Mariàngels Fondevila
La exposición Xavier Gosé, 1876-1915. Ilustrador de la modernidad permite incidir en la figura de un perfil profesional en el paso de los siglos XlX al XX vinculado a unos intereses mediáticos. Y, al mismo tiempo, trazar un recorrido para algunos aspectos de la Belle Époque de la mano de un cicerone de excepción, Xavier Gosé.
Las revistas: las nuevas salas de exposiciones
Los avances tecnológicos y los nuevos sistemas de reproducción mecánica, sin olvidar la promulgación de la nueva ley de prensa, favorecieron el auge de las revistas ilustradas, que se benefician de un cierto clima de libertad de expresión. Las revistas satíricas francesas, que se podían adquirir en los quioscos de las Rambles y llegaban a Els Quatre Gats, “alegraban la vida artística del final del siglo en medio del calvario y la rutina académica de la escuela de Llotja” −donde Gosé estudió con Nonell, Torres-García o Joaquim Mir−, y las ilustraciones de Toulouse-Lautrec o Steinlen eran, según testimonio de Ricard Opisso, los “trofeos que guardábamos en los bolsillos”. Pronto las revistas barcelonesas, madrileñas, francesas y alemanas reunieron un tesoro de imágenes de Gosé −en las cubiertas, las páginas centrales, las contracubiertas−, al lado de imágenes de los artistas antes mendionados, o de Cappiello, Juan Gris, Kupka, Marcel Duchamp, Van Donguen, Valloton, Caran d’Ache, Pau Roig, Juan Cardona, Galanis, Paul Iribe, Leon Bakst o Georges Lepape, entre otros.
Dandi versus Rapin
Diferentes testimonios de Els Quatre Gats, donde en 1899 Gosé realizó su primera exposición de dibujos al carbón y aguadas de estética proletaria y donde auguraba ser una joven promesa, le recordaban como un artista distante: “¡Más bien se le habría tomado por un dependiente de tiendas de ropa de mujer que por un artista!” Ciertamente, en el retrato que le hizo Ramon Casas, apunta más las maneras de un dandi de Montparnasse, donde vivirá a partir de 1900 y hasta 1914, que las de un rapin con chaqueta holgada de pana de Montmartre. Este barrio empezaba a dejar de ser el refugio legendario de los artistas excéntricos bohemios: las chalinas y las largas melenas ya no tenían prestigio. Estrictamente, Gosé tampoco pertenecía a la cuerda de los dandis exhibicionistas y provocadores coetáneos suyos, como Jean Lorrain, de quien ilustró un libro, Gabriele D’Annunzio o Robert de Montesquieu.
Moulin Rouge
Xavier Gosé vivió la noche del Moulin Rouge y contribuyó a perpetuar su memoria. En 1902, Oleguer Junyent contaba en una carta a su hermano mayor, Sebastià, entonces en Barcelona, que había estado en el Moulin Rouge a la fiesta dedicada al dibujante ochocentista Gavarni, con Gosé, y que habían asistido a ella disfrazados. Los dos artistas habían llegado exhaustos a casa después de cantar y bailar hasta altas horas de la madrigada en este famoso local regentado por un catalán, Josep Oller. Su primer dibujo publicado en Le Rire presenta dos bailarinas en el momento álgido del baile del cancán. También dedicó retratos a la bailarina Charlotte Wielhe y realizó series ambientadas en bailarinas españolas que debutaban con éxito en los locales de este famoso templo de jarana.
Les sportsmen
Además de retratar mujeres sumidas en la indolencia, el dolce far niente y adolescentes inquietantes, Gosé captó la vida dinámica de los deportistas a Los Deportes, Pèl & Ploma, Femina, y les ridiculizó en el monográfico de L’Assiete au Beurre. Para sus ilustraciones en esta revista, que tenía fama de morosa, cobró en especie una bicicleta.
Ya en Barcelona Gosé seguía la moda velocipedista y, como Pere Romeu (que practicaba la esgrima) o Ramon Casas (el tándem), era un sportman. Se relacionó con el futbolista André Puget, que fue soldado de segunda clase y murió en combate durante la Gran Guerra.
Gosé, asimismo, captó los nuevos iconos de la modernidad, como la industria del automóvil y los héroes de la aviación (Bleriot, Wright o Santos Dumont). No olvida tampoco las carreras hípicas de Longchamp, santuario del galope y telón de fondo de la promoción de la moda; el Palais des Glaces en los Champs Elysées, con afluencia de jóvenes patinadores elegantes, así como los nuevos bailes: el baile negro americano, el cakewalk o el Tango, importado de los suburbios de Buenos Aires por los rastaquouères afincados en París, que sugirieron a Gosé las mejores instantáneas.
Los rastas
En el París cosmopolita de la Belle Époque, pêle-mêle de nacionalidades, los rastas eran aquellos individuos de raza exótica, a menudo latinoamericanos, que vivían un tren de vida alto y de quienes se desconocía el origen o los medios de subsistencia. En el local Ambos Mundos de Barcelona, frecuentado por Gosé antes de irse a París −como recordaba un anónimo redactor de La Vanguardia−, cada noche ya se podía encontrar cenando con champagne algún rastaquouère haciendo lo indecible por relacionarse con la alta sociedad.
Cocotte
Durante la lll República, París es una ciudad tolerante que se enorgullece de exhibir las mujeres ligeras y los amores vanales de la Bella Otero, Lilian de Pugy o Cléo de Mérode. La prefectura de policía tenía registrado un total de 24.000 prostitutas, punto que incide en una de las caras oscuras que Gosé captó en sus aguadas.
Gosé no se olvida de representar a las prostitutas de lujo: a las cocottes, las grisettes o las demimondaines, expresión esta última cuyo origen se remonta a la obra de Alexandre Dumas, hijo, Le Demi-Monde, en busca de nuevas sensaciones. El opio y la cocaína también circulaban en los ambientes artísticos de los talleres de Montparnasse.
Moda
El crítico Vauxcelles consideraba a Gosé un ilustrador con muy buen gusto y una gran fantasía, que captaba a la perfección las siluetas de las mujeres de la época. A partir de 1912, La Gazette du Bon Ton, precedente de la revista norteamericana Vogue, y Le journal des dames et des modes son el escaparate de sus espigadas maniquís, que prefiguran el déco y visten las ropas de Jacques Doucet, la moda inglesa y deportiva de Redfern, la de Worth, quien no concibe hacer un vestido no opulento, o la de Madame Paquin. Al mismo tiempo, Gosé publica sus propios diseños de moda, permeables a la moda orientalista del fascinante couturier Poiret, quien catalizó, a través de la moda y las artes decorativas, el espíritu de toda una época.
Tuberculosis
Gosé estaba afectado por la enfermedad más mortífera del siglo XX: la tuberculosis, y, por este motivo, pasaba temporadas en balnearios como el Grand Hotel du Parc a Vittel o el Balneario Vichy Catalán de Caldes de Malavella, donde estaba en 1914. Confiaba en curarse de su mal con reposo y aguas termales purificadoras, cosa que no se produjo puesto que murió en Lleida unos meses después.
En 1911, el escritor y dibujante suramericano Abraham Valdelomar escribió un inquietante relato, titulado La Ciudad de los tísicos, cuyo punto de partida es una obra de Gosé.
Art Modern i Contemporani