El patrimonio disperso del cementerio judío de Montjuïc

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Jordi Casanovas

No deja de sorprender que, ya desaparecido el cementerio judío como entidad jurídica y después de un reaprovechamiento intensivo de sus lápidas como material de construcción, la presencia de grandes bloques con inscripción hebrea en un sector de Montjuïc aun llamara la atención de muchos de aquellos que paseaban por la montaña.

De ahí el larguísimo debate de si la montaña se denominaba Montjuïc a causa de un antiguo templo dedicado a Júpiter (Mons Jovis) o a la existencia de un cementerio de judíos también antiguo (Mons Judaicus), aunque no tanto.

Inscripción de Miriam localizada en la excavación en la necrópolis de 2001

Los primeros vestigios

Probablemente  el primero a mencionar las lápidas fue Lucio Marineo Sículo, hacia 1530-1533, cuando afirmaba: Yo prefiero llamarla de los judíos porque en este lugar enterraban a sus muertos y aun se ven varias lápidas con inscripción. Otros después también hablarán de ellas, como Jorba, Pujades o Pere de Marca, quienes hacían referencia también a los sepulcros judíos que allí pueden verse con inscripciones hebraicas, aunque muy deterioradas por el tiempo.

A partir del siglo XVIII se observa un interés creciente, aunque en círculos muy reducidos, por el aprendizaje de la lengua hebrea y por la interpretación de sus textos, en este caso por los que aún conservaba la montaña. Josep de Mora y Catà (1694-1762), director de la Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona, fue el primero en recoger, hacia 1752, algunas de estas inscripciones de Montjuïc en su casa y procuró, además, conocer su contenido.

Ya en el siglo XIX, el interés y les motivaciones cambiaron y las inscripciones hebreas pasaron a ocupar un nuevo espacio. Montjuïc y su necrópolis hebrea dejan de ser un sitio remoto y las nacientes asociaciones excursionistas programan numerosas salidas para conocer los cementerios romanos y judíos, la flora, los minerales y los fósiles.

Excursiones a Montjuïc en el siglo XIX

De todas estas visites a la montaña, la más conocida fue probablemente la del 12 de noviembre de 1874, cuya crónica de la mano de Josep Fiter i Inglés apareció publicada en la revista La Rondalla primero y poco después en las Memòries de l’Associació Catalanista d’Excursions Científicas de 1878.

Esta excursión, muy bien programada, contaba con el permiso de algunos de los propietarios de los terrenos donde antiguamente existía la necrópolis, quienes posteriormente hicieron donación de cinco lápidas localizadas en el curso de aquella visita.

De este mismo año 1878, concretamente el 6 de enero, tenemos documentada una nueva excursión a Montjuïc, cuyo objetivo era recoger fósiles, moluscos y algún ejemplar de rosa cataláunica.

Inscripciones hebreas en los museos

A lo largo de este último cuarto del siglo XIX, las inscripciones hebreas ocuparán tímidamente un nuevo espacio aún muy discreto en los nuevos museos que se irán creando en Barcelona. Se contabilizarán, además, como un elemento a tener en cuenta en la configuración de nuestra historia. Ya no es trata de ligar de cualquier manera historia y leyenda, sino de hacerla más comprensible con la ayuda de los elementos arqueológicos al alcance, una tarea mucho más complicada de lo que se creía.

A parte de los ejemplares recogidos en varios momentos en la montaña, se ha podido documentar un buen número de inscripciones hebreas en varios puntos de la ciudad y del Área Metropolitana, reutilizadas como material constructivo. Algunas se han hallado durante las dos campañas de excavación en el cementerio realizadas en los años 1945-1946 y 2001. En esta última intervención ha sido posible localizar una lápida funeraria fechada (1229), aún ubicada encima de la sepultura original, un hecho realmente muy poco frecuente.

La reutilización de materiales antiguos es un recurso habitual en todas las épocas y lugares y no siempre tiene que entenderse como una solución a la escasez de material procedente de las canteras. Es el resultado de un mercado muy activo de materiales de reaprovechamiento fruto de los numerosos derribos y de los agentes encargados de ponerlos en circulación.

La inscripción de Deodatus entre otros elementos de piedra en las salas de Románico de 1995

Inscripción de Deodatus

En nuestro museo la presencia de inscripciones hebreas ha sido un fenómeno que podríamos calificar de puntual. Posteriormente, dos de las inscripciones se incorporaron temporalmente a las salas de Románico y Gótico en 1995 y een 1997, respectivamente, con la finalidad de contar el peso de la presencia judía en la sociedad medieval. La inscripción ubicada en gótico era probablemente el elemento epigráfico mejor documentado de toda la colección. Se trata de una pieza de grandes dimensiones con el epitafio de un personaje conocido por la documentación, Salomó Grasià, muerto entre 1306 y 1307, fechas que pocas veces conocemos como en este caso. Actualmente ambas inscripciones se hallan en el MUHBA, Museu d’Història de Barcelona, una de ellas expuesta en el subsuelo de la Plaça del Rei.

La lápida de Salomó Grasià en primer término en las salas de Gótico de 1997

Frontal de la lápida

Dificultades por la documentación incompleta

Actualmente tenemos documentadas en Barcelona 109 inscripciones hebreas, de las que solo 19 eran completas o casi completas y 90 eren fragmentos de dimensiones variables, hecho indicativa del estado como nos llega este material y de las dificultades que plantea su estudio.

