Artistas en casa, habitar y crear. Días de confinamiento

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Sandra Figueras
Feliu Elias, Naturaleza muerta,1933
Feliu Elias, Naturaleza muerta, 1933

Hemos pasado ya más de cincuenta días encerrados en casa por la crisis sanitaria de la COVID-19, un escenario nuevo y una realidad que vamos digiriendo despacio. Se han expandido los límites de lo que pensábamos que era posible y, a la vez, se ha empequeñecido nuestro universo cotidiano, aislados de las personas y los espacios que quedan fuera de los límites de nuestra casa mientras convivimos con la incertidumbre de hasta cuándo nos tendremos que quedar y de qué significa normalidad, cuando salgamos.

Feliu Elias, La galería,1928
Feliu Elias, La galería, 1928 

Para todas las personas que seguimos encerradas, la casa se ha convertido estos días en un espacio hiper explotado, lo hemos transformado en oficina, parque infantil, espacio de taller, obrador, laboratorio o incluso bar. La hemos mirado con detalle, la hemos ordenado, o desordenado, hemos retomado proyectos que teníamos inacabados o simplemente la hemos observado, convertida en el único paisaje de estos días extraños. El parar muchas actividades y relaciones sociales nos ha hecho relacionar con el espacio doméstico de muchas maneras nuevas y ha hecho aflorar la creatividad de muchas personas, como ocurre a menudo en situaciones de desconcierto y desamparo. Un buen ejemplo es de la iniciativa #tussenkunstenquarantaine, en la que miles de personas han escenificado en casa una obra de arte con los materiales que han tenido al alcance.

Ramón Casas, Interior de taller, hacia 1883
Ramon Casas, Interior de taller, hacia 1883

Los y las artistas han estado a menudo encerrados en casa o en sus estudios, la naturaleza de su trabajo tiene que ver precisamente con la quietud para poder observar, incluso con un cierto aislamiento que les ha de permitir desarrollar ideas, reflexionar y madurar procesos de creación.

Ricardo de Madrazo, El taller de Maria Fortuny en Roma, 1874
Ricardo de Madrazo, El taller de Marià Fortuny en Roma, 1874

Lo dijo la escritora inglesa Virginia Woolf hace casi un siglo, a fin de crear, escribir, pensar necesitamos «una habitación propia», especialmente las mujeres a menudo encargadas de muchos otros asuntos domésticos, antes que de sus pulsiones creativas.

El escritor Mason Currey ha compilado en dos libros muy recientes las costumbres y rutinas de trabajo de artistas, escritores y creadores en general, un muestrario de cómo deben convivir a menudo los rituales domésticos y los de creación, particularmente en el último libro dedicado exclusivamente a mujeres.

En los espacios que habitamos se da un diálogo relevante para el ser humano en general y para el creador en particular, si lo entendemos como algo más que el escenario de nuestra existencia. Ahora que nos hemos detenido a observar estos espacios domésticos, sus ritmos, las huellas que guardan de nuestras vidas, los objetos que nos acompañan, quizás nos sentimos más cerca que nunca de las obras de arte, los libros, las músicas que muchos artistas han compuesto para hablar de ello.

Pere Garcia de Benavarri, Nacimiento de San Juan Bautista, hacia 1473-82
Pere García de Benabarre, Nacimiento de san Juan Bautista, hacia 1473-1482

En el arte de todas las épocas, incluso cuando la intención era alejarse de lo humano para retratar la divinidad, lo misterioso o lo inalcanzable, ha habido grietas donde colocar los gestos y los espacios cotidianos. Pintar con esmero los cubiertos y los alimentos de una mesa bien puesta en una escena bíblica, convertir el gesto divino de la Virgen en la caricia de una madre a su hijo o retratar personajes santos en entornos domésticos de épocas a las que no pertenecían, son algunos ejemplos de ello.

Jaume Serra, Retablo de la Virgen, hacia 1367-1381 (detalle de la predela)
Jaume Serra, Retablo de la Virgen, hacia 1367-1381 (detalle de una mesa bien dispuesta en la predela)

Sin embargo, los referentes en el arte moderno y contemporáneo son muchos porque se trata de un arte autorreferencial, que reflexiona sobre sus propias posibilidades y límites, plenamente consciente de los espacios en que se genera y poco preocupado ya por su capacidad de representar el mundo. El filósofo francés Merlau-Ponty señaló a Paul Cézanne como el paradigma de esta nueva mirada y de relación del artista con el mundo. Ya no se trata de una mirada hacia fuera, una relación «físico-óptica» dice, sino hacia dentro. Tilda sus cuadros de «auto-figurativos», hablan de quien los pinta, reventar la piel de las cosas para mostrar cómo se hacen las cosas y cómo las ve el artista (Merleau-Pontus, El ojo y el espíritu, p. 52 [cita en la p. 50]).


