Tres capiteles románicos de Sant Miquel de Fluvià identificados en el Museu Nacional

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Jordi Camps

El claustro es uno de los espacios fundamentales y, a su vez, visualmente más atractivo de los monasterios y las catedrales. Desde la época románica se convirtió en un ámbito monumental y articulado, dotado de un programa iconográfico desarrollado en las arcadas de las cuatro alas que lo conforman. Una parte de los que se habían edificado en Cataluña fueron desapareciendo, de forma que los materiales constructivos y decorativos fueron destruidos, reutilizados o dispersados. La historia ha hecho que algunos de ellos hayan resucitado gracias a la recuperación de fragmentos, las restauraciones y las campañas arqueológicas. Entre estos conjuntos se incluyen piezas clave como por ejemplo Sant Miquel de Cuxà, Sant Pere de Rodes o Santa Maria de Solsona.

Fragmentos de un claustro desconocido en el museo

Desde hace más de cien años el museo conserva tres capiteles románicos, labrados por sus cuatro caras. Hasta hace poco no se sabía que proceden del claustro del monasterio ampurdanés de Sant Miquel de Fluvià. Antiguamente, habían sido atribuidos al claustro de Sant Serni de Tavèrnoles o considerados de procedencia desconocida. Pero ni su estilo, ni su repertorio, dimensiones y material coinciden con las piezas de aquel conjunto, del que el museo también conserva varios ejemplos. Sus particularidades nos obligaban a descartar otros conjuntos conocidos y dispersos. Ahora, después de varios trabajos e indagaciones realizados estos últimos años, podemos demostrar su origen.

Una de las funciones del conservador del museo, la de la catalogación de las obras de arte, consiste en intentar afinar en la clasificación de las obras de origen incierto o dudoso. Este hecho, en ocasiones, puede dar lugar a sorpresas reveladoras. Desde la curiosidad y el reto que una obra enigmática implica para un investigador, el análisis comparativo propio de los recursos del historiador del arte y su combinación con las aportaciones de la historia y la arqueología han permitido determinar el origen de los tres capiteles mencionados. Os explicamos la historia a continuación.

Un monumento singular del románico ampurdanés

La observación de tres capiteles descontextualizados y reaprovechados en la iglesia de Sant Miquel de Fluvià durante una visita reveló fuertes similitudes con los del museo. Similitudes que fueron confirmadas con un posterior examen atento para comprobar medidas y proporciones, también coincidentes. Hay que decir que algunos especialistas ya habían atribuido estas piezas al claustro del monasterio.

Sant Miquel de Fluvià. Campanar de la iglesia monástica. Foto del autor

Sant Miquel de Fluvià fue un monasterio benedictino documentado a partir del siglo XI, dependiente de la gran abadía de Sant Miquel de Cuixà, en la vertiente norte del Canigó. Una muestra de su importancia es la presencia de una personalidad como Oliba –abad de Cuixà y obispo de Vic– en 1045 en la consagración del terreno que se le había adjudicado. En pie, ha quedado una iglesia de tres naves, consagrada en 1066, con un interior impresionante por su monumentalidad y su decoración escultórica considerada del siglo XI. Un ancho campanario añadido en la parte norte del transepto domina los volúmenes de las edificaciones.

El claustro se construyó en la parte sur de la iglesia, seguramente poco después de que ésta fuera completada. Algún erudito del siglo XIX ya había mencionado, e incluso observado, algún capitel disperso. Pero existe un factor determinante que ha contribuido a conocer mejor el desaparecido claustro de Sant Miquel de Fluvià. Desde inicios de este siglo se han llevado a cabo varias campañas arqueológicas que han permitido recuperar su planta y explicar su estructura; al mismo tiempo, se han descubierto algunos fragmentos de escultura, entre ellos algunos capiteles, que se suman a los ya conocidos. Su historia, sin embargo, es convulsa. Al menos una parte ya había sido destruida en la baja edad media por la excavación de un foso, a causa de alguno de los conflictos bélicos internos y externos que afectaron el territorio del Ampurdán. De hecho, la iglesia tiene la apariencia de una fortaleza por el coronamiento almenado que recorre gran parte de su perímetro y el propio campanario.

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Sant Miquel de Fluvià. Interior de la iglesia monástica. Foto del autor

Clasificando los capiteles: la relación con el claustro de Banyoles y otras singularidades

De los capiteles del museo, el más significativo está decorado con la figura de una sirena-pez en cada cara. La figura está desarrollada en simetría estricta con una cola doble que se alza hacia los ángulos y recogida por las manos, que también sostienen un pez como atributo marino. Si bien la representación de la sirena-pez ya es habitual en el románico, como podemos ver en claustros tan importantes como los de Ripoll y de Sant Pere de Galligants (Girona), la solución de nuestro capitel, con los peces, la volvemos a encontrar en un capitel de otro claustro destruido, el del monasterio de Sant Esteve de Banyoles.