Si a eso añadimos que solo 14 inscripciones llevan la fecha indicada de forma explícita, nos podemos dar cuenta de que es muy complicado llegar a algún tipo de sistematización. De estas 109, 17 han desaparecido, pero se conserva de ellas alguna mención, una referencia documental, un dibujo o una fotografía. En muy pocos casos se trata de fragmentos suficientemente representativos, la mayoría son de poca entidad epigráfica y con pocos datos que permitan documentar de forma fehaciente su reutilización y el momento en que se produjo.

Esta imprecisión en cuanto a los mecanismos de la reutilización, hace difícil fijar unas pautas que permitan nuevas localizaciones, ya que, incluso disponiendo de documentación clara de la utilización de materiales procedentes de la necrópolis judía en un emplazamiento determinado, puede no ser posible identificar ningún fragmento, mientras que en otros casos ha sido posible localizar otros nuevos sin ninguna referencia documental previa a nuestro alcance.

Ejemplos de localizaciones

Existen cuatro ejemplos muy representativos y que funcionan muy bien para explicar esta casuística. Se trata del Portal Nou y la capilla de Nostra Sra. de la Canal, las excavaciones de la Baixada de la Canonja, el palacio del Lloctinent y el palacio de Valldaura.

Inscripciones reaprovechadas en el subsuelo del palacio del Lloctinent

Joan I donó, en 1395 para las obras de la capilla de Nostra Sra. de la Canal, treinta piedras del cementerio judío de Montjuïc. Sabemos que principios del siglo XVII la capilla estaba ya medio en ruinas. Restaurada, según parece, hacia 1607, a consecuencia de los hechos de 1714 el portal y la capilla se vieron muy afectados, por lo que fueron derribados en el año 1854. En este caso no se ha podido documentar la presencia real de inscripciones hebreas en su construcción.

En el curso de varias excavaciones, cuyo objetivo era hallar el cuerpo de san Pedro Nolasco, realizadas entre el 21 de abril y el 30 de agosto de 1788 en la Baixada de la Canonja cerca de la catedral, se localizaron varios objetos, columnas y pilas y una inscripción hebrea de la que solo se ha conservado una transcripción del texto en una hoja y una pintoresca traducción. El aura legendaria que rodea esta intervención y el hecho de que no se haya conservado la lápida complican el poder sacar conclusiones.

Fachada del palacio del Lloctinent en la plaza de Sant Iu con indicación de los fragmentos reaprovechados

Hasta ahora el ejemplo más representativo es el palacio del Lloctinent, una construcción del siglo XVI entre la Plaça del Rei y la calle de los Comtes de Barcelona, donde se han localizado 33 fragmentos de inscripciones hebreas de Montjuïc, que habían sido reutilizados en diferentes puntos del edificio.

Último fragmento identificado de la fachada del palacio del Lloctinent en la intervención de 2002, que corresponde al cuadrado superior de la imagen anterior

Finalmente, en el emplazamiento donde se levantaba el palacio de Valldaura, se han podido identificar 6 fragmentos más. Este palacio ocupaba el antiguo solar de un cenobio del cister, Santa Maria de Valldaura (1150-1169), en Collserola en el término actual de Cerdanyola del Vallès, y se había convertido en un lugar de reposo y caza de los reyes de la Corona de Aragón, desde Jaime II (1291-1327) hasta Martín I (1396-1410). El rey Martín I engrandeció y embelleció esta propiedad entre 1400 y 1407. Ya en plena decadencia, a lo largo del siglo XV, concretamente en 1475, pasó a manos de particulares como donación real. En este caso no disponemos de referencias documentales que mencionen el reaprovechamiento de piedras del cementerio judío, a pesar de la presencia de estos 6 fragmentos de los que no sabemos tampoco en qué lugar de las ruinas del palacio se encontraron.

Los 61 fragmentos hallados en la ciudad de Barcelona se concentran mayoritariamente en los alrededores de la catedral, el Palacio Episcopal, el convento de Santa Clara y las excavaciones de la plaza del Rei y de la calle Comtes de Barcelona, como núcleo más representativo. Más allá de este punto tienen lugar hallazgos aislados en enclaves cercanos, siendo el más reciente el de un fragmento en la azotea de la iglesia de Sant Just i Pastor o el que se localizó en el antiguo convento de Sant Josep, donde hoy se erige el mercado de la Boqueria.

Todos estos materiales ahora descontextualizados aparecen reutilizados de forma clara o permanecen invisibles con la cara inscrita no visible, a no ser que se desmonte el muro o la superficie donde se hallan. Su reaprovechamiento como sillar, elementos de puertas o ventanas, dovelas de un arco, losas de pavimento o simplemente como material de relleno de forma visible o invisible nos permite concluir que no existe voluntad de destruirlos o esconderlos, simplemente sacar provecho de ellos de la forma más sencilla posible.

Enlaces relacionados

El cementerio judío de Montjuïc en Barcelona Centro de Estudios ZAKHOR, 2008 (pdf, 214 Kb)

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Registre i investigador d'inscripcions hebrees

Jordi Casanovas
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