Si habéis dado una vuelta por Barcelona quizás habréis visto las banderolas en que anunciamos la renovación de la colección de Renacimiento y Barroco con cuatro fragmentos de obras de grandes artistas universales. Os explicamos aquí, en el blog, algunos detalles de estas cuatro obras seleccionadas para mostrar la riqueza y variedad de la colección.
Peter Paulus Rubens, Lady Aletheia Talbot, condesa de Arundel
La modelo retratada era la mujer de Tomas Howard, segundo conde de Arundel, figura importante en la corte inglesa, destacado mecenas de las artes y la literatura, y propietario de una de las mejores colecciones europeas de pintura, escultura y libros singulares. La pareja pertenecía a la rara élite de la nobleza católica británica.
La protagonista luce ostentosamente en el pecho una preciada joya de la familia con el trigrama del nombre de Cristo (IHS), lo que constata su fe religiosa. Rubens representa a la mujer en plena madurez; acentúa los rasgos fisonómicos de la dama para remarcar su fortaleza y determinación de su carácter, y neutraliza los aspectos más estéticos de la composición.
El estilo de Rubens se ha calificado a menudo de excesivo por el énfasis de color, la pincelada suelta y la sensualidad. Esta obra nos explica su arte de madurez, profundamente influenciado por Tiziano, con tonos oscuros y ricas texturas, o sea, el color negro aplicado en intensidades diferentes (solo roto por el blanco de la ropa y de las carnaciones) y la libertad de la factura por encima de la precisión del dibujo. Una habilidad técnica extrema, que hasta le sirve para captar la psicología del personaje retratado.
La obra fue realizada en 1620 en Amberes, cuando de paso en su camino hacia Italia, Milady posó para Rubens para un cuadro en grupo que se conserva en la Alte Pinakothek de Múnich y en el que aparece acompañada del embajador británico, su perro, su enano y su bufón.
En ese momento, Anton van Dyck, con 21 años, era miembro del taller de Rubens y es posible que el maestro hubiera invitado al discípulo a intervenir en la pintura de Lady Aletheia. La influencia del joven aprendiz se revela en detalles del retrato. Curiosamente, ese mismo año, Van Dyck viajó a Londres y trabajó para los Arundel.
Lucas Cranach (el Viejo), Pareja amorosa desigual
El cuadro que representa el robo, por parte de una chica joven, a un viejo imprudente que pierde el mundo de vista a causa de los encantos femeninos. La joven se aprovecha de que el viejo está concentrado en el abrazo para sustraerle la bolsa con gran facilidad, lanzando una sonrisa de satisfacción.
La pareja amorosa de edad desigual es un tema de larga tradición en la cultura occidental, sobre todo en el mundo literario, que logra una notable difusión en la primera mitad del siglo XVI, especialmente en Alemania y Flandes.
Dada la amistad de Cranach con el reformista Martín Lutero, no nos debería sorprender que la imagen también contenga un mensaje moralizador, consistente en advertir sobre la necesidad que debe tener el hombre de reprimir sus impulsos lujuriosos.
Se trata de una iconografía que presenta una visión misógina de la mujer, al convertirla en un instrumento diabólico, un ser peligroso generador de pecado, de humillación, de perdición y de muerte. Instrumentaliza los instintos primitivos del hombre para obtener un beneficio material. La obra está firmada y fechada al lado del brazo de la chica con el distintivo del artista: un pequeño dragón con las alas hacia arriba.
El Greco, San Pedro y San Pablo
Esta obra del pintor cretense ingresó en el museo en 1932, como parte de la colección Plandiura. El tema central de este cuadro es la reunión entre los dos apóstoles, Pedro y Pablo, que habían mostrado su desacuerdo. Una reconciliación que se insinúa tímidamente en las manos unidas que se entrecruzan y no llegan a contactar, pero que parece que es, a su vez, un gesto de cesión o reconocimiento por parte de Pedro.
Pedro aparece representado como un anciano cansado en un escenario de nubes que se abre al azul del cielo para resaltar la aureola de santidad. A su lado aparece la poderosa imagen de Pablo –sin aureola– con túnica verde y manto bermellón, en la plenitud de su madurez, sujetando con orgullo la espada o atributo que le caracteriza.
La obra muestra la gran riqueza argumental y cromática propia del arte del maestro cretense. El Greco otorga a las figuras de los apóstoles una luz interior, materializada corporalmente en la estilización de los dedos, dotados de una gracia y sensibilidad extremas, o en la iluminación de los rostros, que reflejan un estado de serenidad espiritual.
Diego Velázquez, San Pablo
La monumental figura de un hombre de mediana edad, sentado en un plinto de piedra, resalta sobre un fondo liso de gama terrosa. Lleva un manto grueso de tela marrón que cubre la túnica roja y oculta la masa voluminosa de su cuerpo.
Su cabellera es oscura, la barba canosa y el rostro con profundas arrugas. Muestra un libro que indica su condición de apóstol, y quizás también la de intelectual o filósofo. Arriba a la izquierda, aparece una inscripción que le identifica claramente: «S. PAVLVS». El pintor substituye el atributo tradicional del santo, que es la espada, y lo acerca al aire intelectual de los filósofos que pintó Josep de Ribera. La aureola de luz que rodea su cabeza declara su santidad y destaca su figura respecto al fondo.
Se trata de una figura de juventud realizada cuando Velázquez todavía vivía en Sevilla. El modo de trazar las arrugas, la barba y los pliegues de la ropa son aspectos característicos del pintor en Sevilla, antes de trasladarse a Madrid y de convertirse en el mejor pintor de la corte del rey Felipe IV.
Esta obra, reconocida internacionalmente, se considera fundamental para el estudio de la influencia del realismo pictórico de Caravaggio en España.
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