Hacia la modernidad: las exposiciones de Bellas Artes de Barcelona

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Manel Garcia Clavero

Entre 1888 y 1911, Barcelona vivió uno de los episodios artísticos más relevantes de la época moderna. Se despertaba la conciencia institucional y pública hacia la cultura, inscrita en la voluntad de hacer de la ciudad una capital a la altura de los grandes centros europeos. Para conseguirlo, era necesario dotarla de equipamientos culturales de primer orden que sirvieran para ofrecer cultura y educación a la sociedad. Por este motivo,  una vez terminada la Exposición Universal de 1888 se fundó la Junta de Museus, el organismo que creó los primeros museos y colecciones públicas del territorio y que estableció una política de adquisiciones para velar por la preservación y difusión de los tesoros artísticos de Cataluña.

Entre las muchas iniciativas de la Junta, la más importante para dinamizar la vida artística de la ciudad fueron las exposiciones de Bellas Artes. A imagen de los salones franceses en cuanto a formato, duración y organización, estos acontecimientos pretendían convertirse en escaparate de la modernidad, escenario del arte nuevo y punto de encuentro entre los principales centros artísticos del mundo. Las muestras catalanas también compartían con las francesas uno de los motivos fundamentales de su celebración: la adquisición de obras, puesto que era la única ocasión en que la Junta podía comprar obra contemporánea. Por supuesto, la no celebración de exposiciones implicaba que las colecciones quedaban paradas, y en algunos momentos esto supuso que se perdieran oportunidades para incorporar piezas primordiales del arte moderno catalán.

Palacio de Bellas Artes, 1891.

El origen de estas muestras debemos buscarlo en 1888 en la Sección de Bellas Artes de la Exposición Universal de Barcelona, que se convirtió en ensayo y punto de referencia. A partir de entonces, la Junta organizó las exposiciones con una periodicidad bianual y reunió en la organización y los jurados nombres relevantes como los de Josep Lluís Pellicer, Josep Puig i Cadafalch, Lluís Domenech i Montaner, Raimon Casellas, Salvador Sanpere y Miquel, Manuel Fuxà, Dionís Baixeras, Josep Llimona o Carles Pirozzini. Celebradas en el desaparecido Palau de Belles Arts –obra ecléctica erigida para la Exposición de 1888 y firmada por August Font i Carreras–, en cada edición había secciones de pintura, escultura, dibujo, grabado y artes decorativas.

Las exposiciones del siglo XIX

Tras definir el marco legal y el reglamento que las regiría, la Junta convocó la primera muestra para 1891 y repitió ediciones en 1892, 1894, 1896 y 1898. Se trata de cinco exposiciones que establecieron la periodicidad de unos eventos esperados por los círculos artísticos y al mismo tiempo cruciales para definir una política de adquisiciones clara y útil para fundamentar el Museu de Belles Arts, embrión de lo que más tarde sería el Museu d’Art Modern de Barcelona, es decir, el origen de la actual colección de arte moderno del Museu Nacional.

Ramon Casas, Plein air, París, cap a 1890-1891.

Esta primera tanda coincidió con la irrupción del modernismo, por lo que se presentaron grandes piezas del movimiento en estos acontecimientos. Obras singulares como Plein air, de Ramon Casas, Laboratorio de La Galette, de Santiago Rusiñol, y Lectura, de Joan Llimona, se expusieron en la edición de 1891 y fue entonces que se adquirieron. En 1894 se compró Novela romántica, que Rusiñol había expuesto, así como Salida del baile, de Romà Ribera, mientras que en escultura ingresó el insigne Primeros fríos, de Miquel Blay. También hubo participaciones célebres en la edición de 1896, como la de un joven Picasso con la Primera comunión –hoy en el Museu Picasso–, la única ocasión en que el malagueño participó en las exposiciones catalanas. Casas aportó en 1898 otra obra indispensable de su producción, Corpus. Salida de la procesión de la iglesia de Santa Maria, que asimismo ingresó en el museo. Se presentaron proyectos escultóricos que más tarde embellecerían la ciudad, como la Fuente de Diana, obra de Venanci Vallmitjana que participó en 1898 y fue instalada en la Gran Via en 1919; o bien la monumental Virgen de la Merced que corona la cúpula de la basílica del mismo nombre, una obra de 6,5 m que Maximí Sala expuso en 1891 con la ayuda de una gran grúa.

