Joan Yeguas
En la actual exposición Maternasis, comisariada por Àlex Mitrani y que se puede visitar en el Museu Nacional hasta el 25 de septiembre de 2022, podéis contemplar una Virgen de la Buena Esperanza. La obra ha sido escogida como una representación simbólica y explícita de la gestación del embarazo de la Virgen, un tema poco conocido por el gran público y que da valor al acto biológico de ser madre (en este caso también se trata de un acto divino, ya que se convertirá en la madre de Dios). La pintura es un temple sobre madera con unas dimensiones de 120 × 76,5 cm. Está fechada en el primer cuarto del siglo xvi, y habitualmente permanece en los almacenes de reserva. En cuanto a la autoría, varios historiadores, como Leandro de Saralegui (1932), Elías Tormo (1933) y Chandler R. Post (1935), han apuntado hacia un artífice anónimo situado en torno a Rodrigo de Osona (Valencia hacia 1440-1518), considerado como uno de los representantes de la pintura valenciana a inicios de la época del Renacimiento.
Círculo de Rodrigo de Osona, Virgen de la Buena Esperanza, primer cuarto del siglo XVI ©Museu Nacional d’Art de Catalunya
La obra fue adquirida en 1923 a los hermanos Sebastià y Carles Junyer Vidal, el primero, pintor, y el segundo, crítico de arte, y ambos, coleccionistas. Su reputación se ha opacado con el paso del tiempo, puesto que su taller falsificó algunas pinturas (sobre todo góticas), haciendo restauraciones abusivas con voluntad de engaño. La compra de la obra que nos ocupa se acordó en una reunión de la Junta de Museos de Cataluña realizada el 15 de junio de 1923, en que se proponía “la adquisición a los hermanos Junyer de una tabla de escuela valenciana, de principios del sigle xvi, representando la Duda de San José, por la que pedían el precio de tres mil quinientas pesetas, por tres mil”. A pesar del delicado estado de la superficie pictórica, y después de varias pruebas (reflectografía infrarroja, rayos X y fotografía con luz ultravioleta), se han podido observar retoques puntuales debidos a ligeras pérdidas de policromía; una de las zonas es el ojo izquierdo de la Virgen —según el espectador—, y otros aspectos interesantes, relacionados con la creación artística y el dibujo subyacente, que serán analizados en una ocasión próxima.
Foto con luz ultravioleta de la tabla de la Virgen de la Buena Esperanza del círculo de Rodrigo de Osona ©Museu Nacional d’Art de Catalunya
La composición representa la figura de la Virgen sentada sobre un cojín, con las manos levantadas en actitud de plegaria y contemplación admirativa. María tiene el vientre un poco hinchado, dando a entender que está embarazada, algo que se acaba de certificar con la imagen del niño desnudo de pie, mientras sostiene el orbe y está rodeado de rayos solares. La Virgen viste una túnica de color carmesí y un manto dorado con estampado vegetal, y está situada frente a un atril con un libro abierto. En segundo término, aparece san José durmiendo, con los ojos cerrados y reclinado, que apoya la cabeza sobre su mano izquierda. Este detalle remite al Sueño de San José, una prueba de fe a la que fue sometido el marido de María, en la que se le aparece un ángel en sueños y le revela que ella había sido engendrara por obra del Espíritu Santo (Mateo 1: 19-24), lo que le generó dudas al personaje. A menudo la escena también se llama la Duda de San José, y aquí enlazamos con la denominación que recibió la obra cuando se adquirió en 1923. Finalmente, en el extremo superior derecho, un ángel lleva una filacteria sin texto, mientras que en el extremo superior izquierdo hay un cortinaje. La acción transcurre en el interior de una vivienda, en la que se observa suelo embaldosado, cuyas líneas se proyectan en el espacio e intentan otorgar sensación de perspectiva geométrica.
Niño gestante dentro del vientre de la Virgen, detalle de la tabla Virgen de la Buena Esperanza ©Museu Nacional d’Art de Catalunya
La Virgen aparece embarazada en algunos episodios que tienen eco artístico. Uno es de tipo narrativo y grupal, como es la Visitación, donde la encontramos junto a su prima Isabel, también encinta, de san Juan Bautista. El otro, en cambio, es una imagen devota de la Virgen, más allá de su papel de figura protectora hacia Jesús, en la que le da valor a su maternidad. Esta advocación es conocida como la Virgen de la Esperanza o de la Expectación, pues está esperando el nacimiento del hijo de Dios (dentro de un contexto católico, hay constancia de fiestas que celebran la maternidad de María desde el siglo vi, pero, dogmáticamente, no se establece hasta el Concilio de Toledo del año 656). En algunos lugares, a la Virgen de la Esperanza también se la llama Nuestra Señora de la O, por la forma ovoide de su vientre. En Italia se recoge la advocación de Nuestra Señora del Parto y también de la de los Deseos.
