Esteve Riambau
Todo empezó con un primer encuentro con Pepe Serra. Él acababa de ocupar la dirección del Museu Nacional d’Art de Catalunya. La Filmoteca se disponía a inaugurar la nueva sede del Raval.
– Nosotros exponemos pintura y a mí me gusta mucho el cine –me dijo.
– Nosotros proyectamos cine y sus relaciones con la pintura son apasionantes —respondí.
Sala Chomón (arriba). Sala Laya (abajo). Entrada de la Filmoteca por la plaza Salvador Seguí en el barrio del Raval. ©Filmoteca de Cataunya
Así empezaron, en 2012, las primeras cuatro temporadas de «Per amor a l’art», un ciclo que, semanalmente, exploraba las correspondencias entre cine y pintura.
Sesión inaugural del ciclo «Per amor a l’art» con la proyección de El arca rusa de Alexander Sokúrov, en la sala de la Cúpula del Museu Nacional. ©Museu Nacional d’Art de Catalunya-Marta Mèrida
El abanico de posibilidades abarcaba desde la exploración del Museo del Hermitage de San Petersburgo en Russkiy kovcheg (Aleksandr Sokúrov, 2002) hasta retratos de pintores: Rembrandt (Charles Matton, 1999), Edvard Munch (Peter Watkins, 1974), Andrei Rublev (Andrei Tarkovski, 1966), Van Gogh en Lust for life (Vincente Minnelli, 1956), Caravaggio (Derek Jarman, 1986), Modigliani en Montparnasse 19 (Jacques Becker, 1958), Goya en Goya en Burdeos (Carlos Saura, 1999) o Pollock (Ed Harris, 2000). También incluía reflexiones sobre el acto de la creación: F for Fake (Orson Welles, 1973), Le Mystère Picasso (Henri-Georges Clouzot, 1956), The Draughman’s Contract (Peter Greenaway, 1982) o El sol del membrillo (Víctor Erice, 1992). E, incluso, las inspiraciones pictóricas de Edward Hopper en Der Amerikanisch Freund (Wim Wenders, 1977) o Diego Velázquez en Luces y sombras (Jaime Camino, 1988).
Imágenes de F for Fake d’Orson Welles (izquierda), El sol del membrillo de Víctor Erice (derecha arriba) y Barry Lyndon de Stanley Kubrick (abajo).
Cada sesión semanal, de octubre a junio, estaba precedida por la presentación a cargo de críticos de arte o de cine, restauradores, pintores o directores de fotografía. José Luis Alcaine —colaborador de Pedro Almodóvar y Fernando Trueba— presentó su hipótesis de que el Gernika de Picasso está inspirado en una escena de A Farewell to Arms (Frank Borzage, 1932).
En años sucesivos se programaron nuevos retratos de artistas, como Pirosmani (Gueorgui Shenguelaia, 1969), Van Gogh (Maurice Pialat, 1991), Goya en Goya’s Ghosts (Milos Forman, 2006), Basquiat (Julian Schnabel, 1996), Louise Bourgeois en Louise Bourgeois. The Spider, The Mistress and the Tangerine (Marion Cajori y Amei Wallach, 2008), El Greco (Yannis Smaragdis , 2007), Klimt (Raúl Ruiz, 2006), Frida Khalo en Frida (Julie Taymor, 2002), Cézanne (Danièle Huillet, 1990), Van Gogh en Vincent & Theo (Robert Altman, 1990), Turner en Mr . Turner (Mike Leigh, 2014), Lucien Freud en Lucian Freud: Painted Life (Randall Wright, 2012) o David Hockney en David Hockney: A Bigger Picture (Bruno Wollheim, 2009).
Pase de El artista y la modelo con su director, Fernando Trueba, Esteve Riambau (director de la Filmoteca) y Pepe Serra (director del Museu Nacional). ©Museu Nacional d’Art de Catalunya-Marta Mèrida
También se proyectaron películas con sólidas influencias pictóricas de diferentes épocas y estilos: el impresionismo en Une partie de campagne (Jean Renoir, 1936), Frederic Remington a She wore a Yellow Ribbon (John Ford, 1949), los frescos romanos en Satyricon (Federico Fellini, 1969), Constable, Turner y Gainsborough en Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975), el expresionismo en Faust (F. W. Murnau, 1926), la utilización plástica del color en Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954), la belle époque en French cancan (Jean Renoir, 1954) o Francis Bacon en Last Tango in Paris (Bernardo Bertolucci, 1972). Y también títulos en los que la creación pictórica desempeña un papel protagonista: El artista y la modelo (Fernando Trueba, 2012), L’hypothèse du tableau volé (Raúl Ruiz, 1979), The Picture of Dorian Grey (Albert Lewin, 1945) y Uncovered (Jim McBride, 1994). Sin olvidar trasvases entre la pintura y el cine como Dreams that Money can Buy (1947), realizada por Hans Richter con la complicidad de los pintores Ferdinand Léger, Max Ernst, Marcel Duchamp y Man Ray, y Lonesome Cowboys, dirigida por Andy Warhol en 1968.
