Montse Frisach
En los últimos años los archivos han tomado un papel predominante en las prácticas artísticas contemporáneas. Muchos artistas trabajan a menudo con materiales de archivo o incluso con la idea del archivo como argumento central de sus obras. Además, los museos e instituciones artísticas también han cogido<A[cogido|tomado]> conciencia que sus archivos no tienen que ser sólo simples depósitos y repositorios de documentos sino que su activación, sea por parte de comisarios, investigadores, artistas o de los mismos archivistas, genera nuevo conocimiento y relaciones semánticas transversales que amplían la visión que hasta ahora había sobre estos espacios. Las instituciones también están cuestionándose cada vez más como hacer llegar a sus visitantes todas estas activaciones de los archivos a través de las exposiciones, de manera que la muestra no sea sólo un simple conjunto de papeles cerrados en vitrinas. Los archivos, pues, han dejado de ser espacios de depósito pasivos, sino que ahora se entienden como conjuntos de documentos vivos, totalmente integrados en las dinámicas de las instituciones artísticas.
Este ha sido el tema del simposio internacional Archivar. Exponer. Salir del guión en los archivos de arte, organizado gracias a la alianza entre el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) y el Museu Picasso de Barcelona y que ha tenido lugar los días 16 y 17 de marzo en sus dos sedes. El simposio ha tenido un enfoque totalmente interdisciplinario y ha reunido a expertos en archivística, comisarios, artistas, historiadores e investigadores de todo el mundo que han puesto de manifiesto la importancia de los archivos como organismos vivos y dinámicos y donde cada vez más se van diluyendo las fronteras entre las tareas entre unos profesionales y otros.
El título del simposio alude también al tema de que, en esta nueva perspectiva tan cambiante, hay un constante intercambio mutuo sobre cómo archivar y cómo exponer. Por lo tanto, hoy en día es imposible desvincular arte y archivos. Una temática que ha estado presente a lo largo de las dos jornadas del simposio, que ha tenido una muy buena acogida por parte del público, con 400 inscritos, tanto presenciales como on line.
En la primera jornada que tuvo lugar en el Museo Picasso, Eric Ketelarr, profesor emérito de Archivística de la Universidad de Amsterdam, fue el encargado de abrir el simposio con una ponencia sobre las relaciones entre artistas y archivistas. Ketelarr constató que “en el arte contemporáneo, el archivo se ha convertido en la forma cultural dominante”. Cuando los artistas se acercan a los archivos, ponen en evidencia que el propio acto de almacenaje, marcado por las normas de la práctica archivística, es absolutamente arbitrario: “Reordenar ocurre un acto interpretativo y creativo”. El archivo, pues, no se tiene que ver nunca como alguna cosa “estática” ya que las decisiones subjetivas sobre cómo<A[como|cómo]> se archiva generan resultados diferentes y condicionan el futuro. “Los archivos no tienen tanto que ver con el pasado como con el futuro”, constató Ketelarr. Actualmente, inmersos en la complejidad del mundo digital, el dilema consiste en decidir de qué ítems en la red hace falta prescindir, destruir o transferir a otro sistema.
Los grandes retos del cambio tecnológico para el archivos fue precisamente el tema de la intervención de Laura Millar, consultora independiente en documentación, archivos y gestión de la información. En un momento en que la circulación de noticias falsas está al orden del día, los archivistas, que tradicionalmente asumían el papel de recoger pruebas auténticas de acontecimientos y hechos históricos o de constatar documentalmente la autenticidad de una obra de arte, ahora tienen que tomar decisiones de manera más activa para preservar “la verdad”. Una de las urgencias del mundo digital es proteger y validar la autenticidad para que los repositorios sean fiables. En este sentido, el trabajo de la archivista se está transformando a gran velocidad y, según Millar, es necesario la colaboración muy cerca con expertos de otros ámbitos como la tecnología, la deontología y sobre aspectos legales. El trabajo del archivista, pues, tiene que ser el de “facilitar pruebas fiables para que todo el mundo las utilice al servicio de la verdad”.
