Montse Gumà
Os proponemos un recorrido ilustrado en un salto de ochenta años de vida del museo. Hojeando los números de septiembre, octubre y noviembre del Butlletí dels Museus d’Art de Barcelona de 1936, que reproducen una conferencia de Joaquim Folch i Torres, primer director del museo, del 8 de diciembre de 1935, donde hacía balance del funcionamiento de la institución un año después de ser inaugurada, me han entrado ganas de realizar una visita nostálgica. No una visita a las salas, sino a lo que hay tras el telón, aquello que Pere Casas Abarca calificaba como la “vida privada” del museo.
Hoy somos conscientes que detrás de un museo y sus colecciones se esconden personas que trabajamos para que los usuarios puedan conseguir sus expectativas y necesidades, y obtener un grado de satisfacción que les invite a volver a visitarnos. Estas bambalinas eran ya una realidad en los años treinta y algunas cosas apenas han cambiado, pero sí que los medios y las técnicas que utilizamos y seguimos ahora para conseguirlo, como podéis ver en las imágenes, son otros.
A grandes rasgos, y sin profundizar, según Folch i Torres, un museo “es una institución que recoge, conserva y exhibe al público […] obras de arte”. Así, igual como pasa actualmente, cuando una pieza ingresaba al museo se desembalaba, se registraba con un número de inventario que la identificaba y se le hacía la ficha catalográfica y la fotografía identificativa. Todo ello con el concurso de una oficina técnica y la ayuda de un servicio y laboratorio fotográficos y una biblioteca especializada. ¿Qué ha cambiado? Los medios. Hoy en día toda esta información queda organizada e integrada en un gestor de colecciones (Museumplus) y un gestor documental, desde donde és fácilmente accesible y “explotable”.
Desembalaje de las obras de arte en la oficina técnica para ser fichadas y numeradas
El plató fotográfico en los años treinta y el actual
Del laboratorio fotográfico y el mundo analógico al digital
De las fichas topográfica y fotográfica en el registro a MuseumPlus
De la sala de lectura de la biblioteca, en el Pueblo Español, en 1934, a la sala con terminales de consulta y conexión wifi
De la consulta en ficheros en la oficina técnica a la ficha online
Y llegamos al segundo de los ejes de la actuación del museo que mencionaba Folch i Torres: la conservación. Hemos cambiado parámetros y medios, pero las condiciones de luz, temperatura y humedad de las salas eran y son importantes. Y tanto en las salas de exposición como en las reservas, donde, siguiendo las palabras de Folch i Torres, las condiciones tienen que asegurar la conservación de las obras “al menos tan bien como en las salas de exposiciones”. Por eso, por ejemplo, se controlaba la incidencia de la luz en las salas del piso superior a través de una cubierta de claraboyas con la colocación de unas velas que cambiaban de lugar a lo largo del día según la posición del sol. Actualmente, en las salas donde se expone obra sobre papel se han instalado unos detectores de presencia.
Las velas para graduar la incidencia de la luz exterior
De las reservas de los años treinta a las actuales
En cuanto a la restauración, el Museu d’Art de Catalunya fue pionero y envió a un restaurador, Manuel Grau i Mas, “al centro de restauraciones que ofrecía [entonces] mayores garantías en toda Europa […], el que dirige el profesor Pelliccioli en Milán” para que aprendiera la técnica y la aplicara después a las restauraciones del museo. Actualmente, cuando nos enfrentamos al estudio y la restauración integral de una obra, nos ayudan un sinfín de técnicas y medios que nos permiten estabilizar la obra. Al mismo tiempo, nos aportan mucha información no solo de la pieza en sí, como la técnica de ejecución de un artista, el tipo de pigmento que utilizaba y su procedencia, el tipo de tela o papel que usaba, etc., sino también de restauraciones antiguas y otras vicisitudes que haya podido sufrir. Todos estos datos permiten establecer criterios a la hora de iniciar una restauración.
La introducción de nuevas técnicas aplicadas a la restauración aporta muchos datos que nos permiten conocer mejor la obra y al artista
Como tercera función del museo, Folch i Torres hablaba de la exhibición. Incluye varios temas que van desde la limpieza de las salas hasta la rotulación y la información a los visitantes. Considera que de la misma manera que un director da trabajo de estudio a los especialistas, el de limpiar también lo tiene que dar a especialistas, que deben tener una formación y unas herramientas adecuadas para preservar el patrimonio.
De la limpieza con técnicas tradicionales a la limpieza “intrépida”
Ya que exponer lleva implícito el concepto de informar, se planteó un sistema de rotulación en cinco idiomas que incluía una pequeña descripción de cada uno de los objetos expuestos en catalán, castellano, inglés, francés y alemán. Si los visitantes deseaban más información, con el número de inventario podían consultar los ficheros del museo y comprar la fotografía. Actualmente, además de las cartelas y los textos de sala, en el museo conviven otros sistemas que permiten dar mucha más información a los usuarios: audioguías, códigos QR, apps, ibeacons, tabletas multimedia…, e invitan a fomentar su participación.
De la información estática a la información interactiva
Los servicios a los visitantes no terminaban ni terminan aquí. Había visitas guiadas, una tienda donde se vendían las postales y las fotografías de las piezas, y las guías y los catálogos que se publicaban, se impartían conferencias, etc. ¿Qué ha cambiado? La tecnología, la oferta variada de productos de merchandising adecuada a los tiempos, los sistemas de pago con tarjeta de crédito y la voluntad de poner a los públicos en el centro de atención.
El servicio de venta de fotografías y postales, de venta de sellos y estafeta de correos y los lavabos estaban en el vestíbulo, donde aun hoy se encuentran estos servicios excepto el de correos
Sala de conferencias del Museu d’Art de Catalunya y uno de los auditorios actuales
Folch i Torres destaca una última faceta: el contacto con los visitantes. En este punto nos habla del servicio de venta de entradas (había de pago, gratuitas el segundo domingo de cada mes y corporativas), de un guardarropía y de un teléfono para avisar un coche si el visitante lo pedía. De todos estos servicios de atención al visitante de que habla me ha parecido curiosa la existencia de un “autoómnibus” que transportaba a los visitantes desde la plaza de Espanya al museo y viceversa, al precio de 25 céntimos, servicio que no obtuvo el éxito que se esperaba: solo lo había utilizado un 2% de los visitantes.
Vestíbulo de los años treinta y el actual
Se consideró entonces que el número de visitantes (77.030 entre el 1 de enero y el 30 de septiembre de 1935) no requería aún servicio de cafetería ni de restaurante, aunque estaban previstos. En su repaso de las bambalinas del museo, Folch i Torres no se olvida ni de los vigilantes de sala, ni de la seguridad de las obras, a cargo de los cuerpos de bomberos, de los mossos d’esquadra y de los urbanos municipales.
Después de esta visita nostálgica, me pregunto si el museo social del que tanto hablamos ahora es un concepto tan nuevo. Las inquietudes de Folch i Torres no están tan lejos de las nuestras.
Enlaces relacionados
Artículos de Joaquim Folch i Torres en el Butlletí dels Museus d’Art de Barcelona, Joaquim Folch i Torres, Barcelona, 1936 (pdf en catalán):
Conversa sobre la vida privada dels museus d’art de Catalunya (I)
Conversa sobre la vida privada dels museus d’art de Catalunya (continuació)
Conversa sobre la vida privada dels museus d’art de Catalunya (III i darrer)
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