Joan Molina
Solo entrar en la exposición Bermejo. Un genio rebelde del siglo XVuna pintura nos llama la atención. Es el nombrado Cristo de la Piedad, una obra realizada alrededor de 1470. Entre otros aspectos impresiona el hecho de encontrarnos delante de una representación de un Cristo desnudo, tan solo cubierto por una refinada y preciosista gasa transparente que deja entrever claramente el sexo. A la sorpresa por el carácter excepcional de la imagen religiosa, hasta cierto punto heterodoxo, se añade la admiración por su altísima calidad técnica.
Su autor, Bartolomé de Cárdenas, alias el Bermejo (hacia 1445- hacia 1501), fue uno de los pintores más fascinantes del siglo XV. Su indiscutible destreza técnica y la originalidad de muchas de sus composiciones han despertado la admiración de numerosos especialistas internacionales desde hace más de un siglo. A pesar de esto, es una figura casi desconocida por el gran público. Por este motivo, hace un par de años, el Museo Nacional del Prado y el Museu Nacional d’Art de Catalunya decidieron organizar una exposición antológica que reuniera por primera vez la mayor parte de sus obras conservadas, hoy repartidas por museos y colecciones de España, Europa y Estados Unidos. Unas obras que hemos procurado presentar de manera atractiva y entendedora en un itinerario de ocho ámbitos que nos permiten recorrer su trayectoria artística, admirar las principales creaciones y descubrir sus vínculos con algunos colegas y coetáneos.
Bermejo, un pintor con una extraordinaria destreza técnica y lenguaje propio
Bermejo destaca por el dominio de las potencialidades pictóricas de la entonces nueva técnica del óleo. Supo desarrollar un lenguaje personal de signo realista, especialmente atento a los efectos ilusionistas, pero también a la definición de espectaculares gamas cromáticas. Solo hay que fijarse en la estilizada figura de san Miguel de Tous, su primera obra documentada (1468), donde podemos admirar las texturas materias de la capa roja que ondea al viento y los brillos que desprenden de la refulgente armadura dorada, decorada con todo tipo de piedras preciosas.
San Miguel triunfante sobre el demonio con el donante Antoni Joan, 1468. © The National Gallery, London. Adquirido mediante acuerdo privado con una subvención del American Friends of the National Gallery de Londres, posible gracias al Fondo de Dotación de J. Paul Getty Jnr, 1995, NG 6553
Parece claro que el principal referente artístico de nuestro pintor fue la pintura flamenca, escuela inaugurada por Jan van Eyck and Rogier van der Weyden que, durante la segunda mitad del siglo XV, había conquistado toda Europa, incluida Italia. Aunque, todavía se ha especulado que Bermejo puedo formarse en los talleres septentrionales, es más posible que su aprendizaje tuviera lugar en la cosmopolita Valencia en el segundo tercio del siglo XV, una ciudad abierta tanto a los modelos flamencos como a los italianos, de los cuales el pintor cordobés también hizo eco.
Un pintor cotizado, con una carrera complicada e itinerante
Les escasas noticias biográficas que disponemos indican que Bermejo tuvo una carrera profesional complicada. Nacido en tierras cordobesas, es muy probable que su condición de judeoconverso lo obligara a llevar una vida itinerante que, lo llevó a residir en Valencia, Daroca, Zaragoza, y finalmente, Barcelona. Uno de los problemas de esta circunstancia vital es que, para sortear las limitaciones gremiales de la época, se tuvo que asociar con maestros locales de estas ciudades, mucho menos cualificados que él. Esto dio lugar a situaciones conflictivas, como el abandonamiento de algunos cargos y hasta ser castigado con una sentencia de excomunión.
A pesar de esto, la orgullosa utilización de su alias –quizá adoptado por algún rasgo físico-, el Bermejo, con el cual firmó de manera particular algunas de sus obras más innovadoras, certifica que nos encontramos delante de un pintor con personalidad acusada, probablemente consciente y orgulloso de sus habilidades. Un auténtico genio rebelde del siglo XV.
Bermejo, creador de un lenguaje propio
Al lado de su destreza técnica, Bermejo sorprende también por su capacidad para desarrollar nuevas interpretaciones de todo tipo de temas e iconografías. De hecho, su inquietud por seguir explorando nuevos terrenos, especialmente en el ámbito del paisaje y el retrato, le permitió concebir algunas de sus obras más complejas e innovadoras en el último periodo de su trayectoria profesional.
Un ejemplo paradigmático es su última obra conocida, la Piedad Desplà (1490). Más allá de la evocación de un tema devocional, Bermejo nos propone contemplar todo un espectáculo pictórico, con la representación de un extraordinario paisaje que destaca tanto por su fondo lleno de efectos atmosféricos y la detallada estampa de una Jerusalén Celestial como por la minuciosa recreación, en primer plano, de un auténtico universo botánico y animal que el ojo del espectador recorre curioso y atónito.
Piedad Desplà, 1490. Detalles © Catedral de Barcelona (Fotógrafo: Guillem F-H)
Después de su muerte, el nombre de Bermejo y su obra cayeron en el olvido. De hecho, para la recuperación del personaje y de su producción hizo falta esperar a finales del siglo XIX, cuando algunas de sus tablas más señaladas despertaron interés tanto de destacados coleccionistas como de falsificadores de pintura antigua. Algunos de estos fakes sirven para cerrar la exposición y son testimonio de hasta qué punto Bermejo se convirtió, a principios del siglo XX, en uno de los representantes más conocidos de lo que podría ser un museo imaginario de la pintura flamenca.
Un magnífico maestro al cual tributamos un merecido homenaje y damos a conocer al gran público.
Enlaces relacionados
Catálogo de la exposición Bermejo. El genio rebelde del siglo XVI
Bartolomé Bermejo. Museo del Prado
La clave flamenca en las colecciones del museo: tres vírgenes góticas