Este viraje de representar lo visible a representar lo que el artista siente o piensa se irá haciendo cada vez más pronunciado. En el arte contemporáneo hay muchos ejemplos de artistas que no solo quieren representar el mundo a través de ellos, sino que quieren hablar de ellos mismos, observar el yo, explorar sus biografías, sus sitios, sus preocupaciones. Es por eso que la línea trazable entre su universo cotidiano y los procesos creativos es quizás más nítida que nunca y en una situación como la que estamos viviendo estos días es una relación que podemos compartir y nos puede acompañar.

Sobre la casa y sobre cómo la habitamos

“La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos de continuidad. Sin ella el hombre seria un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano.” (Gaston Bachelard. La poética del espacio, p. 37 [cita en la p. 21].)

La casa es este lugar significativo, multidimensional y el escenario principal de nuestra cotidianidad. Se puede entender como construcción, como lugar simbólico o como escenario para las relaciones familiares y sociales o se puede leer como un intrincado de todas ellas. No es sólo arquitectura, una «caja inerte» (cita Bachelard, La poética del espacio, p. 79) mejor o peor diseñada o más o menos funcional, hay que verla como el lugar donde se aloja nuestra existencia.

Hay corrientes filosóficas como la fenomenología, que se fija en los objetos como manifestaciones de la conciencia, que nos permite entender la arquitectura por ejemplo como lugar vivido, sentido, un hábitat que influye la actividad humana que se lleva a cabo, no solo referida a los actos de la vida cotidiana, sino a procesos reflexivos y creativos que tienen lugar.

En el libro La poética del espacio (1957) Gaston Bachelard describe la casa como un microcosmos, «nuestro rincón en el mundo», el lugar desde donde miramos y entendemos lo exterior, es el espacio donde se relacionan el mundo sensible y el proceso creativo.

Encerrados como estamos en casa los gestos domésticos se han multiplicado, parecen más repetitivos que nunca, y a la vez se están convirtiendo en fuente de inspiración para mucha gente, en lugar común. Se han multiplicado las fotografías y vídeos de estas acciones que compartimos en las redes, convertidas en el espacio de relación que nos permite el distanciamiento social.

Algunos artistas, escritores, músicos han llevado al extremo esta relación con el espacio y sus procesos de trabajo refugiándose en parajes remotos o en cabañas ínfimas donde llevar a cabo su tarea creativa.

Las cabañas de grandes pensadores del siglo XX quedaron recogidas en el proyecto expositivo Cabañas para pensar (Fundacion Seoane, 2011), un análisis de los espacios mínimos y de sus entornos donde trabajaron personajes como Virginia Woolf, Martin Heidegger, Knut Hamson o Gustav Mahler. Todas ellas ilustran la necesidad de poner limitaciones a las comodidades y en las relaciones sociales para conseguir una cierta concentración. También lo hizo recientemente y más cerca el artista y matemático  Pep Vidal cuando en el año 2014 se encerró en una cabaña para terminar su tesis doctoral, convirtiendo la acción misma en obra.

Sea en espacios de auto-reclusión o en un piso en medio de la ciudad, la idea de habitar es la bisagra que nos permite entender persona y lugar a la vez, una acción alimentada por muchas otras.

El 5 de agosto de 1951 el filósofo alemán Martin Heidegger pronunció la conferencia Construir, habitar, pensar. Finalizada la Segunda guerra mundial y vistos sus estragos, quiso hacer una reflexión profunda de cómo se podía volver a «habitar el mundo». Inició su discurso analizando el significado del verbo construir que en alemán tiene su origen en el término «bauen». Este antiguo verbo significa también habitar, permanecer, residir, además tiene la connotación de abrigar y cuidar, es decir, que es punto de encuentro de todas estas acciones. La esencia del ser humano, dice Heidegger, es el habitar. (Heidegger, M. “Construir, habitar, pensar en Conferencias y Artículos, 1994 p. 129).

Intimidad y proceso creativo

Hay artistas cuya conciencia del lugar y del gesto cotidiano está muy presente en las obras que producen. Explorar sus casas o sus talleres nos puede ayudar a intuir lo que ha generado y alimentado su proceso creativo porque es donde conviven pensamiento, recuerdos y sueños de quien la habita, son los contenedores de su intimidad.