Algunos participantes en el simposio describieron algunos casos prácticos de activación de archivos tanto históricos como artísticos en los museos, que han tenido un papel de reparación. El archivista e historiador Michael Karabinos que últimamente se ha dedicado a la investigación<A[investigación|búsqueda]> en archivos coloniales, centró su intervención sobre cómo<A[como|cómo]> los museos de arte y diseño pueden reactivar los archivos históricos con ejemplos que han expandido los relatos de museos de los Países Bajos. En el Van Abbemuseum d’Eindhoven, un museo de arte fundado gracias a la donación de un empresario fabricante de cigarrillos a los años 30, Karabinos indagó en el archivo familiar y empresarial que conserva al nieto del fundador. De esta manera, pudo conectar el pasado colonial de la empresa de cigarrillos e integrar esta historia en la colección permanente del museo. Con esta nueva información, que había quedado oculta hasta ahora, el archivo ha servido para dar luz a un pasado que ahora actúa como “bastante reparadora”.
Beatrice von Bismarck, profesora de historia del arte y cultura visual en el Academy of Fine Arts de Leipzig, se refirió en su ponencia a la manera/a la forma de cómo los archivos se abren a nuevas narrativas desde el momento en que están involucrados en una exposición. Citó algunos ejemplos de cómo los artistas también los archivos para desarrollar análisis críticos de la construcción de la historia. Uno de ellos es la instalación que la artista francocanadiense Kapwani Kiwanga expuso a la South London Gallery en el 2015, en la cual mediante material archivístico, tejidos y plantas desconstruía la versión oficial de dos momentos de la historia colonial de la actual Tanzania.
Con el mismo carácter reparador y de revisión histórica, la artista portuguesa Catarina Simão, explicó su proyecto artístico y de mediación denominado Sala Colonial, todavía en proceso, en torno a una colección de 288 objetos africanos pertenecientes al antiguo Liceo Nacional de Lamego, que ahora custodiaba el museo de esta ciudad del norte de Portugal. En el proyecto están involucrados la escuela y los alumnos. Los artefactos, mal inventariados, desprovistos de información sobre su procedencia exacta, se expusieron durante décadas en el instituto propietario de las piezas en una sala donde se utilizaban con fines educativos, pero con una marcada ideología colonial. “Lo que pretendemos con el proyecto es desactivar objetos que servían para la propaganda colonial”, dijo al artista.
Los archivos de temática artística también pueden ser protagonistas centrales de exposiciones, Debora Rossi, como Jefa del archivo de la veterana Bienal de Venecia explicó cómo el inmenso legado documental del certamen, en todas sus ramas, se ha convertido en la base de actividades, proyectos de investigación y exposiciones. De hecho, el archivo es denominado la “séptima musa” de la Bienal. La actividad que marcó un antes y un después en el uso del archivo fue la exposición especial Las musas inquietas. La Bienal de Venecia se encuentra en la historia, que se organizó en el 2020 para sustituir la cancelación de actividades del certamen a causa de la pandemia. En su lugar, todas las secciones de la Bienal se unieron por primera vez para construir una única exposición sobre la historia del certamen, basada en materiales del archivo.
Los dos museos organizadores del simposio también compartieron sendas experiencias expositivas recientes sobre archivos propios. Sílvia Domènech, Jefa del Centro de Conocimiento e Investigacióndel Museu Picasso, y Núria Solé, archivista del museo, explicaron cómo se creó la exposición sobre el archivo Brigitte Baer, especialista en la obra gráfica de Picasso, que tuvo lugar el verano del 2022. Desde el 2011, cuando se organizó la muestra Picasso 1936, el museo considera que “la documentación también forma parte del lenguaje del arte”. En este sentido, el archivo de Brigitte Baer, que ingresó en el museo gracias a la donación del sobrino de la experta, David Leclerc, es un fondo fundamental para el museo. Baer fue la encargada de terminar el catálogo razonado de obra gráfica de Picasso cuando sólo se habían publicado dos volúmenes, elaborados por Bernhard Geiser. Ella heredó el material documental de Geiser, lo completó y acabó el catálogo hasta llegar a los siete volúmenes. En el Museo Picasso, el archivo de Baer, constituido como un corpus esencial de estudio de los grabados picassianos, se ha organizado como en una “sedimentación de estratos”, en una división por eras desde el materiales de trabajo de Geiser hasta la época final cuando Baer seguía añadiendo información a sus fichas de trabajo después de la publicación del catálogo, de manera que se puede seguir el viaje a través del tiempo para llegar a completar una ingente tarea científica.