Anónimo. Capitel con sirenas de Sant Miquel de Fluvià, primera meitad del siglo XII

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Sant Esteve de Banyoles. Capitel del claustro, decorado con sirenas (Bisbat de Girona)

Este conjunto fue sustituido por el actual en el siglo XVIII, aunque algunos elementos decorativos han sido recuperados y actualmente se conservan en el Museo Arqueológico Comarcal de Banyoles y en el mismo monasterio. De hecho, el capitel mencionado fue descubierto durante unos trabajos de restauración en el monumento en 1999. La mención a la escultura de este monasterio es muy significativa, ya que existen otras obras de Sant Miquel de Fluvià que son similares a las del claustro de Banyoles.

Fig. 5.

Anónimo. Capitel de sant Miquel de Fluvià, primer tercio del siglo XII

Si regresamos al museo, los dos capiteles restantes presentan esquemas compositivos derivados del capitel corintio antiguo, hecho muy frecuente en la escultura medieval. Uno de ellos, presenta la parte delantera del cuerpo de un carnero, orientada hacia los ángulos, sobre unas hojas lisas de acanto. El segundo ofrece dos niveles de hojas, con las volutas en la parte superior.

Anónimo. Capitel de Sant Miquel de Fluvià, primer tercio del siglo XII

Los tres capiteles tienen las mismas dimensiones y en un hecho diferencial, la ausencia de la moldura que los enlaza con el fuste de la columna, llamada collarín. Estas características se observan en los capiteles conservados en Sant Miquel de Fluvià y en el claustro de Banyoles. Al mismo tiempo, estos capiteles coinciden con los del museo en un material particular, una piedra volcánica de tonos grises obtenida de una cantera del pueblo de Vilacolum (municipio de Sant Tomàs de Fluvià), a poca distancia del monasterio ampurdanés. En cambio, los capiteles de Banyoles son de otro material, travertino.

Es revelador fijarse en una pieza sencilla, de composición cúbica en la parte superior y troncocónica en la inferior, excepcional en el románico catalán, pero también visible entre los vestigios del claustro de Banyoles. Esta coincidencia refuerza los vínculos entre ambos conjuntos y, a su vez, su rareza los desmarca de otros monumentos catalanes. En cambio, su presencia es habitual en el mundo germánico ya desde el siglo XI y también en la Lombardía.

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Sant Miquel de Fluvià. Capitel cúbico procedente del claustro.

¿En qué fecha se construyó nuestro conjunto?

De momento, solo podemos basarnos en datos indirectos, que son poco más que orientativos. Se trata de las consagraciones de ambas iglesias, 1066 para Sant Miquel y 1086 para Sant Esteve. La construcción de los claustros respectivos tendría que ser posterior. Formalmente, los dos conjuntos parecen depender, con las composiciones compartimentadas, de la escultura derivada de los años 1100.

La selección de temas del bestiario y vegetales concuerda en general con conjuntos catalanes anteriores a 1150. De hecho, la selección de temas, por lo que conocemos, es similar a la de Cuixà, con temas de bestiario, figuración humana y motivos de carácter vegetal o geométrico. También existen puntos de contacto con otras iglesias del antiguo condado de Besalú consagradas poco después de 1100. No sabemos exactamente en qué fecha, pero es factible pensar que no estaría muy alejada de la de Cuixà, fechada entre 1120 y 1140. Desde esta óptica, podemos proponer que el claustro de Sant Miquel de Fluvià es, junto al de Banyoles, uno de los primeros que presentaban decoración esculpida en Cataluña.

Arqueología e historia del arte al servicio del patrimonio

Una vez más, las herramientas de la arqueología y la historia del arte en cuanto a disciplinas científicas confluyen y permiten recuperar un conjunto que permanecía oculto bajo el paso del tiempo. También ha sido decisivo el papel de las instituciones en el apoyo a las excavaciones, en concreto del Ayuntamiento de la población ampurdanesa y la Diputación de Girona.

Fig. 7

Sant Miquel de Fluvià. El espacio original del claustro restituido. Foto del autor

Hoy en día podemos revivir en parte el ambiente del claustro de Sant Miquel de Fluvià a través de la rehabilitación del antiguo recinto y de sus testimonios esculpidos. (Fig. 7) Poco a poco se recupera su memoria y podemos pasearnos por la época de esplendor del monasterio y, al mismo tiempo, se enriquece el conocimiento de las obras conservadas en el museo. La investigación, sin embargo, continúa.

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