Hablamos de intimidad cuando el lugar nos acoge y nos nutre, ya sea en solitario o cuando es capaz de crear espacios de proximidad con los demás. La geografía humana también se ha ocupado de estas relaciones, Yi Fu Tuan habla en su libro Space and Place de experiencia de intimidad (Cita, Yi Fu Tuan, Space and Place. The perspective of experience, 1977, p. 137) y del arte como una herramienta para compartirla porque nos permite hacer accesible nuestro sitio a otros, hacer universal lo que nos pertenece sólo a nosotros. El arte tiene la capacidad de evocar los lugares, encontrar los espacios que pueden ser comunes a los seres humanos y también marcar los sitios con su presencia.

¿No ha sido durante el confinamiento un consuelo que otras personas hayan abierto las puertas de su casa o nos hayan enseñado sus talleres? ¿Poder ver sus bibliotecas? ¿Compartir sus rituales?

Maneras de habitar y crear

El ser humano intenta materializar sus ideas y sus sentimientos en cosas tangibles, hacer visible lo invisible.Hay muchos ejemplos de artistas que han explorado sus entornos más cercanos, la habitación propia es un motivo constante en el arte, desde los interiores del holandés Johannes Vermeer hasta la icónica habitación de Arles de Vincent van Gogh.

Hay ejemplos también en nuestra colección, las habitaciones extrañamente vacías y silenciosas del pintor Pere Torné Esquius o las muchas escenas de familiares en actitudes de reposo y en el entorno doméstico del pintor tortosino Francesc Gimeno.

Pero aparte de representarlos, en el arte más reciente se han utilizado estrategias muy variadas para reflexionar sobre estos lugares. Ignasi Aballí ante lo que él llama la imposibilidad de la pintura, decide no hacer, dejar que el lugar hable, recopila los detritus, espera que el tiempo actúe o que el polvo se acumule.

Artistas como Louise Bourgeois o Tracey Emin llevan su biografía, su intimidad al territorio público del arte. Comparten los traumas, las obsesiones, los desencantos familiares a través de sus obras. Durante los años 90 Louise Bourgeois creó una serie de celdas semi-abiertas, espiables, habitadas por objetos y esculturas que las convertían en cuartos inquietantes, habitaciones del alma llenas de referencias autobiográficas. Esa misma década Emin llevaba más al extremo la idea del ready-made trasladando directamente su cama y los detritus que la rodeaban en el espacio del museo, un gesto provocador que no dejó indiferente ni al público ni a los medios.

  • Louise Bourgeois, Habitación Roja (Padres) [Red Room (Parents)], 1994 (detalle). Colección particular, cortesía Hauser & Wirth. Foto: Maximilian Geuter. © The Easton Foundation / VEGAP, Madrid
  • Tracey Emin. My bed, 1998. © Tracey Emin
  • Bestué-Vives, Acciones en casa, 2005 (Vídeo/color/so/33’)
  • Eulàlia Valldosera. Amor (objetos generados), 2008 (fotografia)

Son solo algunos ejemplos de cómo se han relacionado los y las artistas con sus espacios domésticos, la lista podría ser mucho más extensa. En cualquier caso, estas acciones que relacionan directamente el habitar y el crear ilustran las posibilidades que este espacio doméstico, ahora tan presente en nuestras vidas, puede tener. La casa puede ser inspiradora, incluso desde la perspectiva del confinamiento obligado, nos puede dar oportunidades valiosas para la reflexión y la creatividad.

Enlaces relacionados

Figueras Valls, Alexandra. Habitar i crear: relacions entre l’espai quotidià i el procés creatiu. 2012

Habitar: Grupo de investigación UPC

Ignasi Aballí 

Exposición de Louise Bourgeois en el Museo Guggenheim: Structures of existance.The cells

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Servei educatiu

Sandra Figueras
Servei educatiu

2 Comments

  • María José Basols dice:

    Gracias por este artículo que sobrepasa los límites de un blog y por todas las referencias que lo acompañan.
    Hacéis un gran trabajo.

  • Sandra Figueras dice:

    Muchas gracias por tu comentario María José. Es un tema fascinante, especialmente des de la perspectiva actual. Por si te interesa, encontrarás más referencias bibliográficas en el trabajo de investigación linkado al final del artículo.

    Saludos cordiales,

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