Lluís Alabern
Peccata Mundi es una ceremonia-performance-instalación artística, ideada por Antoni Miralda (Premio Velázquez de las Artes Plásticas, 2018), a partir del cubrecama gigante que reproduce el Agnus Dei de la pintura mural románica de Sant Climent de Taüll.
Este enorme tapiz se creó en 1989 como regalo de boda para el matrimonio simbólico que unió a la Estatua de la Libertad de Nueva York, con el Monumento a Colón de Barcelona (Honeymoon Project, 1986-1992). La pieza, de 18 x 15 metros, se volvió a exhibir al público en la Sala Oval con motivo de la exposición Agnus dei. L’art romànic i els artistas del segle XX (1995). Hace, pues, casi 25 años desde que se vio por última vez el magno cubrecama, en aquella muestra organizada para celebrar la abertura al público de la Colección de Arte Románico del museo.
Peccata Mundi es una oportunidad para ver de nuevo esta colosal pieza. Antoni Miralda, fascinado por el Cordero del Apocalipsis, por sus tonos azulados, por los siete ojos que desde el ábside de Sant Climent de Taüll absuelven los pecados del mundo, se ha erigido en maestro de ceremonias de una performance-instalación que ha iluminado durante cuatro días la Sala Oval del Museu Nacional.
Instalación musical durante los días previos a la performance culinaria del sábado día 6 de abril, Peccata Mundi contócon la resurrección simbólica del órgano de la Sala Oval (de la mano de la música de J.S.Bach interpretada por Juan de la Rubia en el órgano Walcker del Palau de la Música Catalana) y la iluminación de los tubos en tonos azul turquesa. El órgano “resucitado” de la Sala Oval, dialogó con la apabullante presencia del tapiz del Agnus Dei, y siete mesas de gran formato que reproducían los ojos de la figura mística.
Para el sábado 6, Antoni Miralda orquestó una gran ceremonia pensada para más de 400 personas, donde el Cordero Místico fue de nuevo sacrificado para expurgar los pecados de la humanidad, en un ceremonial irrepetible, un regalo a la Ciudad que un día albergó el matrimonio entre Liberty y Colon.
La Ceremonia
Sábado. Desde primeras horas de la mañana, se cocinó a la brasa un cordero en la fachada principal del museo. Dos monaguillos gemelos bendijeron con incensarios la cocción. El público iba llegando. Al mediodía, frente a las pinturas murales de Sant Climent de Taüll, Antoni Miralda reparte el cóctel Aerinita, cuarenta pociones de una bebida color azul turquesa servidas en tubos de ensayo, la sangre del Cordero del Apocalipsis, y llevó a cabo una ofrenda simbólica bajo la atenta mirada de los siete ojos. Aerinita es un sutil bebedizo diseñado por Joan Serinyana, con siete ingredientes, a partir del cuajo de la oveja xisqueta, la última raza autóctona del Pirineo Catalán.
A las 12:30, la ceremonia-performance se trasladó a la Sala Oval. Dos formaciones de la Fundació Conservatori Liceu, un septeto de viento y otro de metales, interpretaron el Agnus Dei de Palestrina y el Agnus Dei de la Missa en sí menor de Johann Sebastian Bach, mientras se alzaba de nuevo el imponente tapiz.
Después, se invitó a todo el público participante, acólitos de la ceremonia-performance, a un menú degustación de inspiración medieval diseñado por el equipo FoodCultura, dirigido por Montse Guillén: cóctel Aerinita, sopa fría de almendras, mortero de cabrito acompañado de siete salsas del recetario medieval y, el postre, Piment (pan con vino y azúcar).
Por la tarde, a las 17h, el contratenor Jordi Domènech acompañado al órgano por Dani Espasa, nos emocionó a todos con piezas de G.Ligeti, y un nuevo Agnus Dei, el de la Missa Lux et Origo. Jordi Domènech, magníficamente ataviado con una túnica ceremonial, se acercó al telón místico y, aguantando la mirada a los siete ojos del Cordero Místico, entonó el De die Novíssimo, emocionándonos a todos.
“Agnus Dei qui tollis peccata mundi, miserere nobis”
El Cordero Apocalíptico, Agnus Dei de Miralda, ciclópeo tapiz, es una pieza central de las colecciones del Museu Nacional d’Art de Catalunya. Una obra en la que todo es desmesura, y en la que se cruzan infinidad de relatos. Inspirada en la “pieza fundacional” del museo, el ábside de Sant Climent de Taúll, pero también conectada con la historia reciente de Barcelona y de Cataluña, una obra que hermana este rincón de Europa con las comunidades iberoamericanas, y cuya magnitud llena por fin de arte mayúsculo un espacio que siempre se nos ha resistido, la también fenomenal Sala Oval. No son pocas las voces que, en estos días, nos piden que el Agnus Dei de Miralda se quede para siempre instalado en la Sala Oval o, al menos, que busquemos una excusa ritual para volver a regalárselo a los visitantes del museo y de la ciudad con cierta regularidad.
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