En el MNAC, por otra parte, la exposición Anglada Camarasa. El archivo premeditado, del 9 de febrero al 7 de mayo del 2023, está dedicada al archivo que el pintor fue conformando a lo largo de su vida y que fue donado al museo en el 2020 por su hija Beatriz. Como deja claro el título de la exposición y explicó Pilar Cuerva, Jefa del Centro de Investigación<A[Investigación|Búsqueda]> y Conocimiento del MNAC, ya en la sesión del viernes en el museo de Montjuïc, este es un archivo con conciencia de perdurar por parte del mismo Anglada Camarasa, que se dedicó a guardar con mucho de celo material sobre su vida y obra, desde su certificado de nacimiento hasta dosieres de prensa, documentos personales, catálogos, álbumes de recortes, fotografías y cuadernos.
Afortunadamente, la hija del artista se ha hecho cargo de todo el material con mucha dedicación y cuidado, cosa que ha posibilitado que el archivo esté en muy buenas condiciones. Eso se puede comprobar a la exposición que, comisariada por la misma Cuerva y Eduard Vallès, recrea en su museografía el aspecto de un archivo. “Teníamos claro que queríamos museografiar el archivo, pero sin que se convirtiera en un parque temático ni tampoco que fuera aburrido”, explicó Cuerva.
La segunda sesión del simposio se abrió con una ponencia de carácter más general sobre la profesión de archivista con uno histórico de la archivística contemporánea en Cataluña, Ramon Alberch, actualmente coordinador del Grupo de Trabajo de Dinamización Cultural de los Archivos de la Asociación Latinoamericana de Archivos. Alberch se refirió a los “archivos poliédricos”, en el sentido que la pluralidad de contenidos que atesoran los archivos y las diversas miradas de los investigadores dan lugar a lecturas también igualmente plurales. Alberch dio una visión dinámica de la profesión y de los archivos, alejada de las visiones históricas y de los tópicos que han extendido las ficciones literarias y cinematográficas, otorgando en los archivos atributos de poder, misterio, nocturnidad o secretismo. En cambio, se refirió a realidades y dilemas actuales sobre que hace falta o no guardar de las redes sociales, con el coste que supone la preservación de la memoria digital o sobre la necesidad o no de archivar documentos considerados “insignificantes”, que a veces pueden llegar a ser claves para resolver casos judiciales o denunciar injusticias políticas y sociales. Como no existe el archivo inocente ni objetivo, Alberch cree que los archivos tienen que ir más allá de la intención de preservar la historia “oficialista” y remarcó la importancia de los “archivos sociales”.
Por su parte, Philippe Artières, investigador en historia en el Centro National de la Recherche Scientifique, de Francia, también puso el acento durante su intervención en el carácter dinámico y social de los archivos, como “objetos vivos que manipulamos”. En su misma práctica como investigador y biógrafo, Artières defiende la recuperación de historias a través de materiales casi domésticos como la práctica del álbum de recortes o incluso los tatuajes, que son como una autobiografía escrita en el cuerpo. En una visión del archivo tendido, él mismo, incorpora prácticas performativas a su método de investigación. Así, para investigar lo que había pasado con un pariente de su madre, el jesuita Paul Gény, asesinato en 1925 en las calles de Roma vivió en la ciudad durante cinco días vestido con una sotana en una especie de reconstitución del personaje. En 2017 Artières también recogió personalmente los recuerdos de la gente sobre el Centro Pompidou, con motivo de su 40.º aniversario de la institución, en una “Oficina de Archivos Populares” que los visitantes se encontraban en los accesos al centro. “Los archivos están ahora fuera de sus paredes gracias a los artistas”, concluyó.