Las exposiciones del nuevo siglo

Joan Llimona. V Exposicion Internacional de Arte, abril 1907. ©Museu Nacional d’Art de Catalunya

El cese de exposiciones entre 1898 y 1907 se debió a la grave crisis social y política que siguió el desastre del 98, así como la posterior reformulación cultural fruto del surgimiento de la Lliga Regionalista junto con la reorganización de la Junta de Museus entre 1902 y 1907. Estos hechos todavía dieron más fuerza a las exposiciones del nuevo siglo y, cuando la ocasión fue óptima, se convocó la V Exposición Internacional de 1907, la mejor y mayor exposición de bellas artes celebrada hasta la fecha, un acontecimiento que reunió hasta 2.000 obras llegadas de países tan lejanos como Japón y con una participación extranjera de primer orden. Fue en esta ocasión que se presentó por primera vez en la ciudad la plana mayor del impresionismo francés, un gran conjunto de cuarenta piezas con nombres como Monet, Manet , Sisley y Renoir.

Catálogo de la V Exposición Internacional de Bellas Artes e Industrias Artísticas : catálogo ilustrado. Barcelona.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, ninguna ingresó en el museo. También se pudieron contemplar esculturas de Rodin i Duchamp-Villon, un conjunto de pinturas del inglés Frank Brangwyn, una sanguina del prerrafaelita Burne-Jones así como ejemplares del divisionismo italiano, de la mano de Gaetano Previati, y del futurismo con Giacomo Balla.

Edward Burne-Jones, Estudio de cabeza femenina, 1894. ©Museu Nacional d’Art de Catalunya

La sección catalana en 1907 también fue espectacular: a la vez que se presentaba el posmodernismo como un movimiento plenamente definido, con obras de Ricard Canals, Ramon Pichot, Joaquim Mir e Isidre Nonell, el modernismo entraba por la puerta grande con una sala de honor reservada a Casas y Rusiñol, junto con las esculturas de Miquel Blay, Enric Clarasó, Josep Llimona –que presentó el Desconsol– y el tarraconense Carles Maní. Ignacio Zuloaga fue el gran vencedor a escala estatal, con una sala de honor, del que se adquirió Mis primas. En esta edición también ingresaron dos paisajes de Mir, La roca del lago y Cielo de truenos, así como La toilette de Ricard Canals, una obra de marcada influencia francesa.

Joaquim Mir, La piedra del lago, cap a 1903. ©Museu Nacional d’Art de Catalunya

La última muestra, la VI Exposición Internacional, de 1911, no pudo superar el alto nivel artístico alcanzado en 1907 y, sin embargo, se mostraron 1.700 obras y se evidenció la irrupción del noucentisme, con la participación destacable de Josep Clarà –que vino desde París– y también de Joaquín Torres-García. La participación del resto del estado fue igualmente notable, con los principales artistas que profundizaban en las visiones tradicionales de la España regional, nombres como Antoni Muñoz Degrain, Eduardo Chicharro, José María López Mezquita, Gonzalo Bilbao, o Julio Romero de Torres, de quien se adquirió el Retablo del amor, una obra presentada anteriormente en Madrid, donde generó una fuerte controversia.

Julio Romero de Torres, El retablo del amor, 1910. ©Museu Nacional d’Art de Catalunya

Como vemos, cada edición permitió aumentar significativamente las colecciones con la adquisición de obras que en algunos casos se han convertido en parte del relato canónico del arte catalán, mientras que en otros han quedado en el olvido, sea por el cambio de gustos o por la poca relevancia en el contexto actual. Más allá del hecho artístico, estos acontecimientos supusieron un auténtico espectáculo de masas, un evento social que pretendía democratizar la cultura y del que resultó el fomento de la crítica de arte, que vivió una verdadera época dorada con nombres tan conocidos como Francesc Miquel i Badia, Raimon Casellas o Eugeni d’Ors, cada uno defendiendo sus propios principios estéticos.

Manel Garcia
Historiador de l'art Universitat de Barcelona

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