Lluís Alabern
Abrir las puertas del museo a la comunidad, incorporar la mirada del otro, repensar las museografías en clave políglota, generar propuestas desde la pluralidad en un momento en el que no parece haber ni un discurso ni un modelo predominante al que acogerse. El debate está abierto en buena parte de nuestros museos. También en este.
Trazar un eje transversal entre los programas públicos, las museografías, la colección permanente, los enlaces educativos. Tender puentes entre la denominada cultura de masas y la mal llamada “alta cultura” sin caer en tópicos ni clichés. Hay más preguntas que respuestas:
- ¿qué vínculos establecer con las artes no académicas, con el grafiti, la fotografía documental, la performance, el cómic, etc.?
- ¿qué historias explicar para que el gran público entienda que un museo como el nuestro es una colección de historias inexploradas, de iconografías con las que conquistar nuevas narraciones, y tiene el deber público de ser un archivo al servicio de la ciudadanía?
En busca de vínculos entre arte consensuado y arte refugiado
La nueva museografía que el museo propone en su colección, en algunas de las exposiciones temporales y en no pocas de las actividades formuladas en su programa intenta empezar a dar respuestas a estas preguntas.
Los cómics son un artefacto cultural impreso, íntimamente ligado a los medios masivos de comunicación y quizás por eso a menudo apartados de las salas del museo. Las instituciones aún tenemos pendiente abrir nuestros almacenes y espacios a este fenómeno cultural centenario.
Quizás, como apunta Ana Merino en su preciso estudio sobre El cómic hispánico (Cátedra, 2003), esto se deba en parte a las dificultades del cómic para encontrar su propio espacio: “para que el cómic sobreviva al acoso de otros medios necesita primero reconocer su espacio dentro de la historia cultural de la modernidad”. En eso los museos tenemos mucho que decir. Toca catalogar, documentar esta historia reciente, abrir los espacios museográficos a un lenguaje cuya dimensión masiva y popular es innegable. Debemos buscar los vínculos entre el arte consensuado en los cenáculos de la Historia oficial, y el subrepticio, el arte refugiado en los distritos de la cultura popular.
Colección gráfica del Museu Nacional
El Museu Nacional dispone de una amplia colección gráfica que incluye desde originales de casi todos los dibujantes del cambio de siglo –mostrados a menudo en las presentaciones de la colección permanente así como en varias exposiciones temporales–, hasta las principales publicaciones que vieron nacer lo que podríamos denominar un precedente artístico de lo que hoy conocemos como cómic. La prensa satírica del siglo XIX preconizó en gran medida el mundo del cómic. Es algo que, sin embargo, los museos parecen haber olvidado, y que resulta casi ignoto para el joven lector de comic-books y novelas gráficas. Estudiosos como Josep M. Cadena o instituciones como el Cercle Artístic de Sant Lluc llevan años presentando los vínculos entre el dibujo, las artes populares y el arte mayúsculo. Pero nadie ha tomado aún las riendas de un análisis profundo que permita establecer los criterios y espacios propios del cómic, y su relación con el resto de las artes.
En nuestro ámbito cultural se puede trazar un hilo conductor que se inicia en dibujantes como Manuel Moliné, Josep Lluís Pellicer, Josep Costa Picarol; revistas como ¡Cu-Cut!, L’Esquella de la Torratxa, La Campana de Gràcia, Gil Blas, La Tomasa, Papitu, etc.; pasando por maestros de la gráfica popular como Apel·les Mestres, Joan G. Junceda, Ramon Casas, Xavier Gosé, Feliu Elias Apa o el gran Ricard Opisso. Pere Ynglada, Lluís Bagaria, Josep Mompou, Emili Freixas, Ramon Calsina… antecesores de los dibujantes del TBO, de los tebeos de posguerra, de las colecciones de la Editorial Bruguera, de Cesc, el Perich, el Roto, de las publicaciones políticas de la Transición, del cómix underground, Nazario, Makoki, El Víbora
Ramon Casas, Ciclista. L’anada (La ida) y Ciclista. La tornada (La vuelta). Primera y segunda parte de una historieta publicada en el Almanac de l’Esquella de la Torratxa (1890, p. 110 y 111). Al pie de las ilustraciones decía: «Al montà a la bicicleta -per emprendre un passeig llarch-, deya: Avuy de quans me vegin, l’atenció tinch de cridar» y «Y amb l’aparato fet a trossos y un gran nyanyo al mig del front tornant a burro… en efecte, -cridava molt l’atenció».
El Salón del Cómic entra en el Museu Nacional
Parece lógico pues, que el museo establezca pasarelas con el mundo del cómic, y qué mejor manera de hacerlo en estos días que invitando al Salón del Cómic y a Santiago García y Javier Olivares, ganadores del Premio Nacional de Cómic con su magnífica novela gráfica Las Meninas, a presentar algunos de sus trabajos.
En uno de los espacios que el museo ha decidido dedicar a incorporar la mirada del otro, a conjugar esfuerzos educativos que permitan vincularnos con los públicos menos probables, presentamos el proyecto García/Olivares: Viñetas. Podemos ver algunos esbozos, descartes, procesos gráficos, obras publicadas junto a otras no publicadas del dueto que forman guionista y dibujante, todas, jugando a lo hermenéutico, disolviendo fronteras entre cómic, literatura y arte.
Invitamos, además, al escritor, periodista cultural y guionista Jorge Carrión a reflexionar sobre la entrada del cómic en el ámbito museístico. Es un primer encuentro cómic-museo, pero habrá más. El acuerdo de colaboración entre el Salón del Cómic de Barcelona y el Museu Nacional augura propuestas continuadas y proyectos de envergadura para despabilar todas las conjeturas posibles.
Enlaces relacionados
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