Precisamente un artista y escritor como Perejaume aportó al simposio una lectura criticopoètica, titulada La vida de las obras, en torno a la acumulación de obras de arte, que en cierta manera fue un contrapunto provocador a todo lo que hasta aquel momento se había dicho al simposio. En su texto, Perejaume cuestionó hasta qué punto vale la pena ir guardando todas las obras de arte que se generan y se han generado en el mundo. “El esfuerzo colectivo para la cabida y perduración de las obras es ingente y la cifra tiende al infinito. El conjunto de obras que pretendemos hacer vivir es abrumador”, dijo. Todo eso cuando resulta que todo está destinado a desaparecer. El deseo de perdurar más allá de la muerte de los artistas, sin embargo, es demasiado poderoso. En cambio, Perejaume alabó la pérdida como un elemento expresivo más: “El perfume de las flores es la putrefacción de los pétalos”. La artista voz en la pérdida, una ganancia, y que quizás hay obras hechas para la memoria y obras hechas para el olvido. Paradójicamente, él mismo también está ordenando y difundiendo a través de la red un archivo de su obra pero para él “el modelo no es acumular porque el mundo es también un vertedero de cultura y la cultura también contamina”.
Ernst van Alphen, profesor emérito de la Universidad de Leiden, hizo una defensa de los archivos artísticos porque “superan las contradicciones del archivo oficial”. Van Alphen citó algunos ejemplos de artistas que han utilizado los archivos propios y de otros para construir narrativas abiertas y reparadoras. En el caso de muchos libros de artista actuales, el formato suele ser archivístico. Por ejemplo, el fotógrafo sudafricano Santu Mofokeng recogió en el libro Black Photo Album fotografías de familias negras de clase media, hechas entre 1890 y 1950. El artista Inge Meijer recopiló fotografías y documentos sobre las plantas que decoraban las salas de exposición del Stedelijk Museum de Amsterdam de 1945 a 1983 en el libro The Plant Collection, con un formato también archivístico y que constituyó una investigación, de un lado sobre botánica, y del otro sobre una parte de la historia soterrada del museo. De la misma manera el fotógrafo Mathieu Pernot recopila la historia fotográfica de familias gitanas francesas y Pablo Lerma “inspecciona los efectos homogeneizadores del archivo” en una recopilación de imágenes sobre los estereotipos de la cultura gay, incluyendo fotos que rompen con estos estereotipos.
La última de las ponencias del simposio expuso una investigación<A[investigación|búsqueda]> sobre la presencia de documentos en las pinturas de la National Gallery de Londres que ha llevado a cabo expresamente para este encuentro al profesor de la facultad de Ciencias de la Documentación y la Comunicación de la Universidad de Extremadura José Luis Bonal. En la colección en línea de la pinacoteca londinense, Bonal ha encontrado, entre 2.600 pinturas de los siglos XIV en XIX, 226 obras en las cuales aparecen documentos y las ha clasificado por<A[por|para]> géneros estudiando también el papel que el documento tiene en la escena. El 80 por ciento de las pinturas con documento son de los siglos del XV al XVII, sobre todo en la pintura religiosa, las de género costumbrista y los retratos. Las funciones del documento en la escena son muy diversas, desde identificar la persona o personas retratadas a transmitir un mensaje, pasando por la aparición de partituras en las escenas musicales, documentos mercantiles o papeles en los cuales/las que el artista firma. La investigación de Bonal, además de tener un componente lúdico, es un buen ejercicio que ayuda a mirar los cuadros de un museo de una manera diferente y a la vez pone el acento en la importancia del documento a lo largo de la historia, vista a través de las obras de arte.
La clausura del simposio ofreció un ejemplo en vivo de la relación directa de los archivos con las prácticas artísticas contemporáneas con la performance titulada Into Sugar We could Have Turned (nos podríamos haber convertido en azúcar), de Mireia c. Saladrigues, que tuvo lugar en la Sala Oval del MNAC. La acción está relacionada con la investigación que Saladrigues ha hecho para su tesis doctoral sobrela agresión en el dedo de David de Miquel Àngel, que tuvo lugar en 1991. A partir de su investigación en los archivos policiales y judiciales, documentos sobre la restauración de la obra, artículos de prensa e incluso con una entrevista al agresor, Piero Cannata, Saladrigues activó algunos de los documentos utilizados durante su investigación, con lecturas y representaciones de aquel hecho iconoclasta y dio voz al polvo que generó la martillada en la icónica escultura. Fue un cierre poético a dos jornadas, que en un futuro tendrá una publicación que recogerá todo el simposio.
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