Marc Sureda
Comisariar y organizar una exposición temporal como Viajar en la edad media comporta una serie de tareas previstas en la planificación, pero también, claro está, una serie de experiencias que uno no se espera. Estas cosas hacen de nuestro trabajo un oficio siempre variado. A veces causan inquietud pero casi siempre podemos recordarlo con una sonrisa.
En primer lugar, no se puede decir que la preparación de Viajar en la edad media fuese especialmente difícil, aunque sí compleja. Compartíamos el proyecto con otros tres museos europeos, el Musée de Cluny – Musée National du Moyen Âge en París, el Museo Bargello en Florencia y el Museum Schnütgen de Colonia. La idea era dar nacimiento a una Red de Museos de Arte Medieval de Europa destinada a facilitar y provocar la fascinación por el mundo medieval. Después de varias reuniones, los directores establecieron el tema para una exposición en la que los museos colaboraríamos estrechamente. Se decidió que se exhibiría en los museos de París, Florencia y Vic. Hasta aquí todo bien: ¡la voluntad de colaborar, el tema y la dirección ya estaban!
La primera dificultad seria apareció a la hora de pensar un proyecto coherente y válido para los tres museos de lo exhibirían, una tarea que fue encargada a Michel Huynh, conservateur en chef en el Musée de Cluny; a Benedetta Chiesi, colaboradora científica del Museo Bargello, y a mí mismo. Enseguida nos dimos cuenta de que el viaje medieval era un tema excelente para un libro (de hecho se han escritos muchos libros sobre esta materia: ¡nos teníamos que repartir muy bien el trabajo si entre los tres nos los queríamos leer todos!) Pero al mismo tiempo se trataba de un argumento bastante más complicado de reflejar en una exposición: la materia prima del viaje es, esencialmente, espacio recorrido y tiempo transcurrido, y la consecuencia, muy a menudo, ¡experiencias intangibles! Nos teníamos que limitar, así pues, ¿a mostrar imágenes medievales (pinturas, relieves, miniaturas, tapices…) sobre historias o alegorías de viajes o con representaciones de medios de transporte? O bien, centrados en el arte medieval –objeto común de interés–, ¿teníamos que seleccionar solo ejemplos de posibles viajes de artista, de aquellos viajes que a veces los historiadores del arte nos «inventamos» para justificar una semejanza estilística o un vacío documental? Nada de eso nos convencía.
La solución la teníamos más cerca de lo que nos pensábamos: en nuestra misma identidad como museos, es decir, en los objetos. Partiendo de una meticulosa observación de nuestras propias colecciones era posible construir un discurso muy completo sobre diferentes aspectos del viaje en la edad media, ¡incluso con pruebas materiales y ejemplares únicos! En efecto, gracias a la riqueza de las colecciones de la Red nos era posible disponer de desde un zapato medieval hasta una mesita plegable del siglo XV, desde una extraordinaria silla ceremonial italiana del final de la edad media hasta una escarcela o bolsa para llevar el dinero, tan corriente en nuestra imagen del mundo medieval, pero de la que hemos visto tan pocos ejemplares históricos.
El segundo reto era crear una exposición posible: con un número de piezas adaptado a las sedes que las teníamos que recibir, y no planteado como una itinerancia, ¡ya que muy difícilmente se podían prestar determinadas piezas durante un año y pico! El trabajo individual y conjunto de los comisarios permitió entonces concebir tres variantes con préstamos equivalentes de instituciones diferentes, pero con la misma estructura intelectual y con un núcleo de objetos de los cuatro museos implicados. Un testimonio permanente de esta estructura, igual y diferente a la vez, lo proporcionan los catálogos editados en cada ocasión: si los ensayos de autor y las fichas de los objetos pueden variar, los textos introductorios de las secciones son siempre los mismos, a cargo de los comisarios.
No se trata tampoco ahora de aburriros con los trámites obligatorios de esta clase de movimientos: correspondencia, condiciones particulares, seguros, llegada de correos, certificados… alguno de ellos, como es normal, nos hizo sufrir un poco, pero que en Vic, gracias sobre todo a los esfuerzos de mi colega Judit Verdaguer, coordinadora de la exposición, llegaron felizmente a buen puerto. Ha habido episodios más divertidos, como cuando Michel consiguió en Bilbao el préstamo del pecio de Urbieta. La satisfacción inicial le obligó a plantearse un problema que nadie se había podido imaginar: ¿cómo se «amarra» un barco del siglo XV de 12 m de eslora en mitad del frigidarium de las Termas de Lutecia? O en el momento de discutir las opciones de diseño: ¿funcionaría una organización de la sala temporal completamente diferente a todo lo que habíamos hecho? ¿Servirían los colores para delimitar bien las secciones temáticas y, tal y como nos propuso el diseñador, Alberto Vallverdú, para expresar lo intangible del paso del tiempo, materia prima del viaje?
De todo el movimiento y de algunas inquietudes, por suerte al final nos queda el recuerdo de las buenas experiencias:
– de las reuniones de trabajo conjunto en París, Florencia, Colonia o Vic, dando forma a un proyecto que crecía
– de la ayuda de los colegas de los otros museos ante una dificultad
– de la generosidad de todos los prestadores
– de la colaboración inestimable del Instituto Europeo de la Mediterránea a la hora de editar y producir el catálogo y de organizar las actividades de debate complementarias.
Vivencias que, como decía al principio, recordaremos con una sonrisa.
Pero ya tendremos tiempo de recordarlo hojeando el catálogo. Pero ahora, y hasta el próximo 14 de febrero, todavía podemos disfrutar de una exposición sobre viajar en la edad media con un centenar de objetos, testimonios únicos –y quizás algunos insospechados– de hombres y mujeres medievales que viajaban más de lo que podríamos pensar. Y no solo eso, sino que en realidad son figuras paradigmáticas de nuestra imagen de la edad media. O es que quizás el caballero, el cruzado, el peregrino, el clérigo mendicante, el comerciante, el soberano que entra solemnemente en una ciudad, el artista que se desplaza, el marinero… ¿no son también iconos primordiales del mundo medieval?
Enlaces relacionados
Viatjar a l’Edat Mitjana (blog en catalán)
Catálogo de la exposición Viajar en la edad media
Exposición Voyager au Moyen Âge en el Musée de Cluny
Marc Sureda. Conservador del Museu Episcopal de Vic y comisario de la exposición Viajar en la edad media