Pase de estrena de El cuadro de David Trueba con el artista Josep Santilari (izquierda), en la sala de la Cúpula del Museu Nacional y con la presentación de Pepe Serra (derecha). ©Marc Rosés
Artistas de distintas épocas han sido objeto de biopics o retratos documentales. Pero el acto de la creación, tal y como, por ejemplo, lo retrata Jacques Rivette en La belle noiseuse (1991), permite establecer interesantes paralelismos con el cine desde el momento en que se invocan conceptos como la composición, la representación de la realidad o la puesta en escena. La luz, a su vez, es un elemento común a ambos medios y no son pocos los realizadores que, desde Peter Greenaway hasta Eric Rohmer, han invocado referentes pictóricos en sus respectivas composiciones cinematográficas. Coleccionistas, restauradores, marchantes y galeristas también han desfilado por la pantalla como actores más o menos relevantes del mundo de la pintura, que el cine ha reflejado con tanta asiduidad. El éxito de esta iniciativa fue indiscutible: lo avalaban 25.000 espectadores en 195 sesiones programadas en una franja horaria, los martes a las 17 h, aparentemente poco favorable desde el punto de vista comercial.
Pase de Les statues meurent aussi de Alain Resnais con la presentación de Manuel Delgado (izquierda) y de Big Eyes de Tim Burton, a cargo de Rosa Regàs (derecha). ©Museu Nacional d’Art de Catalunya-Marta Mèrida
Coincidiendo con esta iniciativa, el Museu Nacional inauguró en septiembre de 2014 una nueva presentación de la colección de arte moderno. Se trataba de integrar la pintura y la escultura con otros elementos menos tradicionales (muebles, joyas, vestuario), carteles y cine en un horizonte cronológico que comprende el Modernismo, el Noucentisme y llega hasta la Guerra Civil española. La Filmoteca de Catalunya fue invitada a aportar cuatro piezas procedentes del Centro de Conservación y Restauración. La primera era el filme de Georges Méliès titulado Éruption volcanique à la Martinique (1902), una explosión de paisajes coloreados a mano y primitivos efectos especiales que dialoga con obras del círculo de los Quatre Gats (Ramon Casas, Isidre Nonell , etc.). El segundo de los filmes exhibidos era un anuncio publicitario de Tabú, una marca de cosméticos comercializada en los años treinta. Se trata de una película de animación realizada por Josep Serra Massana por encargo de Ibérica Films, una productora creada en Barcelona por David Oliver, un judío alemán fugitivo de Hitler y afincado temporalmente en la capital catalana. La tercera obra era Suicida (Llorenç Llobet Gràcia, 1933), un cortometraje amateurde inspiración experimental que se relaciona directamente con determinados fotógrafos del periodo republicano, como Emili Godes, Pere Català Pic o Josep Maria Lladó, cuyas obras estaban expuestas al lado de la pantalla. Un noticiario de Laya Films, la productora del Comisariado de Propaganda de la Generalitat republicana, refleja finalmente el carácter propagandístico de unas imágenes rodadas en sintonía con el cartelismo de Josep Renau o Antoni Clavé. Nuevas remodelaciones de la colección de arte contemporáneo abren perspectivas de futuro a otras aportaciones de la Filmoteca.
Arantxa Aguirre, en el pase de Dancing Beethoven, en la Filmoteca / Cartel del ciclo «Per amor a les Arts», 2019-2020. ©Filmoteca de Cataunya
Después de las primeras cuatro temporadas de «Per amor a l’art» surgió la necesidad de abrir juego a nuevas disciplinas artísticas y el ciclo pasó a ser «Per amor a les Arts». Siempre bajo el liderazgo del Museu Nacional y la Filmoteca, se añadieron otras disciplinas artísticas con la participación del Auditori y el Palau de la Música Catalana (música), el Gran Teatre del Liceu (ópera), el Mercat de les Flors (danza), el Teatre Lliure y el Teatre Nacional de Catalunya (teatro), las Biblioteques Públiques de Catalunya y la Institució de les Lletres Catalanes (literatura), el FAD y el Museu del Disseny de Barcelona (diseño) y la Fundació Mies Van der Rohe (arquitectura).
Alejandra Aguirre (cineasta) y Jennifer Tejada (bailarina) en el pase de Fuera de escena, en la Filmoteca (izquierda). Dora García y Borja Bagunyà, en el pase de The Joycean Society, en la Filmoteca (derecha). Cartel del ciclo «Per amor a les Arts», 2020-2021. ©Filmoteca de Cataunya
En la programación, también semanal, de estas nuevas seis temporadas se busca la adecuación del cine a cada una de estas disciplinas, ya sea en forma de adaptaciones de novelas contemporáneas u obras clásicas, biografías de escritores, espectáculos de danza, reflexiones sobre la arquitectura o confluencias operísticas. También se han exhibido películas que reflejan el proceso de la creación cinematográfica, como Good Morning, Babilonia (Paolo y Vittorio Taviani, 1987), Hail Caesar! (Ethan y Joel Coen, 2016) o Eisenstein in Guanajuato (Peter Greenaway, 2015). Sin olvidar que la pintura, avalada por la fidelidad del Museu Nacional, ha mantenido su espacio singular gracias a la presencia de filmes como Pantalla rasgada (2015), un documental de Gerard Gormezano sobre el pintor y escenógrafo Marcelo Grande, Een echte Vermeer (Rudolf van den Berg, 2016 ) o la inauguración de una de las temporadas con la proyección de Francofonia. Le Louvre sous l’Occupation (Alexander Sokurov, 2015) en la espectacular Sala Oval del museo.
Cartel del ciclo «Per amor a les Arts», 2021-2022.
El éxito de público de estas sesiones avala el interés de la propuesta y refuerza los vínculos de colaboración entre las principales instituciones de carácter cultural. En este contexto, el cine se revela como un instrumento de interrelación multidisciplinaria eficaz al servicio de un proyecto al que, dada su amplitud temática e histórica, se augura un largo futuro de amor a las artes.