Adela Laborda, Francesc Quílez y Mercè Saura, con la colaboración de Carme Osan
El museo conserva en el Gabinete de Dibujos y Grabados unos 15.000 exlibris, término latino empleado para denominar aquellas pequeñas obras de arte impresas sobre papel que indican el nombre del propietario de un libro y que suelen adherirse a la guarda anterior.
Más allá de su interés artístico, estas producciones tienen una gran relevancia histórica, dado que documentan un periodo de gran actividad de las artes gráficas catalanas, con la recuperación de prácticas y oficios tradicionales. Esta fecundidad creativa habría sido impensable sin la existencia de unos clientes con alta conciencia cultural. En este sentido, la práctica de coleccionar exlibris no se puede entender sin la aparición de un contexto cultural en el que el hábito de la lectura y el culto al libro son valores socialmente asumidos.
Un carácter distintivo
Los exlibris del Gabinete proceden principalmente de la colección formada por el pionero de las artes gráficas modernistas en Cataluña, Alexandre de Riquer, y de la compilación reunida por su discípulo, Josep Triadó. Se trata de fondos que incluyen obra propia de cada uno de ellos y que a la vez son complementarios. Mientras Riquer demostró predilección por las producciones inglesas y norteamericanas, Triadó se decantó sobre todo por el arte alemán y centroeuropeo.
La colección del museo permite reseguir los hitos del exlibrismo entre el siglo xvi y las últimas décadas del xx de la mano de los grandes maestros del género.
Abriendo camino al exlibrismo
Riquer y Triadó fueron considerados ya en su tiempo los impulsores del resurgimiento del exlibrismo hispánico que tuvo lugar a principios del siglo xx. Los dos supieron despertar el interés de una serie de artistas que favorecieron el desarrollo del coleccionismo, basado a menudo en el intercambio de ejemplares.
Esto garantizó la difusión internacional de la exlibrismo catalán y el conocimiento local de las corrientes extranjeras en un momento de convivencia entre modernismo y novecentismo. Precisamente, estos dos movimientos artísticos se encuentran muy muy representados en la colección exlibrística del museo.
Japonismo
Esta colección, conviene remarcarlo, establece vínculos sorpresivos con el cartelismo moderno, otro tesoro del Museo Nacional.
De hecho, tanto los exlibris como los carteles son deudores de las estampas japonesas, las cuales, eludiendo la sensación de profundidad y a través de recursos como las tintas planas o el trazo de contorno, se convertirían en uno de los paradigmas estéticos de finales del siglo xix y comienzos del xx.
Un rasgo común
Si algo une los exlibris de todos los tiempos es que han sido creados para el disfrute personal. No es extraño, pues, que plasmen una amplia libertad creativa, además de gran belleza, y utilicen gran diversidad de medios gráficos, compositivos y técnicos.
A pesar de ser de dimensiones reducidas, no les faltan elaboradas referencias a la mitología clásica, al mundo medieval o a las tradiciones populares: centauros, faunas, ninfas, hadas o princesas centran a veces obras llenas de fantasía.
En cambio, en otros se da paso a la ironía e incluso hay lugar para la broma macabra. La presencia de la imagen de la muerte, asociada al acto de la lectura y a los efectos perniciosos que esta implica, remite a la iconografía barroca del memento mori.
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Nice post