Pere Mates, Visitación, 1536, actualmente en depósito en el Museu d’Art de Girona / Gregorio Fernández, Purísima Concepción, figura central del retablo de la Purísima en la catedral de Astorga, 1627-1630
La representación embarazada de la Virgen tiene su origen en la mujer del Apocalipsis (Ap. 12: 1-5): “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol y con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, gritaba con dolores de parto y sufría angustia por dar a luz. […] Ella dio a luz un hijo varón que ha de guiar todas las naciones con cetro de hierro”. Una mujer vestida del sol, es decir, que desprende luminosidad divina con rayos solares. Se trata de una prefiguración del nacimiento de Jesucristo, hijo de la mujer apocalíptica. Sin embargo, en este caso, lo que llama la atención del espectador es el niño gestante dentro del vientre de la madre, una especie de ecografía en color y resplandeciente del embrión sagrado. El hecho de que la Virgen esté fecundada y deje entrever el fruto de sus entrañas, y que Jesús aparezca rodeado de una aureola se plasma cómo si fuera la personificación de un sol radiante.
Andrea di Bartolo da Jesi, Virgen del Sol, 1471, Belvedere Ostrense
La relación entre la luz y la divinidad (o la verdad) es un tema muy gastado a lo largo de la historia, y, por contra, su reverso (la oscuridad o las tinieblas) son signo del mal y las cosas malas La explicación iconográfica se debe interpretar como una alegoría de la luz que tiene que iluminar el mundo, a menudo a partir de una profecía de Malaquías (Ml. 3: 20): “para ustedes que respetan mi nombre, brillará el sol de justicia, que traerá en sus rayos la salud”. Texto que se ha interpretado como la segunda venida del Señor, en la que impartirá justicia, por eso a menudo se denomina como el sol de justicia donde tienen protección e iluminación todas las personas buenas.
Anónimo, Virgen del Sol, inicios del siglo XVI, mezquita de Córdoba / Maestro del libro de oraciones de Dresde, Virgen de la Esperanza, hacia 1486, monasterio de El Escorial (Manuel Trens, La Virgen en el arte español, 1952)
Manuel Trens, en su gran monografía sobre la iconografía de la Virgen (1952), afirma que la irrupción de este modelo aparece a finales del siglo xv, en concreto nombra una miniatura de un Libro de horas pintado en 1486 y conservado en El Escorial (con ilustraciones atribuidas a Gerard David y al Maestro del libro de oraciones de Dresde). Pero antes de esta fecha ya se documenta el altar de la Virgen del Sol en la mezquita de Córdoba (a pesar de que la pintura sea de inicios del sigle xvi), donde encontramos a Cristo resplandeciente y a María también con las manos alzadas. Otra virgen relacionable es una Virgen del Sol, que lleva el astro en brazos, obra de Andrea di Bartolo da Jesi de 1471 y ubicada en la población de Belvedere Ostrense (Ancona).
Francisco Rizi, Aparición de la Virgen de la Expectación a Simón de Rojas, hacia 1650, Bristish Museum de Londres © The Trustees of the British Museum / Anónimo, Virgen de la Expectación, segunda mitad del siglo XVII, Palacio Arzobispal de Lima
Este recurso iconográfico se consideró indecente después del Concilio de Trento (1545-1563), y desaparece en la mayor parte de Europa. De todos modos, revive en Madrid a inicios del siglo xvii, gracias a la acción del trinitario Simón de Rojas en la corte, que potencia el culto a la Virgen de la Expectación, dada una visión sobrenatural que tuvo al contemplar a la Virgen embarazada y con la figura del Niño Jesús bendiciendo al mundo en su interior; episodio reflejado por el dibujo de Francisco Rizi conservado en el British Museum de Londres. Rojas encargó una imagen al escultor Juan de Porres, actualmente no conservada pero conocida a través de algunas pinturas y estampas, como una que se conserva en el Palacio Arzobispal de Lima (Perú), con citas poéticas de fray Luis de León. Esto ayudó a la difusión iconográfica en la zona de la América hispana.
La devoción lumínica debe vincularse con el antiguo culto solar, basado en el ciclo natural de las estaciones. La deidad romana del “sol invicto” era un sol que vencía a la oscuridad a partir del solsticio de invierno, por eso se celebraba después del 21 de diciembre, cuando se alargaba la luz solar de los días. Curiosamente, el hijo de Dios también nació posteriormente al solsticio; la palabra Navidad proviene del latín nativitas, que significa ‘nacimiento’, aplicado primero al nacimiento de la luz y después al nacimiento de Cristo.
Sol invicto, altar dedicado al dios Malakbel de Palmira, siglo II, Museos Capitolinos de Roma (foto: Jean-Pol Grandmont) /Antonio Sarti, emblema de la Compañía de Jesús, detalle del altar mayor, 1841-1843, iglesia del Gesù de Roma.
La iconografía de un Cristo niño rodeado de rayos solares se simplificó, hasta la simple representación del astro solar, como en la pintura de Juan Sariñena procedente de la Cartuja de Santa María de Porta Coeli de Valencia, datada hacia 1603 y hoy conservada en el Museo de Bellas Artes de la capital de Turia. Con el mismo trasfondo, las derivaciones iconográficas pueden ser infinitas, como el emblema de la Compañía de Jesús, que reproduce un sol radiante y en su interior las siglas IHS (monograma del nombre de Jesús).
Juan Sariñena, Virgen de la Esperanza con ángeles músicos, hacia 1603, Museo de Bellas Artes de Valencia