The State of the Art.
Ha pasado casi un cuarto de siglo desde el primer congreso dedicado exclusivamente a esta disciplina, celebrado en Ottawa en 1994. Durante este tiempo la conservación preventiva ha alcanzado un alto grado de especialización y, en algunos países, de madurez.
El congreso ha reunido a profesionales de 53 países, la mayor parte conservadores-restauradores, pero también conservadores científicos y responsables de la gestión de colecciones, entre otros. Se han puesto sobre la mesa avances en cuestiones técnicas específicamente vinculadas a la conservación preventiva y, a su vez, se han presentado visiones y perspectivas de cariz más conceptual, relacionadas con el crecimiento y desarrollo de la profesión.
Sesiones destacadas del congreso
Stefan Michalski, conservador científico del CCI (Canadian Conservation Institute), dio el pistoletazo de salida con la conferencia del premio Forbes de este año. De manera brillante habló de la esencia y autenticidad de los objetos, de la relación de estos atributos con la materialidad y, sobre todo, de cuán significativa es nuestra faena como responsables de preservar esa “esencia” otorgada por la comunidad.
Hemos podido conocer de primera mano el papel de la conservación preventiva en proyectos tan relevantes como el del GEM (Grand Egyptian Museum), a punto de ser inaugurado cerca de las pirámides de Guiza, o en la implementación de mejoras en la tumba de Tutankamon en el valle de los Reyes, para reducir el impacto de los visitantes en las pinturas y estabilizar el microclima.
Las comunicaciones de carácter más técnico han mostrado la aplicación de la biotecnología en la conservación de esculturas en el exterior, o los estudios previos que hay tras la iluminación de objetos excepcionales como es el Santo Sudario de Turín, que permitieron conseguir una correcta percepción de los detalles y del color con unos niveles de iluminación muy inferiores a los estándares de conservación.
La iluminación es un elemento central en las políticas de conservación de los museos. Pautar un programa de rotación de las obras expuestas se vuelve una tarea compleja y repleta de matices, más allá de recomendaciones y normativas, tal y como recoge una de les presentaciones bajo el provocativo título Spread or sacrifice: dilemma for lighting policies.
¿Cómo afrontamos la toma de decisiones?
La toma de decisiones en el ámbito de la conservación preventiva es un difícil juego de equilibrio entre preservación y accesibilidad. Para apoyar esta tarea y facilitar la definición de una estrategia de conservación de las colecciones, en los últimos años se han desarrollado herramientas cada vez más específicas. Unas vienen del campo científico, de la informática (como en el caso de la herramienta web HERIe presentada en el congreso), y otras de la planificación estratégica y de la gestión de riesgos, como el modelo ABC desarrollado por Stefan Michalski.
En cualquier caso, queda claro que la documentación que generamos –de los procesos de conservación y restauración, así como los estudios técnicos y la monitorización de factores ambientales, entre otros– construyen una base fundamental para la toma de decisiones y para trazar planes de actuación a medio y largo plazo.
También ha sido el momento de echar un vistazo para revisar o readaptar métodos de trabajo con una larga tradición, como el programa Re-Org de reorganización de almacenes, o la aplicación de la llamada conservation heating (calefacción de conservación), muy extendida en los edificios históricos del National Trust en el Reino Unido.
Hacia un modelo de conservación más sostenible
La búsqueda de la sostenibilidad en el ámbito de la preservación del patrimonio cultural hace tiempo que “impulsa” la investigación científica y la gestión de colecciones. En este contexto, el Getty Conservation Institute ha presentado la iniciativa Managing Collection Environments (MCE), que busca integrar estrategias de control climático más pragmáticas y sostenibles, dotando a los profesionales de la conservación de herramientas que permitan equilibrar las necesidades de preservación de les colecciones y los recursos de los que disponen las instituciones. Una parte de esta iniciativa se centra en las políticas de préstamo entre museos, un campo donde la falta de flexibilidad en lo que se refiere a consignas del clima todavía está muy extendida, ya sea por la incerteza de las consecuencias o para rehuir conflictos de responsabilidades.
La sostenibilidad traducida en edificios de bajo consumo energético ha estado presente con un modelo de reservas de bajo consumo energético, donde la combinación de la inercia térmica del suelo, un buen aislamiento y acciones puntuales de deshumidificación pueden proporcionar un correcto control del clima con un bajo consumo de energía.
Así mismo, el proyecto de ampliación del SFMOMA (San Francisco Museum of Modern Art), finalizado en 2016, ha conseguido reducir considerablemente los costes energéticos sin renunciar a las necesidades de conservación y de acceso a las colecciones. El trabajo interdisciplinario de arquitectos, conservadores-restauradores, ingenieros, conservadores de colecciones y expertos en sostenibilidad ha sido decisivo.
Los problemas de sostenibilidad de los modelos turísticos actuales también han estado presentes en el caso de Pompeya. Con casi 3.500.000 de visitantes cada año, el equipo responsable de la conservación ve absolutamente necesaria la sensibilización del público para reducir los daños causados por el impacto turístico. Esta concienciación e implicación de la comunidad en la preservación de su patrimonio cultural se vuelve fundamental para garantizar el éxito de los programas de conservación.
Cambio de paradigma y necesidad de adaptación
Uno de los aspectos más positivos durante el congreso ha sido la constatación de que, en algunos países, la conservación preventiva se ha desplazado hacia posiciones centrales de gestión dentro de la estructura de las instituciones. Una vez más, se han demostrado los beneficios de incorporar profesionales de la conservación en los proyectos expositivos y museísticos desde el principio, en la toma de decisiones, para sacar provecho de su experiencia.
Como profesionales hemos pasado de centrarnos en el objeto y en nuestras habilidades manuales a tener una visión más global de las colecciones y del contexto en el que se encuentran. Eso comporta tener una visión más amplia e integradora de la gestión de la conservación, y desarrollar habilidades y recursos que van más allá de nuestra formación académica. De hecho, el concepto de las soft skills aparece en numerosas ocasiones para hacer referencia a estas habilidades: comunicar, convencer, dialogar, trabajar en equipo, compartir conocimientos y decisiones con profesionales de otros campos, etc.
Un buen ejemplo de esta dinámica de trabajo es la presentación del PCWG (Preventive Conservation Working Group) de la National Gallery de Londres, creado a partir de representantes de diversos departamentos del museo con el objetivo de afrontar los nuevos retos en materia de conservación, derivados del aumento de visitantes, de los nuevos usos de los espacios y de la colección, así como de los intensos programas expositivos y de préstamo.
Es un hecho que los museos han cambiado, están cambiando. Esto se traduce en nuevas actividades, en nuevos públicos y en un contexto cada vez más complejo para la conservación de las colecciones. Tenemos que garantizar un acceso seguro al patrimonio y a la vez buscar la sostenibilidad en el mantenimiento de las colecciones y de las organizaciones que las preservan. Pero también tenemos que ser capaces de adaptarnos al cambio. En otras palabras, tenemos que hacerlo posible.
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